Andalucía, con la proeza del Betis, entró en el fútbol histórico.
El ascenso del Betis a Primera División en abril de 1932 fue un acontecimiento importante en la historia liguera. Por primera vez un equipo andaluz iba a formar parte de la élite del fútbol español tras ganar de forma brillante el campeonato de Segunda División, tras una dura pugna con los equipos asturianos, Oviedo y Sporting.
En las páginas de Mundo Gráfico el periodista sevillano Fernando Risquet nos dejó este artículo celebrando y resaltando la importancia del acontecimiento. Curioso cómo se resalta la condición popular del club verdiblanco, así como su doble condición de grandes gestas deportivas con fracasos clamorosos
El fútbol andaluz ascendió a la División de Honor, y ya se empareja gallardamente con los clubs “históricos” del fútbol hispano. Hacía muchos años que la afición sentía la necesidad de rematar este anhelo deportivo—que estaba metido a cuña en el corazón y en el espíritu de los buenos deportistas andaluces, amantes de los valores de la solera indígena—como un gesto reivindicativo de la dignidad, del orgullo, del prestigio del fútbol de Andalucía, que si humillado por designios adversos, nunca se resignó con su suerte, porque cree tener historia y categoría, consteladas de éxitos y laurel para alcanzar las máximas preeminencias en el concierto del deporte español.
Se cumplió, un poco tardíamente, el anhelo deportivo de Andalucía. ¿Quién fue el intérprete del ideal de la masa aficionada y espectadora, que calló su amargura, año tras año, temporada tras temporada, con gesto dolorido, pero impregnado de esperanzas alentadoras? ¡El Betis Balompié¡… El Betis, por su condición de equipo popular, es quien podía mejor que nadie interpretar este anhelo deportivo del pueblo andaluz.
El Sevilla, años atrás, anduvo muy cerca de la proeza, pero se frustró en sus postrimerías el esfuerzo brillante y heroico que había de dar el espaldarazo de honor al fútbol andaluz. El Betis hizo la hazaña. ¡Hurra el Betis¡ ¡Hurra el fútbol de Andalucía¡
En el Campeonato de Copa surgió el año pasado un equipo que quiso—y lo logró crecidamente—contrastar su juventud, sus bríos, sus entusiasmos codiciosos, y, finalmente, su juego, que reviste, como peculiaridad esencial, una forma interpretativa sutil fina, estilizada, más cerca del arte que del deporte en sí, con los viejos y gloriosos prestigios de los clubs “históricos” que escribieron las páginas de oro del fútbol hispano. Ese club animoso, joven, entusiasta, era el Betis, que disputó la final al Athletic de Bilbao en una jornada colmada de interés y emoción.
El triunfo de ahora, enlazándolo con el de entonces, tiene la categoría de un símbolo; es el resurgir victorioso del fútbol andaluz, que quiere se le reconozca su mayoría de edad en esta hora nueva que el Betis, con su gesto de proeza—matizado también de método y regularidad—ha alumbrado a la Andalucía deportista, como satisfacción de su anhelo popular, que encarna la noble rivalidad regional en las actividades del fútbol español.
El Betis, en su característica peculiarmente distintiva, es como el Gallo, genial o absurdo. Si genial, nadie le aventaja; si absurdo, cualquier pelagatos puede con él. Esta es la tesis de los aficionados que conocen bien las virtudes y los pecados del Betis, que por ser el equipo llano, nacido del pueblo, sin requilorios de “fenomenismo” alcurnioso, su triunfo despierta en el corazón popular un eco vibrante de cordial simpatía contagiosa.
¡Campeón de Liga¡…He aquí la hazaña deportiva del Betis, lograda con su faceta genial que remontó victoriosamente todos los obstáculos: los que da de sí el fútbol, y los que se concitan al margen de la cancha de juego, como factores “imponderables” que otras veces frustraron, cuando parecía inminente el triunfo decisivo, el anhelo deportivo de Andalucía, que ahora entra, con todos los honores, por el esfuerzo del Betis, en la categoría máxima del fútbol nacional.
¡Hurra el Betis, intérprete genial de la escuela futbolística andaluza y favorito de las legiones fervorosamente apasionadas¡. Plácenos registrar la pasión como síntoma de vitalidad fecundadora. Porque donde hay pasión, el deporte, como expresión plástica de una cultura física superior, que tiene matices bellos y educadores para la juventud, no morirá nunca.