El Metropolitano, de Antonio Valencia.

Hoy el Betis juega en el terreno actual del Atlético de Madrid, en el que se ubica desde septiembre de 2017 y que fue bautizado con el nombre de Metropolitano, en recuerdo del estadio en el que el equipo rojiblanco jugó entre los años 1923 y 1966, aunque con algunos periodos intermedios de estancia en Vallecas y Chamartín.
Aquí se puede consultar la relación entre el Real Betis Balompié y el antiguo Metropolitano.
El 27 de marzo de 1966 contra la UD Las Palmas el Atlético ganó 2-0 en el último partido liguero jugado en el histórico recinto. Una semana después, con su victoria 0-2 en Sarriá, el Atlético ganó esa Liga de la temporada 1965-66. Ya sólo se jugarían 3 partidos oficiales más en el Metropolitano, los de Copa contra Mestalla, Valencia y Athletic.
Este artículo del periodista Antonio Valencia, publicado en el diario Sevilla el 29 de marzo, rememoraba al estadio Metropolitano que se encaminaba ya a sus últimos partidos. Todo un clásico en la historia del fútbol español y al que le quedaban ya pocos meses de vida.
En los mismos días en que se están demoliendo las viejas instalaciones del terreno histórico de Las Corts, fase comenzada bajo el simbólico golpe de la perforadora empuñada por el presidente del Barcelona, se ha entonado el responso al casi riguroso contemporáneo Estadio Metropolitano en 1923, y este último, aunque nacido algo más tarde, ha tenido más larga vida, porque en Las Corts hace ya más de media docena de años en que no se jugaba formalmente como terreno oficial del Club. En el Metropolitano se jugará aún lo que queda de temporada, pero hoy ha terminado su vida liguera oficialmente.
El Metropolitano era quizás el último terreno de los de clubs campeones que resistía en forma inteligible, pese a las reformas y adiciones de recintos aptos para contener público, en relación con lo que fue en la época de su creación. Restan aún, por ejemplo, modernos estadios situados sobre los solares antiguos, poco más o menos, como el de Chamartín, el de Sarriá, el de Mestalla y el de San Mamés. Algunos se han quedado a medio construir como el del Sevilla, cerca del antiguo Nervión, y el del Molinón gijonés. Pero el Metropolitano era aún de los clásicos. Cerraba uno los ojos y, sin mucho esfuerzo, se podía pensar que iba uno a abrirlos bajo idéntica luz ante el gran terraplén meridional característico de la gradona, y ver jugar el España-Inglaterra del año 1929, quizás el fasto histórico más importante del Estadio que se va a cerrar.
Ya sé que quedan para el fútbol español terrenos históricos: Atocha, El Sardinero, La Condomina y algunos otros, pero aquí me estoy refiriendo a la erosión de los terrenos históricos no sólo por loa años, sino por el éxito. En definitiva, lo que ha hacho mudarse más clubs desde sus recintos históricos, desde los primeros tiempos del fútbol español, ha sido el éxito que los dejaba pequeños, aún dentro del gran “boom” futbolístico que, con ligeras inflexiones, se mantiene desde la postguerra. No sé si las dimensiones actuales serán las definitivas para una larga temporada, pero hasta la fecha los campos españoles no han llegado aún—puede que estén cerca—a la estabilización de los terrenos británicos, que suelen ser los mismos y con unas capacidades sólo ligeramente aumentadas mediante retoques, desde hace lustros y lustros.
Salvo en la luz, que llegaba desde el Guadarrama en las tardes por el lienzo abierto, era incopiable y, por muchos años, la más bonita que se asomaba al fútbol en España. El Metropolitano era en nuestro fútbol lo más parecido a un campo de fútbol inglés. El gran número de localidades a pie, la tribuna con terribles vigas metálicas y las instalaciones del público sin ninguna simetría—con cara propia de gradona, la lateral de los socios, la tribuna y el paseo—tenía esa característica facha de los campos ingleses que parecen hechos a puñados. Era un campo gracioso, luminoso y anárquico, en donde cualquier cosa, además, podía suceder en fútbol con un equipo propietario que hacía lo más difícil y fallaba lo más fácil, hasta un penalti con el que en 1936 se salvaba de la Segunda División.
Quizás los lectores encuentren excesiva la despedida a un campo antiguo entre tantos que han muerto, o se han renovado, pero el Metropolitano me parecía a mí un enclave del fútbol antiguo, en el que fue suntuosa construcción cuando se fundó, en el de hoy. Hemos quedado, para no entrar en mayores precisiones, que el fútbol antiguo era más anárquico e individualista, y el de ahora es más colectivo y tecnificado. Cuando la colectivización y la técnica, entre sus ventajas, segregan también sus monstruos, y ello sucedía en el Metropolitano se notaba más el contraste. Tiene uno, que decir como el barojiano Shanti Andía, que se alegraba que sus hijos no fuesen marinos, pero que le quedaba por dentro un poco de pena.
Sí, se alegra uno de que el fútbol, hasta en la traza de los campos, marche hacia el progreso y, sin embargo, algo protesta por dentro cuando se ve que de veras se acaba el Metropolitano, al que le quedan para morir, después del de hoy, los partidos de Copa que le quedan al Atlético. No se alegra uno del todo de que desaparezca este viejo y disparatado campo, al que la luz eléctrica, por ejemplo, le sentaba peor de lo que le sentaría a un setentón un atuendo yeyé.