El dueño y el presidente, de Luis Carlos Peris

El papel de José León Gómez como presidente del Real Betis Balompié a raíz de la conversión del club en SAD en 1992 ha sido puesto muchas veces en tela de juicio, dudándose de su capacidad de decisión propia y su actuación como mera pantalla de Manuel Ruiz de Lopera.
Esta situación, que fue más que evidente en su última etapa en la presidencia entre 2006 y 2010, ya estaba presente en los primeros años de la SAD en la que José León ocupaba la presidencia entre 1992 y 1996.
Como muestra lo que en este artículo de febrero de 1994 recogía el periodista Luis Carlos Peris en Diario 16 Andalucía, a raíz del partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa que Barcelona y Betis iban a jugar en el Nou Camp.
El partido fue fijado en principio para el miércoles 2 de febrero, pero posteriormente la Liga de Fútbol Profesional lo trasladó al jueves 3 de febrero, ante la petición por parte de las televisiones autonómicas de retransmitirlo. La directiva bética se negó al cambio, aduciendo defectos de forma en la comunicación recibida y manifestó su voluntad de presentarse a jugar el miércoles en el horario fijado antes del cambio.
En una de las polémicas habituales de la época José León intervino en el programa radiofónico de la Cadena SER con el periodista José Ramón de la Morena, aduciendo que para que el Betis accediese al cambio se hacía necesaria una compensación económica, mientras que a la misma hora en la Cadena COPE, en el programa del periodista José María García, Manuel Ruiz de Lopera accedía al cambio de día en un coloquio con el directivo barcelonista Antón Parera.
Dolía la sangre en la madrugada del martes al oír como el Betis, el Real Betis Balompié, era maltratado desde un presunto cariño, que es como el maltrato hace más sangre. Dolía comprobar cómo en una cadena de radio, el presidente exigía “qué menos que dos milloncetes” para jugar el jueves en Barcelona, mientras que a tiro de piedra de dial, el dueño del Betis pedía cariño para, antes de recibir dicho cariño, claudicar ante el Barcelona y ante los hombres. Era como la enésima ceremonia de la confusión la que se protagonizaba desde la cúpula bética, con el presidente diciendo blanco en una tribuna y el dueño diciendo lo contrario en casa del eterno rival.
Al final, lógicamente, prevaleció la opinión del dueño, no la del presidente, y el partido lo ganó José María García, que terminó dándole las gracias a Lopera por su generosidad. Me imagino que sería a la generosidad de haber desconvocado la rebelión desde su programa y no desde el otro. Pasa que el otro, los otros, difícilmente van a recabar la opinión de un presidente sin poder ejecutivo alguno, que sólo transcurrieron cuatro o cinco minutos desde el “qué menos que dos milloncetes” al solemne “el Betis no quiere dinero, sino cariño” con que Ruiz de Lopera dio por concluida la discusión con Antón Parera.
No soy quién para aconsejar a nadie, pero me malicio que José León va a tener poca cancha de ahora en adelante en los micrófonos. Bueno, la misma cancha que cualquiera que no sea presidente de algo, poquísima. Para qué van a llamarlo si cuando diga que es de noche, justo al lado según se desliza el dial, va a estar Lopera diciendo que es de día. Además, qué mal da en antena limosnear cuando por la emisora rival se da una lección de altanería, de dadivosidad y donde, a la misma vez, sólo se pide cariño y comprensión para un grande que aún no está en los cielos de la Primera División.
Patética imagen del Betis a las ondas de toda la piel de toro. Dolía y la vergüenza ajena no encontraba techo por obra y gracia de un presidente sólo nominal y de un dueño, amo o patrón, duro con las espigas y tierno, muy tierno, con las espuelas.