Bético hasta el aire (II), de Francisco Montero Galvache
Con este título ya publicamos un artículo del escritor y periodista Francisco Montero Galvache, como podemos leer aquí.
En aquella ocasión se publicaba el 22 de mayo de 1954, la víspera del enfrentamiento en Heliópolis contra el Ubeda, último partido como local de la temporada en la que el Betis abandonaba la Tercera División. Un día de júbilo y gozo para la sufrida afición verdiblanca como el artículo se encargaba de recordarr.
En esta ocasión, 11 de septiembre de 1954, es la víspera del primer partido de la siguiente campaña, y el debut es en Heliópolis contra el Jerez. El artículo de Francisco Montero Galvache vuelve a titularse de la misma forma, y en él se vuelve a loar a la parroquia verdiblanca con la maestría de uno de los grandes cronistas del periodismo sevillano de la época.
Algún piadoso lector, de los que buscan el fallo al prójimo, se habrá dicho: bueno, esto de bético hasta el aire, ya lo he leído yo cuando el equipo vino campeonísimo, y a este hombre se le ha olvidado y se repite. Que se lo ha creído; menuda pericia nos entra a quienes hacemos uso, casi diario, de la máquina, que los tiempos críticos futuros nos indulgencien nuestro olvido de la pluma, trabajo más que superado, y estamos en la brecha con más bríos que pueda haber tenido Bahamontes en subirse eso tan grande de Francia, que dicen que se ha subido sin decir esta fatiga es mía.
Pero esa pericia se nos niega a utilizar, para escribir sobre el Betis, otro título distinto al que ya han leído ustedes arriba, que da gloria mirarlo por lo que encierra, lo que anuncia y lo mucho que dará que hacer en este nuevo curso futbolístico que se abre.
¡Bético hasta el aire¡ ¿No es alegre? ¿No dice lo que Sevilla siente, quiere y aclama a nuestro Betis? Claro está que sí, que lo dice, porque si el aire es a la vida lo que el corazón al corpacho de cada prójimo, querrá decir que el aire es la sustancia más urgente y entera de las que necesitamos para vivir; y la cantidad de beticismo que tiene ya Sevilla puede expresarse sólo diciendo que hasta ese aire se ha hecho ya bético de tuétano, que sí que lo tiene, cuando se trata de un aire alimenticio y poderoso como el que nosotros disfrutamos en Sevilla.
Mañana, domingo, será el día grande del beticismo nuevo, del que se dispone a cruzar la última cuesta, a modo de trámite, para erguirse en la categoría primerísima de la división de los grandes, de los genios, de los banqueros del fútbol. Eso ya está hecho, dicen los garbosos, cuando se les pide alguna dádiva o favor; y eso ya está hecho, empezaremos a decir nosotros cuando mañana salten al césped, ¿nos permiten el uso de la blandura vegetal?, los infantes o artilleros, que pies y tiros de los buenos tiene el equipo saleroso de Sevilla, del sagaz y veterano Gómez, nuestro creador de ascensos y de encaramamientos de los de aúpa.
Nadie piense que lo de mañana va a ser un día más en la historia del fútbol sevillano, sino que será el comienzo de la reconquista de todos los viejos, gloriosos y rotundos laureles de la fama. Si larga fue la prueba, largo será el gozo de la victoria ya venidera. Si hondo ha sido el laberinto, alta será la cima de la feliz contemplación. Desde mañana, vamos a tener un Betis con metabolismo de campeón fragante, de señores de los terrenos, de maestro de los embates últimos y decisivos.
¿Qué es mucho escribir?, se habrá pensado alguno. Puede que a los escasos de pituitaria se les aparezca así el panorama; pero nosotros lo vemos con la conmovida claridad de los videntes.
Bético hasta el aire; es decir, bética hasta la respiración y las entrañas, será la alegría con que sus seguidores sigan, de la primera hora a la última, la marcha, ascendente, agresiva, realizadora, del viejo y cañonero equipo de Heliópolis. Bien sabemos que nos jugamos mucho diciéndolo, porque desde que nos dio por denunciar nuestro beticismo hasta tenemos amigos que nos retiraron el crédito literario con que nos tenían enaltecido.
Esta vez, mañana domingo, hasta ponemos en juego amistades y afectos, porque el choque será con el Jerez, que es un vino de buena bota, y Jerez está y circula en nosotros con mucha presencia familiar. Pero, ¡qué vamos a hacerle, amigos, si las cosas son así¡. Tanto se merece el Betis que el ascenso corone sus ímpetus, que toda Sevilla lo desea, como sueño antiguo y goloso, y a nadie como al Sevilla le conviene que el año futuro traiga a la ciudad contiendas de la hercúlea y poderosa hermosura, que tendrán las de los dos equipos recampeones.
De gala será el día de mañana en el Betis. Los preparativos cesaron ya, y la ciudad, a la hora en que esta crónica está leyéndose, tiene dentro de sí una alegría de fiesta mayor.
Pero, ¿qué pasa en Sevilla? Esta noche, todas las esquinas y los bares están de júbilo; y no digamos que una gran pascua de satisfacción se clarea y desborda en los ojos béticos de Manolo, ahí en los Candiles, donde ejerce capitanía de enardecimiento y cátedra de fervor, que las quisieran para sí muchos de los que no son béticos, porque sabrían a qué clase de gloria sabe el coraje y la suerte de ser del Betis.
Pero, ¿qué pasa en la ciudad? Desde las almendras de Gavira, en el Prado, a los sabrosos vinos de Manolo, el del Bar Rositas; desde la prosa de Santiago Montoto al ilustre generalato de Sáenz de Buruaga; desde la jurisprudencia de Pepe Domenech a la medicina del doctor Tirado; desde los jabones de Cabadas a la ciencia contabilizadora de Joaquín Suárez, nuestro administrador; desde Heliópolis al Cerro del Aguila; de los olés del río maestrante y torero al Giraldillo catedralicio, toda Sevilla, erigida, hirviente de felicidad, se dispone a entrar, desde esta víspera de hoy, en la gran jornada que será mañana para los destinos, ya inmediatos, de nuestro club. No decimos que la suerte le sople, porque la suerte ya está con ellos; no decimos ¡ Aúpa, Betis¡, porque el aúpa constituye fundamento de su ánimo diligente.
Cerramos esta crónica, aunque usemos el mismo título de la primera que le ofrendamos, proclamando, con el énfasis de las grandes certidumbres, que el beticismo ha irrumpido ya en Sevilla como una gran riada, y no de agua, sino de fuego, que esa no engendra muerte, sino vida y gozo.
Bético hasta el aire, amigos; y si alguien sufre porque está con nosotros la palma graciosa de la simpatía, qué más quisiéramos sino poderles ofrecer algún que otro fracaso. Pero sería tanto como pedir que la luna bajase a la Tierra. Así es de duro y difícil que el fracaso esté con nosotros ¿Quién se opone a la verdad de los acontecimientos?
Con que, a respirar, sevillanos; a respirar desde ahora mismo la alegría de caramelo y mieles con que el aire bético se nos ha venido hasta el corazón. Porque, manque se pierda, eso…ya está hecho
Fuente: Francisco Montero Galvache en Sevilla 11 de septiembre de 1954