Apuesten por Gordillo: jamás defrauda.

La importancia de Rafael Gordillo como jugador referente dentro de la historia del Real Betis Balompié es un hecho incontestable.
Lo que supuso la aparición del «vendaval del Polígono» en el Betis de finales de los años 70 del pasado siglo se ha escrito y glosado ya muchas veces.
Aquí traemos hoy una publicación de octubre de 1978, cuando el Betis empató en casa frente al Elche, en que el fue el primer tropezón en una temporada en la que el Betis sufrió muchísimo para alcanzar el objetivo del retorno a la Primera División.
Las imágenes son características e inolvidables para los que lo vieron jugar, desgarbado, con las medias caídas y una poderosa zancada con la que este chaval de 20 años desarmaba a los defensores contrarios, con sus carreras una y otra vez, arriba y abajo, por la banda izquierda del Villamarín.
El pie de fotografía de la imagen habla por sí solo:
Y Rafael que no defrauda. Que no, que es de la cantera y tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Y aparte de corazón le echa sapiencia a este tinglado del fútbol. Fue el maestro en la primera parte, y se corrió todo el campo en el segundo intentando enderezar un desajuste que parecía alarmante.
Qué suerte tuvo el Betis con Gordillo. Qué inmensa suerte encontrarse en su propia casa a un futbolista de esa altura y con esa casta. Yo les avalaría sus apuestas. Jamás defrauda este «niño del polígono», como lo definía nuestro entrañable Vicente Bru, que pareció el más veterano a pesar de ser el más joven, que dio una lección increíble sobre el Villamarín. Aunque no pudiera–porque para eso también hay que contar con la suerte–deshacer él solo el triste entarimado en que andaban enfrascados los suyos.
Pero Rafael Gordillo demostró lo que sabía. Y supo más que ninguno.