El Betis de mayo, de Manolo Rodríguez
La trayectoria del Betis en la temporada 1984-85 presenta dos facetas totalmente opuestas. Una hasta el mes de marzo y otra a partir de esa fecha hasta final de junio.
El cese de Pepe Alzate a comienzos de marzo y su sustitución por Luis Carriega explican esas dos caras de la misma moneda. El equipo se mantuvo más o menos en la primera vuelta aún con una trayectoria muy extraña: no ganaba habitualmente en casa pero fuera estuvo imbatido hasta la jornada 20, de modo que cosechó 5 empates y 4 victorias lejos del Villamarín, pero en la segunda vuelta la racha forastera cambió y sin embargo los tropiezos caseros continuaban.
A raíz de la llegada de Carriega a comienzos de marzo, con el equipo luchando en los puestos de descenso, el equipo reaccionó, y se salvó en la última jornada con un partido dramático en La Rosaleda en la última jornada de LIga.
Quedaban dos meses de competición, con el equipo inmerso en la Copa, donde a mediados de abril se había ganado 3-1 al Barcelona, flamante campeón liguero, en la ida de los cuartos de final.
Este artículo de Manolo Rodríguez en las páginas de Diario 16 Andalucía se publicó el 18 de mayo, con un panorama radicalmente distinto: 3 días antes en el Nou Camp el Betis había aguantado brillantemente las acometidas azulgranas, y con un 2-1 en contra, se plantaba en las semifinales de la Copa.
Y en la Copa de la Liga se había eliminado de forma brillante el Valencia (victoria 4-0 en casa y derrota 1-0 fuera), y se estaba inmerso en la eliminatoria contra el Atlético de Madrid.
A estas horas, todo el país futbolístico mira con incredulidad la irresistible ascensión del Real Betis. Buscan razones desconocidas al resurgir de un equipo que hace apenas un par de meses se encontraba hundido en los lugares de descenso, y por el ningún observador cualificado estaba en disposición de apostar ni un solo duro.
Todo el mundo se hace cruces hoy sobre la nueva imagen, la nueva frontera poderosa y retadore del semifinalista copero, y del todavía aspirante a continuar en la Copa de la Liga.
Pero esas razones existen. El Betis de mayo no es un producto de la improvisación. Es el fruto lógico de un trabajo riguroso y coherente. Es la resultante última del afianzamiento de la lógica. Lo extraño, lo anormal, era el rendimiento anterior de un equipo que, hoy por hoy, cuenta en sus filas con suficientes recursos como para afrontar con éxito cualquier competición. No hace falta haber exprimido los manuales de Pedro Escartín para ver a las claras que jugadores como Calderón, Gordillo, Rincón, Parra, Ortega, Esnaola, Diego, etc, tienen entidad bastante para asegurar una línea de triunfos que coloquen al equipo verdiblanco en los primeros lugares del ranking nacional.
Sin embargo, este caudal humano no sirve para nada si la dirección técnica no está acorde con sus posibilidades. El Betis de las fatigas y los negativos empezó a cuartearse por mor de los errores de estrategia, y el agravamiento de la situación terminó por despersonalizar a los futbolistas, e incluso al propio público. No es posible—como ocurre en cualquier espectáculo—pedirles entrega a los espectadores si desde la hierba no se transmite ilusión, esperanzas y ganas de triunfo.
Ahora todo es distinto. Como ya dije en una ocasión, adquiere especial dimensión el acierto directivo al decidirse a contratar a un hechicero como Luis Carriega. Un “bruxo” que terminó por alejar de los espíritus verdiblancos los negros fantasmas del pesimismo. Al Betis, a la plantilla, había que devolverle la fe, porque el juego—estaba visto—vendría por añadidura. Es por ello que nadie deba sorprenderse del rabioso sprint de primavera. Es tan natural como la vida misma.
De cualquier modo, en estas horas de justificado júbilo heliopolitano, el reforzado presidente Retamero debería estudiar la solución de los problemas económicos y estructurales que todavía padece la entidad que preside. Este momento de gracia es el idóneo para firmar los decretos que desde hace algún tiempo duermen en las carpetas de las previsiones.