El miedo guasónico.

El 11 de junio de 1995 en el Villamarín se jugó el derbi en el que los dos equipos tenían la oportunidad de confirmar su clasificación para Europa, cuando este motivo no era tan habitual como lo ha sido en los últimos años.
Era la penúltima jornada del Campeonato, y llegaban a ella empatados a 42 puntos en la cuarta posición de la tabla para el Betis y la quinta para el Sevilla. El Betis se impuso 2-1, con tantos de Kowalczyck y Sabas, lo que aseguró la clasificación europea verdiblanca, rematada una semana después con una victoria en el Bernabéu y una magnífica tercera posición final.
Al día siguiente del partido en las páginas de El Mundo Deportivo este artículo de Fabián Ortiz, relataba el ambiente de un apasionante derbi.
Gabriel García Márquez acuñó aquello del miedo escénico y Jorge Valdano se lo pidió prestado para instalarlo en el Santiago Bernabéu de la “Quinta”. Si Gabo hubiese vivido el derbi sevillano de ayer sin duda se hubiese inventado, con la magia y la gracia que él es capaz de echarle a la literatura, una nueva forma de sentimiento: el miedo “guasónico”.
Nadie como un bético o un sevillista sabe ciertamente lo que significa ser objeto de mofa, de escarnio público y privado y de cachondeo cruel por culpa de una derrota. Nadie como ellos, vecinos irreconciliables, conoce el sabor a acíbar de las bromas que siguen a la derrota. La guasa espera agazapada en el despacho, en el colegio, en el kiosco de la esquina y a veces hasta en casa. Ese dormitorio escenario de tantos momentos de gozo puede convertirse, por mor de un gol más o menos, en un infierno desatado cada noche.
Y si no, que le preguntan a Faustino Márquez, dueño de una pequeña parada de venta de golosinas y pipas, en la entrada del Villamarín, un tipo con toda la sal de esta tierra. “Mis dos hijos y somos del Betis, pero mi mujer es sevillista. Ya se sabe que no se puede tener todo en esta vida, porque es muy buena mujer, pero el lunes puede arder Troya…para bien o para mal·, cuenta Faustino, que más de una vez cambió el lecho matrimonial por el sofá de la salita “pa no aguantal la más”.
Por temor a la guasa Luis Cuervas, el presidente del Sevilla, se quedó en el Sánchez Pizjuán. Le daba miedo el cachondeo y, claro, los insultos que le obsequian cada vez que pisa tierra verdiblanca. “¿Ahí? Ahí yo no voy nunca. Fui durante muchos años, antes de ser presidente del Sevilla, con un amigo bético, pero ahora no tengo nada que hacer en esa casa”, argumenta Cuervas, conocido aquí como “Caragato”.
Por lo demás, el euroderbi, como lo bautizaron los sevillanos, fue correcto. No se llenó, tal como estaba previsto ( a mediados de mes no son muchos lo que se gastan entre 6.500 y 8.500 pesetas en el fútbol o en cualquier otra cosa) y los Biris, los ultras blancos, apenas se amontonaron en número de 450 en un rincón de la grada de la Palmera. La mayoría prefirió sufrir la incerteza del miedo a la guasa frente a la tele. Y acertaron. Aunque a partir de hoy se les abren las puertas del infierno. Y para los béticos, las del circo. Todo por la diferencia de un gol. En Sevilla, ayer, hoy, mañana, todo un mundo.