El delantero de la guerra preventiva, de Alfredo Relaño
El gol decisivo de Dani en la final de Copa de 2005 sirvió al jugador trianero para pasar a formar parte de la mejor historia verdiblanca.
Pero no es ese el recuerdo que se tiene de Dani en otros ámbitos futbolísticos ajenos al Beticismo, donde ha calado la imagen de un jugador conflictivo y marrullero, como si fuera uno de esos defensas leñeros que ha tenido que sufrir a lo largo de su trayectoria en los terrenos de juego.
Al día siguiente a la gran final en las páginas del diario deportivo AS el periodista Alfredo Relaño dedicaba este artículo de opinión a la final celebrada, pero seguía reincidiendo en la visión negativa de Dani, que en su vida jamás lesionó a nadie, pero sí sufrió graves lesiones en su carrera deportiva. En esa misma final el jugador osasunista Pablo García, fichado luego por el Real Madrid, dejó constancia de su brusquedad y juego antideportivo, una cosa habitual en determinados tipo de jugadores a los que no se pone frecuentemente en la diana como sí se hizo con el delantero trianero durante su vida deportiva.
El gran año del Betis. El mejor año de su historia. Clasificado para la Champions, campeón de Copa. Y en el año del Centenario del Sevilla, que todo cuenta. La Plaza Nueva reventó anoche otra vez, después de un partido intensísimo, una final pura, de nervios, de intensidad, de resultado incierto, de dureza y fatiga, de emoción y lágrimas. No muy bien jugado por ninguno de los dos equipos, pero siempre con la impresión de que uno de ellos, el Betis, tenía más. Más clase en el ataque, más posibilidades para elaborar llegadas con peligro cuando se acercaba al área de Osasuna. Fue mejor en el área contraria y por eso ganó.
El hombre de la final fue Dani, un tipo curioso. Un delantero con instinto agresivo. Demasiado. Posiblemente se cansó desde niño de que los defensas le pegaran y decidió aplicar la doctrina de la guerra preventiva. Es un delantero que pega, finge y saca de las casillas a los defensas. Eso le ha costado enemigos y algunas lesiones graves. Pero bajo su estilo de camorrista y provocador late un delantero y como tal se comportó en el balón que le envió, profundo y preciso, Varela: buen control con la derecha (el gol es hijo del control, dicen los clásicos). Y perfecto remate cruzado con la izquierda. Golazo, gol de campeonato.
Luego sí. Luego su vocación de incordiante le llevó a fingir una falta que no existió, y eso dio lugar a una marimorena que por poco arruina la final. De resultas, en la siguiente jugada Pablo García se desahogó en la rodilla de Joaquín con las peores formas. Me figuro que si viene al Madrid lo hará con sanción incluida, como Zidane en su día. Por momentos pareció que aquello iba a tener un desenlace desagradable, pero felizmente no fue así. Osasuna supo perder, en el campo y en las gradas, de forma ejemplar. Nunca había estado tan cerca de un título nacional. Éste no lo ha conseguido, pero al menos ya sabe cuál es el camino.