El nacimiento de una tradición, de Patxo Unzueta
El Athletic Club de Bilbao es uno de los clubs más antiguos de España. Sus orígenes se remontan a la última década del siglo XIX, pero además tiene una peculiaridad que lo hace distinto a muchos otros clubs que pueden ser tan antiguos ó más, y es el exquisito respeto que muestra hacia su historia, hacia sus orígenes y hacia su peculiar forma de ser y de entender lo que es una afición y un sentimiento.
De su nacimiento en 1898 y de las circunstancias sociales y políticas que concurrían en Bilbao en esa época trata este artículo del periodista Patxo Unzueta, en esa magnífica obra que es «A mí el pelotón, y otros escritos de fútbol».
El nacimiento de una tradición
Seis años tenía Pichichi cuando, según la tradición, nació el Athletic de Bilbao. En 1898. Pichichi: Rafael Moreno Aranzadi, autor del primer gol que se marcó en San Mamés. Pero nadie había pensado todavía en construir un campo de fútbol en Bilbao aquel día de la primavera de 1894 en que unos deportistas locales tuvieron la ocurrencia de enviar a la prensa un aviso en el que desafiaban a los residentes británicos a disputar un partido en las campas de Lamiaco, a 10 kilómetros de la capital.
Existe una escueta crónica del encuentro, aparecida el 4 de mayo de aquel año en El Nervión: “Ayer, a las diez de la mañana, se verificó en Lamiaco la partida de foot-ball entre ingleses y españoles. Los primeros lograron ganar la partida por cinco puntos. A presenciar la lucha acudió un numeroso público”. Mayo de 1894. Pichichi estaba a punto de cumplir dos años, y su tío, Miguel de Unamuno, tenía 29.
“El mundo es un Bilbao más grande”, escribiría mucho después el tío de Pichichi. ¿Cómo era Bilbao entonces? ¿Qué ocurría en el mundo el año en que iba a nacer el Athletic?
La capital de Vizcaya contaba con unos 75.000 habitantes, y el conjunto de municipios de la Ría, lo que hoy se conoce como comarca del Gran Bilbao, con unos 180.000. En los pueblos de la zona minera, Ortuella, Somorrostro, Gallarta (Sarabia), vivían unas 40.000 personas, inmigrantes en su mayoría; Baracaldo (Bata, Lezama, Clemente) contaba ya con 15.000 vecinos. Sestao (Panizo, Venancio, Uriarte), con unos 10.000. Portugalete (Aranguren, Julen Guerrero) comenzaba también su despegue, con 5.000 almas, el doble que Santurce (Gorostiza). Desde cinco años antes, un transbordador aéreo, que enseguida sería bautizado como Puente Colgante, unía Portugalete con Las Arenas, barrio residencial de clase media perteneciente al municipio de Guecho (Nando, Manolín, Arteche), del que también formaba parte la urbanización de Neguri, símbolo de la nueva plutocracia.
La ría fue vía de entrada pero también frontera. Por la orilla derecha, aguas arriba del Nervión, Erandio (Arketa, Zarra) era, con sus 6.000 vecinos, el principal núcleo fabril y proletario. El resto de la Margen Derecha seguía siendo, visto desde la mirada infantil de Pichichi tras la ventanilla del ferrocarril de Bilbao a Las Arenas, un verde prado: estupendas campas donde jugar al fútbol.
El paisaje que divisaban los marineros de los cargueros ingleses que entraban por la ría debía ser parecido a las estampas de las enciclopedias escolares que compendiaban la agitación de la vida moderna: ferrocarriles, casas de pisos, fábricas con chimeneas, vagonetas de carbón, tinglados portuarios, gabarras… Pero también descampados que la marea inundaba y prados donde pastaba el ganado. Como los de la vega de Lamiaco, donde por entonces se oyó por primera vez la palabra gol.
Además de los marineros, y de los ingenieros ingleses llegados para trabajar en las compañías mineras, también los vástagos de la burguesía local enviados a estudiar en algún college de las Islas conocían el nuevo deporte. Uno de ellos fue Raimundo Moreno, el hermano mayor de Pichichi, que le inició en los secretos del nuevo sport. Se sabe que fueron los hermanos Carlos y Pancho Castellanos quienes trajeron a Bilbao el primer balón de fútbol y un par de botas que poco después reproduciría para los practicantes locales un zapatero de la calle de la Estufa (hoy, viuda de Epalza). Carlos Castellanos fue el presidente del Bilbao FC, uno de los dos equipos que acabarían convergiendo en el Athletic Club de Bilbao.
¿De qué año estamos hablando? La fundación del Bilbao tuvo lugar en un domicilio de Algorta en 1900, pero asegura la tradición que desde tiempo atrás existía otro team que utilizaba el nombre de Athletic, aunque no hay pruebas de su existencia legal. Según Carlos Bacigalupe (Cafés parlantes de Bilbao, 1995), un incendio destruyó los archivos del Athletic, y en la prensa local no se encuentra referencias precisas fuera de la del partido de 1894 con los ingleses. Sin embargo, el hecho de que en 1913, con motivo de la inauguración de San Mamés, se hablase de los 15 años de vida del club y, sobre todo, el empeño que puso la directiva en celebrar en 1923 las bodas de plata, indican que había acuerdo en fechar la fundación en 1898. La mayoría de los protagonistas del acontecimiento vivían en 1923 y no es lógico que, de existir dudas al respecto, ninguno de ellos las expusiera, rectificando a los promotores.
