El único fútbol, de los vascos, de Jacinto Miquelarena
Jacinto Miquelarena fue un periodista bilbaíno que fundó y dirigió el periódico deportivo Excelsior, uno de los más importantes de la España de los años 20 y 30. En 1932 pasó a Madrid para colaborar en ABC y dirigir la revista deportiva Campeón, aunque mantuvo en el deportivo bilbaíno una columna semanal de opinión.
Una que publicó en junio de 1933 es la que hemos escogido para el día de hoy. En ella aborda un tema que siempre fue muy polémico: los estilos de juego en el fútbol. Está claro que él abogaba por el fútbol directo y contundente que caracterizaba a los equipos vascos, relacionado directamente con el que se practicaba en Inglaterra.
Es indudable es que este estilo era el triunfador en España en los años 20 y 30, a raíz de los resultados, pues su gran propulsor, el Athletic de Bilbao, fue el claro dominador del fútbol español en esas dos décadas. También otros equipos vascos, aunque en menor medida, como el Arenas de Guecho, Alavés, Real Sociedad o Real Unión de Irún, lo practicaron, impulsando esta supremacía.
A ello hay que unir la prolífica cantera de jugadores en categorías inferiores en otros clubs, como Baracaldo, Erandio, Tolosa, Euskalduna, etc, que contribuyó a extender este juego, dada la inmensa cantidad de jugadores que desde el País Vasco nutrieron a clubs de toda España.
Y tampoco hemos de olvidar la importancia que tuvo la homogeneización de los terrenos de juego, desde que a mediados de los años 20 se hizo obligatorio que los partidos de competición oficial se tendrían que jugar sobre terrenos de hierba. Los campos duros de tierra que habían caracterizado a los equipos levantinos, andaluces y madrileños, y también a algunos catalanes, fueron sustituidos por terrenos de hierba en mejor o peor estado.
Es de destacar que los clubs que consiguieron ganar el Campeonato de Liga en sus 8 primeras ediciones, hasta el comienzo de la guerra civil en 1936, respondieron a este patrón de juego: el Athletic en 4 ocasiones, el Madrid (que se llenó de jugadores vascos) en 2, el Betis (otro ejemplo de importación masiva) en 1 y sólo el Barcelona en la edición inicial escapó a esta corriente de juego. Y en la Copa lo mismo: 4 ediciones para el Athletic, 2 para el Madrid, 1 para el Sevilla ( que triunfó cuando abandonó el juego filigranero y se sumó al juego directo) y la excepción del Español en la llamada “final del agua” de 1929.
Los equipos vascos les llevan una ventaja de varios años a los demás equipos españoles. Ellos se enteraron antes de lo que era el fútbol o, si se prefiere, ellos coincidieron por temperamento con el juego auténtico. Mientras, en otras partes se dio a la fantasía de inventar algo nuevo, el fútbol de caireles, durmiéndose en una falsa erudición y elevando el ratimago a la categoría de ciencia.
No hace falta ser muy viejo para recordar que, a la hora de enjuiciar técnicas y estilos, muchas plumas consideraban como desdeñable el juego rápido, directo y sobrio. ¡ Era primitivo ¡ Y la gente mejor dispuesta a admirar algo de los del Norte, admiraba cuando más el entusiasmo que ponían en la batalla y “su acendrado amor a la región”.
Todo lo demás era nada.
Esto duró algún tiempo y tuvo hasta una apariencia de verdad a causa de los campos de estepa; de los campos que ahora se llaman balcánicos. Sobre ellos el juego auténtico del Norte se hacía inseguro y naufragaba. Aquella eliminatoria famosa entre el Sevilla y el Athletic de Bilbao en 1921, que tantas veces se ha recordado, sirvió para que se creyera en definitiva que lo que hacía falta en fútbol era sangre torera. El Sevilla, naturalmente, no volvió a levantar cabeza.
Los campos de hierba, más o menos jugosos, han matado, por fortuna, el juego ratonil y van destilando, como un producto natural, el fútbol de tres pases … y goal.
La decadencia del Barcelona, evidente en esta época, no es sino la crisis de esta transformación y la consecuencia de su desorientación a la hora de decidirse definitivamente por el verdadero fútbol, siguiendo el ejemplo del Madrid.
El Madrid es hoy un equipo tan vasco como cualquiera. Los jugadores vascos incorporados al cuadro, en una importante proporción, arrastran a los demás y han acabado imponiendo su manera. Fue José María Peña el que rompió el hielo, Desde entonces cada vez el Madrid ha sido más eficaz, porque cada vez el sistema de Peña ha aparecido más claramente en la trama madridista.
Y mientras el Sevilla intentaba imitar sobre el terreno la literatura que se hacía sobre el juego, el Betis avanzaba por la única senda y triunfaba.
El escándalo Elícegui ha sido el punto culminante de la transformación que se observa en España. Este hombre dijo la vertical perfecta un día, y la gente quedó asombrada. El público había ido descubriendo el juego auténtico sin enterarse del todo, y de improviso Elícegui le había dado la sensación de que al fin lo había descubierto.
Más que un buen jugador, Elícegui es un símbolo y representa con su popularidad fulminante el reconocimiento de toda una sarta de errores entre aquellos que confundieron el principio del fútbol con el billar y el ratimago con la maestría.
No hay sino un fútbol, lo hemos dicho muchas veces, y ese fútbol es el que practicaron los vascos desde el principio y el que, al fin y al cabo, acabarán practicando todos: el único.
Hoy destacan dos equipos entre todos los de España: el Athletic de Bilbao y el Madrid. Los dos son igualmente vascos. No hay diferencia entre ellos. Lo que queda en el Madrid de un juego de adorno, Hilario, es un pegote en el equipo, que se despega de él constantemente.
Y cada vez más hay más equipos vascos en la península, aunque en ellos no aparezca ningún jugador del País Vasco. No importa. Son equipos vascos; es decir, equipos que han comprendido al fin, como comprendieron los vascos desde el principio.
Dejen ustedes que a esos equipos se les llame coperos. Es lo mismo.
Fuente: Excelsius 1 de junio de 1933