Creo en Dios. Creo en Don Julio Cardeñosa, de Javier Guerrero
Opino que el mejor jugador de la historia del Real Betis Balompié es Julio Cardeñosa Rodríguez. Lo digo después de varios años dedicado a la investigación de nuestra historia, leyendo viejas crónicas de periódicos escritos hace ya un siglo, en los casos más remotos, o de hace 50 años. Pero también lo afirmo con la ventaja de haberlo visto jugar prácticamente desde que llegó al Betis en el verano de 1974 hasta que se retiró al finalizar la temporada 1984-85.
Así pues lo que digo lo puedo atestiguar, puedo dar fe y testimonio de ello. Mis ojos vieron su manera elegante de conducir la pelota, su forma de desplazarla buscando a los extremos que se abrían por las bandas, o de templarla al centro del área para que el delantero del momento la pusiera al fondo de las mallas. En mi opinión juego con ventaja, porque no me lo contaron, lo viví.
El artículo que hoy traemos a Manquepierda está escrito por Javier Guerrero, que sin embargo no vio jugar a Cardeñosa. Cuando nació Don Julio ya estaba retirado de los terrenos de juego, pero la fe en él le fue transmitida por sus mayores, los que tuvieron la dicha de verle jugar.
Así nos lo cuenta Javier hoy, con la auténtica fe del que no necesita ver para creer.
Soy rotundo. Lo afirmo sin temor a la lapidación de practicantes totalitarios de otras religiones. Creo en Dios, pero no en el Dios que está usted pesando. Aquí vengo a hablarles de un Dios que no tratan la Biblia ni el Corán. Vengo a predicar sobre el Dios en el que yo creo, y yo creo en don Julio Cardeñosa Rodríguez.
Con solo leer el primer párrafo muchos ya se echarán las manos a la cabeza, pero cuando comparas al Dios católico con don Julio, son tantas las similitudes de las que te das cuenta que empiezo a sospechar que mi profesor de religión nos alumbraba con el vallisoletano y no con el nazareno.
Sin querer hacer un análisis deontológico ni religioso, es justo decir que la figura de Jesús fue una revolución absoluta para la época, llegando su influencia hasta nuestros días donde su cruz ha transcendido milenios y se ha convertido en uno de los símbolos más conocidos de la raza humana.
Bajando a lo mundano, o subiendo a los verdaderos altares, Cardeñosa supuso un antes y un después. Su pelo, su cuerpo menudo, su zurda mágica y su diez a la espalda. Ese diez que rápido se convirtió en cruz, pero para los rivales.
Pero antes de seguir encumbrando su magna figura he de confesar algo que tal vez les sorprenda. Nací en 1996, es decir, mi Dios llevaba más de dos lustros sin jugar cuando yo vine al mundo, por lo que no lo vi, y es precisamente por eso por lo que lo elevo a la categoría de divinidad, porque las enseñanzas de sus discípulos y apóstoles verdiblancos no admiten duda. Cardeñosa me fue revelado por la palabra, no escrita sino hablada, de mis mayores que disfrutaron con él más que con ningún otro en cantidad y calidad.
Si estás leyendo esto y no eres bético puede que seas de los que cuando oye su bendito nombre te venga a la mente aquello de “tan bueno no sería cuando falló aquella ocasión con Brasil”. A ti, querido ateo, solo te digo que si España estaba en ese Mundial era gracias a que de su divina zurda salió el pase para que Rubén Cano diera la victoria al combinado nacional en la “Batalla de Belgrado”. Con ese triunfo el combinado nacional logró la clasificación mundialista. Un milagro viendo lo que había, un milagro de Dios.
Pero para asistencias o milagros, las dos que faltas que lanzó en Madrid una noche de junio de 1977. De su zurda volvieron a nacer de dos jugadas que acabaron en dos goles de Javier López. Ante un señor equipo de fútbol como era aquel Athletic Club, multiplicó su fútbol, el vino, los peces, el pan y el palmarés de la entidad de Heliópolis. Él fue el Mesías que tras cuarenta y dos años por el desierto guío al Betis a la conquista de su primera Copa del Rey, elevando así a los altares al pueblo verdiblanco. Y desde ese día el Vicente Calderón fue tierra prometida para los habitantes de la Ciudad del Betis.
Hay muchas más proezas, milagros, noches de gloria y cómo no, alguna que otra noche de desasosiego, pues ni Dios entra triunfal en Heliópolis sin pasar algún que otro calvario. A sus seguidores nos queda lo más bonito, el testimonio de los elegidos que lo vieron y lo disfrutaron, la palabra que de generación en generación perpetuará la memoria del que más gloria dio a las 13 barras, don Julio Cardeñosa Rodríguez.
Javier Guerrero (@BetisShirts)