Cuando Toni Doblas se acordó de aquellos campos de tierra, de Manuel Fernádez de Córdoba
La eliminatoria de semifinales Copa d e 2005 se decidió en San Mamés desde el punto de penalti, pues hubo que acudir a los lanzamientos para dilucidar quien sería el finalista tras el empate a 0 de la ida en Sevilla y el mismo resultado en la vuelta en Bilbao.
En la tanda decisiva emergió la figura del portero bético Toni Doblas, quien al detener 2 penaltis a Del Horno y Ezquerro dio al pase a la final al conjunto verdiblanco. Ese día el portero bético se consagró definitivamente en el imaginario de la afición, que hasta ese momento mantenía dudas sobre el guardameta que llegó al primer equipo en octubre de 2004 ante las ausencias de Prats y Contreras por lesión.
En las páginas de ABC el periodista Manuel Fernández de Córdoba dedicó este artículo a Toni Doblas, que en estos momentos de gloria, se acordó de los campos de tierra en los que inició su carrera futbolística.
Llegó a la portería verdiblanca porque, ya fuese por casualidad, ya lo fuera porque estaría escrito en su destino, tanto Toni Prats como Contreras andaban lastimados y mucho Betis, que apenas si lo conocía, frunció el ceño, entonces ¿Toni qué?, ahora Tonidé, y aguardo a verlas venir porque, de entrada, parecía un portero atípico, que resulta que lo es, bueno y qué, y un tanto desgarbilado, alto como un pino y brazos interminables, que casi llegaba a la titularidad, entonces como eventual sustituto, desde los campos de tierra y que se encontraba con el tremendo reto y, de paso, con la enorme oportunidad de decir aquí estoy yo y pegar ese salto de venir de casi la nada a Primera División, y lo que se esperaba de flor de un día se ha ido haciendo bajo los palos para que mucho Betis, aun admitiendo sus formas no del todo ortodoxas en sus acciones, sí que fuese pasando de esa incertidumbre a la sorpresa y de ésta a la realidad de saber que, ¿quién no?, puede tener encuentros más o menos afortunados pero que, a cada partido que juega, ya se le ve lo que es y lo que puede llegar a ser, a su forma y manera, con una personalidad que viene adobada por la buena suerte, que es lo que Napoleón le pedía a sus generales, para hacerse con el puesto casi en propiedad y que, antier, en Bilbao, donde tuvo uno sus días más negros, entraba en la historia, y no precisamente por casualidad, para, lo que son las cosas del destino o la casualidad, emular y recordar a su maestro, José Ramón Esnaola, contra el Bilbao y no en Madrid sino en el mismísimo Bocho y explicar, en estos momentos en que vive lo que siempre había soñado y solo soñado, que vino a acordarse de aquellos campos de tierra y que sabía, y así lo ha demostrado, que, en esos momentos de la tanda de tiros desde el punto de penalti, le había llegado la hora del todo o del nada para mandar al garete ésta y quedarse con el todo.
Siempre se ha dicho, aunque no sea verdad, que los penaltis los fallan quienes los tiran, pero el otro día se demostró que son aciertos de quien está bajo los palos. Igual que hizo su maestro allá por el año setenta y siete del siglo pasado, qué casualidad también, contra el Bilbao…