Chinaglia, un italiano héroe en Nueva York, de Manuel Sarmiento
Giorgio Chinaglia fue una de las grandes estrellas del fútbol italiano en la década de los 70, asociado a la Lazio que vivió una de sus más brillantes épocas. En 1976 marchó al fútbol norteamericano, que vivía una época de esplendor con la presencia de numerosas estrellas del fútbol mundial (Pelé, Benckenbauer, Cruyff, Cabañas, Carlos Alberto, etc) reunidas fundamentalmente por el Cosmos de Nueva York.
En el equipo neoyorquino Chinaglia jugó 7 temporadas, hasta 1983, ganando 4 Ligas y siendo el máximo goleador durante 4 temporadas, además de el máximo goleador en la historia de la North American Soccer League.
En agosto de 1981 en el diario deportivo As el periodista Manuel Sarmiento le dedicaba este artículo con motivo del gol 600 en su carrera deportiva.
Giorgio Chinaglia celebra su gol número seiscientos. En East Ruthenfond, en Nueva Jersey, lugar donde juega sus partidos el Cosmos, el jugador italiano grita alborozado. Sus rivales del Portland Timbers le contemplan. Es un gol importante en la vida del italiano trasplantado a Nueva York. Es un hito trascendente en este hombre, que se ha ganado a los seguidores del fútbol en la inmensa ciudad de los rascacielos. Hoy en día, Chinaglia es una figura popular en la urbe del Hudson. Y gracias a él, el fútbol puede que alcance carta de naturaleza en los Estados Unidos. Lo que no pudieron lograr ni Pelé, ni Beckenbauer, ni Cruyff, lleva camino de alcanzarlo este italiano de nervio puro, de velocidad en el área, de remate prodigioso. El gol es lo hermoso del fútbol y los norteamericanos han comenzado a gozar de este deporte con Chinaglia. Y han comenzado a sacarle gusto al «soccer» porque Chinaglia, domingo tras domingo, los traslada a la emoción del gol.
En el pasado mes de junio viajé a los Estados Unidos. Y casualmente estuve hablando de fútbol en Washington con un joven norteamericano de ascendencia hispana, Eduardo Gómez Martínez. El motivo de la charla se basaba en que haciendo un viaje desde la capital norteamericana hasta Annapolis, adentrándome en el estado de Virginia, vi un campo de fútbol con dos espléndidos marcos, sus redes y marcado reglamentariamente. Era un colegio situado un poco más allá de Arlington. Me extrañó, porque tenía entendido que campos de béisbol, de fútbol americano, de rugby, los que uno quisiera. Pero de fútbol-fútbol era tan difícil como encontrar una aguja en un pajar. Eduardo Gómez Martínez me puso en antecedentes. Y me explicó que el Cosmos había dado el gran impulso, que la presencia de Pelé y Beckenbauer había sido importante, pero que Chinaglia le había dado lo que pudiera llamarse el empujón definitivo. Me habló elogiosamente del Washington Diplomats, donde actuó el holandés Cruyff; del Dallas Tornado, de los equipos de Seattle, Los Angeles Aztecas, del Rochester, del Atlanta, del Tulsa, etc. Estudiamos a fondo la tabla clasificatoria, los pros y los contras del balompié en Estados Unidos, y llegamos a la conclusión de que antes de lo previsto los norteamericanos podrían dar el salto y convertirse en una potencia mundial. Es curioso que en Nueva York, en East Ruthenford, viese jugar al Cosmos ante el cuadro de Atlanta. Quizá por mi querencia al estado de Georgia, por mis simpatías por la Confederación, por todo lo que supuso «Lo que el viento se llevó» de Margaret Michels, quería que ganase el cuadro georgiano. Pero el Atlanta perdió. Chinaglia tuvo mucho de culpa. Me admiró el clamor de los goles en el estadio, las majorettes, la música ambiental. Pero comprendí que el fútbol puede llegar a ser en Estados Unidos algo realmente insólito.
Cuando en 1950 los Estados Unidos, después de perder con España en Curitiba (3-1), ganaron a la potente Inglaterra en Belo Horizonte por un gol a cero, en las tierras norteamericanas se pensó que el fútbol podía tomar carta de naturaleza. Nada más lejos de la realidad. Es ahora, con este italiano que destacó en el Lazio de Roma, trasplantado a Nueva York, cuando el fútbol puede el gran salto en Norteamérica. Chinaglia se ha hecho con Nueva York. Antes, los italianos ganaban a Nueva York, a Chicago, a Detroit, bien con la música, bien con el hampa. Colessimo, Capone, Torrio, Anselmi, Scalisse, Luciano, ets, sentaron un precedente. Sus nombres dieron la vuelta al mundo, aureolados por sus hazañas al margen de la ley. Fueron los reyes de East River, de la calle Cuarenta y Dos y de la Quinta Avenida. A Chinaglia no le ha hecho falta un «nueve largo» ni un revólver. Su arma, su metralleta, es el disparo fulminante con ambos pies ante los marcos adversarios. Y doy fe que lo hace a conciencia, sin piedad, con auténtica gana. Por eso, cuando una «vedette» de Broadway pasa por una acera del distrito del espectáculo, ya no llama la atención de antes. Máxime si en la misma dirección y a pocos metros de ella camina este Giorgio Chinablia, un hombre que ha escapado del Lazio de Roma para llenar todo un equipo, como es el Cosmos de Nueva York, la nueva meca del dorado futbolístico. En el fútbol norteamericano manda un italiano. Y lo hace con autoridad, con auténtico cargo de líder. A su alrededor hay grandes figuras del fútbol europeo o americano, como Rijsbergen, Bogicevic, Borja o Luisinho. Pero Chinaglia es Chinaglia. Se lo puedo asegurar yo, que le vi en el Cosmos ante el Atlanta. Insisto, yo quería el triunfo del Atlanta, y me lo chafó con su interés desmedido, con su gran velocidad en el área y con su remate.
Hace muchos años, los italianos de América eran famosos por sus hazañas al margen de la ley. Colessimo, Torrio, Capone, Scalisse, Anselmi, Nitti, Luciano…Hoy Giorgio Chinaglia lo es por su fútbol. Tanto, que es casi el hombre del año en Nueva York.