El calor, enemigo de los vizcaínos.
Ahora que comienzan ya a apretar los rigores del verano, aun cuando estamos todavía en mayo, traemos hoy un artículo de junio de 1931 publicado en el diario deportivo vasco Excelsior, y en el que su corresponsal en Sevilla, que firma como «Curro», relata las jornadas previas al partido de vuelta de las semifinales de Copa que tenían que jugar en el Patronato Betis y Arenas de Guecho. Ya hemos comentado que en la partido de ida en Ibaiondo el club rojinegro se había impuesto 2-1, y de cara al partido de vuelta se suponía una lucha despiadada y agónica entre los dos equipos por alcanzar un puesto en la gran final.
En esta crónica se nos habla de la seguridad que tenían los hinchas béticos en superar la eliminatoria, fiando una gran parte de este deseo a las altas temperaturas que se esperaban para la jornada. Hay que tener en cuenta que los partidos entonces se jugaban con plena luz del día, pues no existía entonces la iluminación artificial en ningún campo. Este concretamente se disputó a partir de las cinco de la tarde del 14 de junio, con las cálidas temperaturas propias de un día como ese en Sevilla, y que indudablemente eran un obstáculo para los jugadores vizcaínos.
También curiosa la alusión a la colonia vasca radicada en Sevilla, su relación con el mundo del frontón, entonces en pleno auge en Sevilla, y las apuestas que se movían en torno a este deporte/espectáculo.
Si yo fuera tan retruecanista como “Añala” y no respetara la seriedad del EXCELSIOR, empezaría este conato de crónica que dedico al próximo partido Betis-Arenas, haciendo juegos de palabras con la sal arenera y el azúcar sevillano. Sí, señores, con el azúcar sevillano, porque no me negarán que el domingo, por la importancia del acontecimiento, será para los andaluces un “día bético”.
El resultado del partido de Ibaiondo ha colmado el optimismo de los hinchas béticos, y aquí ya no se duda de que la jornada del domingo registrará una fuerte victoria para el buen equipo hispalense.
En parte existe base para esta confianza de los balompédicos, puesto que en su campo del Porvenir han propinado sendas y copiosas palizas a equipos tan calificados como la Sociedad donostiarra, el fenomenal Madrid y el más modesto Badalona.
Lo que más influye en la seguridad que tienen los sevillanos en su victoria es el creer que los guechotarras no podrán resistir los cincuenta y tantos grados de fuego (ayer tuvimos 41 a la sombra) que Don Lorenzo de Sevilla, partidario bético sin duda, lanzará vengativo sobre las poco acostumbradas testas de los bravos areneros; pero—decimos algunos—este inconveniente, ¿no lo será al mismo tiempo para los jugadores del Betis, algunos de los cuales, los no sevillanos, tampoco están acostumbrados a las caricias del verano andaluz?
Mientras los sevillanos se las prometen muy felices y anuncian no sólo la derrota de sus contrarios del domingo, sino la conquista final del campeonato, en grupo de partidarios del Arenas, concurrentes habituales al frontón, han recogido apuestas a favor de Yermo y compañía.
Mucho tendrán que hacer los areneros para conquistar el título de finalistas, puesto que tropezarán efectivamente con la desventaja del calor y además con un equipo temible en su campo, que más que ilusión tiene seguridad de ganar (esto puede ser una ventaja según las teorías de Vallana), pero nosotros confiamos en los arrestos de nuestros rojinegros y pensamos en la reciente eliminación del Valencia.
Es de esperar que el partido se desarrolle limpiamente dentro de la dureza de una lucha decisiva como ésta, porque los equipiers del Betis no dejan de publicar las atenciones numerosas que recibieron en Bilbao y el noble comportamiento de sus contrarios. El público sevillano es agradecido y hará lo posible por corresponder del mismo modo y, aunque como es lógico jaleará y animará a los suyos, no dejará de dar pruebas de simpatía para los del Arenas. También éstos tendrán su hinchada en toda la colonia vasca de Sevilla, que se unirá para alentar y aplaudir a sus valientes paisanos.