Quién sí las expresó fue el Barcelona. El presidente del Athletic se había dirigido a los demás clubs solicitándoles la cesión de uno o varios jugadores para formar una selección que se enfrentaría a los de San Mamés en el acto central de la celebración. El Barcelona adelantó su disposición a colaborar, cediendo a una de sus figuras, Samitier. Sin embargo, su presidente, Hans Gamper, argumentó que el nacimiento de un club se refleja en la redacción de unos estatutos, la elección de una junta directiva, la inscripción en un registro. Y que, con arreglo a ese criterio, el nacimiento del Athletic no se había producido en 1898, sino en 1901. Es decir, con posterioridad a la fundación del FC Barcelona, el 29 de noviembre de 1899.
Lo que estaba en disputa era, por tanto, cuál de los dos equipos, el Barcelona o el Athletic, tenía derecho a considerarse el club de fútbol más antiguo de España.
Si nos atenemos a la definición de Gamper, ninguno de los dos. Lo sería el Huelva Recreation Club, antecedente del Recreativo de Huela, fundado en 1879 o 1880 en esa ciudad andaluza por residentes británicos empleados en la compañía minera Río Tinto. Pero como eran ingleses todos sus componentes, tanto directivos como jugadores, hay argumentos para discutir su decanato.
Los de Bilbao se remiten a la tradición: si en 1923 se celebraron las bodas de plata y en 1948 las de oro, sin que los testigos directos plantearan objeciones, es que la fecha de 1898 es buena. Eso va a misa. Así lo sostuvo ya en 1921, en las páginas de la revista Hermes, el periodista José María Mateos Larrucea, autor de la primera historia del Athletic, publicada un año después. Este Mateos, que sería varias veces seleccionador nacional de fútbol en los años veinte y treinta, había nacido en 1888 y estudiado, como Pichichi, en el colegio de los Escolapios. Así resumía en Hermes los orígenes del fútbol en Vizcaya: “La abundante colonia inglesa y muchos jóvenes vizcaínos que frecuentaban Inglaterra introdujeron lógicamente en nuestro país el juego del foot-ball. Hacia 1897 era un nutrido grupo el que lo practicaba, utilizando para ello un terreno próximo al hoy barrio de Neguri y unas campas en Lejona. Comprendieron la necesidad de constituirse en club, y en 1898 fue creado el Athletic, surgiendo poco después el Bilbao, y más tarde el Unión”.
Otro periodista bilbaíno, Francisco G. de Urbieta, también condiscípulo de Pichichi, publicó en 1941 una nueva historia del Athletic que sitúa en 10 de julio de 1898 el nacimiento oficioso del club. La palabra implica un claro reconocimiento de que la fundación oficial es posterior. Para los bilbaínos, lo importante es la práctica, no su reconocimiento oficial. Y la práctica del Athletic se inicia un día de la primavera de 1898 en el que unos cuantos socios de la Sociedad Gimnástica Zamacois jugaron un partido, no sabemos con quién, y decidieron bautizar a su eleven como Athletic. ¿Acaso no dice la Santa Madre Iglesia que tan válido es el bautizo privado como el celebrado con ceremonia y padrinos?
Lo que importa es tener un nombre. El elegido por aquellos pineros hacía referencia seguramente a las atléticas ocupaciones del club al que pertenecían, fundado en 1879 por el atleta local José Zamacois, uno de los 23 hijos del pedagogo fundador del Colegio de Humanidades de Vizcaya. La sede del gimnasio estaba en la calla de Ibáñez de Bilbao, cerca de la casa natal de Sabino Arana Goiri, el fundador del nacionalismo vasco. ¿No hay aquí suficiente concentración de fundadores como para, pelillos a la mar, Gamper, admitir la primogenitura bilbaína?
El nacimiento del Athletic llegaba en el momento más oportuno; cuando la industrialización y sus secuelas cuestionaban las viejas solidaridades y el nuevo Bilbao, pujante y despiadado, buscaba renovados anclajes: símbolos de identificación compartidos que ayudaran a superar la aguda polarización social y división política que constataba, por ejemplo, el Ramiro de Maeztu filoanarquista de 1897: “De un lado, la minoría afortunada que levanta, para recreo de sus ocios, los hoteles coquetones de Las Arenas y Santurce, Algorta y Portugalete, y las mansiones espléndidas del magnífico ensanche de Bilbao. Del otro, la mayoría de desventurados, guareciéndose en esa cuenca mineral cuya fealdad infunde espanto, y partiendo la vida entre el sombrío hormiguero de la mina y el barracón inmundo”.
