Ante la ruina del fútbol profesional
Traemos hoy un artículo publicado en el diario deportivo bilbaíno Excelsius en 1934, es decir, hace ya 83 años, y en el que se ponían de relieve los problemas que ya padecía el fútbol debido a su excesiva y alocada carrera de gastos, consecuencia de la competencia feroz entre unos clubs y otros.
Cuando en 1926 se aprobó la legalización del profesionalismo en el fútbol español se estaba reconociendo de manera formal una práctica que ya llevaba años minando su supuesto carácter amateur. Se intentaba regular lo que ya se estaba llevando a cabo bajo cuerda, y que no era otra cosa que los clubs pagaban a los futbolistas por dedicarse al fútbol como profesión, aunque tuvieran que ampararse en determinados subterfugios para disimular ante las autoridades federativas que conocían perfectamente el tinglado, pues provenían de los clubs, y sin embargo miraban para otro lado.
Pero el profesionalismo desbocado que dominó el fútbol español no podía ser seguido por todos los clubs, y desde comienzos de los años 30 se comenzaron a producir bajas entre sus filas. Así clubs históricos como el Europa, el Real Unión o el Alavés salieron de la primera fila del fútbol profesional, y tuvieron que reconducirse hacia una mezcla de jugadores amateurs y semi profesionales, incapaces de competir en el día a día con los que cada vez acaparaban a las incipientes figuras y distorsionaban el mercado.
Este artículo de enero de 1934 propugnaba una autorregulación por parte de los propios clubs, que limitase los gastos, reglamentase el mercado de traspasos entre los clubs y evitase así el desaforado incremento que se producía año tras año.
Decíamos en otra ocasión que hoy en día, por la crisis económica y debido también a la situación confusa y siempre inquietante de la política, los clubs de fútbol no pueden ni con el rabo.
Es posible que este fenómeno esté recrudecido en Vizcaya, donde los antiguos aficionados y hasta entusiastas partidistas han quedado convertidos en admiradores platónicos de nuestros mejores equipos. Gozarán al leer sus triunfos y se alegrarán ante las noticias que les lleguen de victorias obtenidas por los que fueron en un tiempo sus ídolos.
¿Pero pasar de ahí? No merece la pena
Otras atracciones o pasatiempos han venido a desplazar sus antiguas aficiones, porque en la vida del individuo todo parece quedar renovarse, obtener nuevas satisfacciones, y fácilmente sepultamos un gusto por cualquier ligera incidencia para dar paso a nuevas emociones o gustos.
De esta forma, empedernidos aficionados en un tiempo, de los que les bailaba el cuerpo mientras comían los días de partido, ahora digieren el condumio placenteramente, y aún sestean para reposar la comida, o prefieren quedarse arrellanados en las butacas de algún café o sociedad, jugandose la pasta en su partida habitual. Y hechos a la nueva vida, ni siquiera se interesan por lo que en un tiempo les obsesionaba.
De estos casos abundan actualmente en Vizcaya.
Una consecuencia de estas defecciones es la deplorable situación económica de nuestros Clubs que, o están dando las boqueadas o viven en situación irresistible, agravada cada año porque el mal se recrudece en lugar de aliviarse.
Es un problema tremendo que deben intentar resolverlo de la mejor manera posible, porque contrariamente pronto hemos de quedar convertidos en región secundaria y los Clubs en vulgares Sociedades de ínfima categoría, llenos de deudas y sin tener de donde sacar para pagarlas.
Esto es real y positivo, no bastando paliativos para ocultar lo que observamos entre bastidores y los apuros que pasan esos directivos sacrificados, que no saben por dónde empezar para nivelar sus presupuestos recargados de gastos imponentes.
Lo que aquí pasa suponemos que también ha de ocurrir en otras regiones entre la mayor parte de las Sociedades que se dedican al fútbol.
Así vemos que están entrampadas hasta los huesos, sin poder pagar a sus jugadores, arrastrando deudas por todos los sitios, con letras de cambio que no pueden atender en sus vencimientos y queriendo conservarse en posiciones falsas que no les corresponde.
El fútbol peninsular, o mejor dicho, los Clubs que lo alimentan , pisa un terreno falso, irresistible, que es preciso asentar si no se quiere ir a la ruina completa.
¿Y cómo asentarlo?
Se gasta con exceso. Nóminas enormes de jugadores, dietas a veces disparatadas, viajes de ostentación, hoteles lujosos. Todo ello eleva los presupuestos de gastos en proporciones aterradoras.
Los directivos se vuelven locos al querer restringirlos, y muchas veces por no decidirse a poner el dedo en la llaga se andan por las ramas, podando pequeñeces que resuelven poco y dejando intactos esos otros capítulos que son su pesadilla porque no se deciden a cortarlos.
Y no tienen más remedio que hacerlo pronto. Mejor hoy que mañana, antes que la bola de nieve haya crecido demasiado y sea difícil achicarla.
La salvación de los Clubs, de todos los Clubs, está precisamente en la poda de los gastos, hoy día extraordinarios, que no se pueden resistir.
En buena lógica administrativa debe haber siempre en la esfera casera, local o nacional, por lo menos una nivelación de los gastos respecto a los ingresos. Estos pueden perfectamente admitirse en grado más elevado que los primeros; pero jamás se debe dar lugar a sufrir el suplicio de gastar más de lo que se recauda.
Esto es precisamente lo que ocurre hoy día con casi todos los Clubs de fútbol, y por eso precisan estos mismo Clubs ponerse de acuerdo para evitarlo, salvándose así de una muerte cierta después de pasar atroz agonía.
Nosotros creemos factible, si no la solución a este problema, por lo menos una atenuación de sus actuales dificultades, mirando especialmente por el interés de las Sociedades futbolistas, que a la postre son las que alimentan y sostienen a los jugadores.
En la próxima asamblea nacional que se celebre deberían atacar el problema con valentía, sin escrúpulos monjiles ni orgullos mal entendidos, forjando una nueva reglamentación del profesionalismo y limitando en lo posible esos atroces desembolsos que en concepto de sueldos y primas, tienen que hacer y no pueden soportarlos.
Para ello es menester buena voluntad por parte de todos, y creemos que no habrá de faltar en estos momentos en que probablemente todos están escaldados porque las dificultades llegan también a todos los Clubs peninsulares.
Ahí está el Deportivo Alavés poniéndose los últimos parches y tomando resoluciones heroicas que quisiéramos le permitieran capear el temporal.
Detrás del club vitoriano han de venir otros muchos que su amor propio o su orgullo les sostiene en una situación ficticia, que pronto ha de reventar.
Un compromiso serio y formal de todos los Clubs, incluyendo a esos Barcelona de un tiempo y Madrid actual, que tanto daño han hecho al fútbol profesional con sus derroches y fantasías propias de nuevos ricos, en el que establecieran unas máximas condiciones a regir para el futuro, asequibles a todas las cajas de las Sociedades que hoy día forman el gran cuadro del fútbol.
Una reglamentación de los traspasos, poniendo algunas trabas más sólidas que las actuales para esos jugadores volanderos que se ofrecen a la codicia de los Clubs capitalistas y aún de los que no lo son.
Si no se llega a esto, al paso que va el fútbol y mientras no tenga horizontes más risueños, veremos bien pronto los grandes campos de fútbol convertidos en huertos de patatas o en abandonados depósitos de basura, propiedad de los acreedores.
Fuente: José de Trauko en Excelsius 13 de enero de 1934