No se sabe cuándo marcó Pichichi su primer gol, pero sí que solía jugar, con su hermano Raimundo y otros condiscípulos, en la campa de los ingleses, así llamada porque hubo en ella un cementerio protestante. Estaba situada a orillas del Nervión, enfrente de la Universidad de Deusto, donde ahora se levanta el Museo Guggengeim. El padre de Pichichi, Joaquín Moreno Goñi, abogado, natural de Amurrio (Alava), fue elegido concejal en 1895, y durante unos meses de 1896 fue incluso alcalde accidental. La fuerza mayoritaria en la corporación era el Partido Carlista. Sin embargo, en las elecciones de 1897 se renovó parte del consistorio y los conservadores liberales de La Piña, que agrupaba a los principales industriales vizcaínos, se convirtieron en la fuerza mayoritaria, con 14 concejales, seguidos por los republicanos, con 8, los carlistas, con 5, y los socialistas, con 4.
Las identidades tradicionales iban siendo sustituidas por otras nuevas. El año del bautizo del Athletic hubo elecciones provinciales por el distrito de Bilbao. Eran las primeras a las que concurría el Partido Nacionalista Vasco, nacido tres años antes. Su creador, Sabino Arana, obtendría una de las cuatro actas en disputa. Los resultados reflejan el pluralismo de la ciudad. El partido de Arana fue el más votado en el Casco Viejo; los conservadores, en el Ensanche, y los socialistas, en los barrios obreros de San Francisco, Cortes y Bilbao la Vieja.
De acuerdo con ese pluralismo político, el asociacionismo local fue diferenciándose, y a la vieja Sociedad Bilbaína, creada en 1839 a imitación de los clubs ingleses, y las más recientes El Sitio, de inspiración liberal, y Euskalerría, fuerista, nacidas ambas en los años setenta, se unieron en la última década del siglo los primeros batzokis nacionalistas y casas del pueblo socialistas. Los fundadores del Athletic ignoraban que 100 años después su invento sería la más universal de las asociaciones cívicas bilbaínas y la principal seña de identidad compartida por los vizcaínos, con independencia de sus ideas o creencias.
El año en que iba a nacer el Athletic, la vida política nacional estaba dominada por la guerra de Cuba, especialmente desde la entrada de Estados Unidos en el conflicto, en abril de 1898. Bilbao fue, según Unamuno, la ciudad que proporcionalmente contribuyó en mayor medida a los gastos de guerra, con aportaciones de particulares e instituciones. Pero también una de las ciudades donde se registró mayor agitación a cuenta de la campaña de los socialistas a favor del servicio militar obligatorio y contra el sistema de redención a metálico, que permitía a los jóvenes de las familias acomodadas eludir el servicio.
Esas familias enviaban a sus hijos al internado de los jesuitas de Orduña o a uno de los colegios religiosos de la ciudad, el de los Hermanos de la Doctrina Cristiana o el de los Escolapios. En este último se formó un equipo, el Victoria, que sería el primero de los dos en que militó Pichichi a lo largo de su vida.
El otro, sobra decirlo, fue el Athletic Club de Bilbao, en el que comenzó a jugar en 1910, poco después de que cambiase la indumentaria primitiva, camiseta con grandes franjas azules y blancas, por la nueva de rayas blanquirrojas. Para entonces ya se había producido la integración del Bilbao FC en el Athletic, que en 1901 había oficializado su existencia tras una asamblea de socios celebrada en el café García, en el número 8 de la Gran Vía. Luis Márquez fue el primer presidente, aunque el capitán y alma del equipo sería Juan de Astorquia. Los apellidos que aparecen en las primeras formaciones del equipo son muy representativos de la nueva burguesía bilbaína: Acha, Larrañaga, Arana, Careaga, Goiri, Aldecoa, Sota, Barquin… También aparece algún apellido inglés, como Mills o Evans.
Las noticias de fútbol aparecían en las secciones de Ecos de Sociedad de los diarios locales, y en unos términos que dan a entender que el espectáculo principal estaba fuera del terreno de juego. Según recoge el periodista bilbaíno Luis del Olmo (Bilbao, cómo has cambiao, 1988), muchas veces la crónica de los partidos ni siquiera reseñaba el resultado y sí, en cambio, datos como que entre los “curiosos” asistentes “veíanse numerosas señoras y señoritas de la alta sociedad bilbaína que contribuían con su presencia a animar a los jugadores y a dar mayor interés al emocionante match”. Otra crónica de la época, también recogida por Del Olmo, comienza advirtiendo de que “eran 11 por cada bando” y finaliza informando de que, a la terminación del encuentro, “el paseo del muelle de Las Arenas se hallaba favorecido por bellísimas algorteñas, santurzanas y areneras, que fueron obsequiadas y floreadas por los jugadores”.
Faltaban un par de décadas para que el pintor Aurelio Arteta retratase a Pichichi junto a su novia, Avelina Rodríguez Miguel, en un cuadro titulado “Idilio en los campos de sport”. Y aún tendrían que pasar algunos años más para que, con la incorporación de las clases populares a la nueva pasión, esa presencia femenina inspirase una copla sietecallera cuyo estribillo aseguraba: “Pa calentar a las mujeres/ ya no hace falta carbón./ Se calientan ellas solas, / se calientas ellas solas/ viendo jugar al balón”.
Chin-pón