En el cine Alkazar vivíamos mejor, de Alejandro Delmás.

Ya tuvimos ocasión de ver aquí el dramático y decisivo partido que el Betis jugó en Sarriá en mayo de 1990 y en el que se dilucidaban una gran parte de las opciones para al ascenso directo a Primera División.
Hay que tener en cuenta que hace 30 años estos partidos no se televisaban y el único método de seguirlos era a través de las emisoras de radio. Por eso se salía de lo habitual y normal que en los locales de Canal Sur se pudiera visionar en directo el partido, para lo que fueron invitados en torno a un centenar de miembros de la entidad: directivos y ex directivos y también los futbolistas del plantel que no se desplazaron ese día a Barcelona.
Al día siguiente en las páginas de Diario 16 Andalucía el periodista Alejandro Delmás nos dejaba esta crónica relativa al visionado del partido, estableciendo un paralelismo con los partidos que 10 años antes se veían los lunes en el cine Alkazar, y que también tuvimos oportunidad de ver aquí.
Durante la temporada 80-81, cuando el Betis era capaz de empatar a dos en Atocha con la mejor Real Sociedad de todos los tiempos, e arrasar por 0-4 al Atlético a la orilla del Manzanares, y de pasar al galope tendido (1-3) por el Nou Camp, el hoy desaparecido cine Alkazar, en la Ronda de Capuchinos, se convertía, cada lunes, en lugar de peregrinación de la afición verdiblanca, que, enardecida, irrumpía en el patio de butacas para visionar aquellas hazañas, un día después, y en pantalla gigante.
Emulando a Dresden, tras el feroz bombardeo aliado del 45, “un equipo cuya belleza había sido admirada por propios y extraños se convirtió en pocos años en un paisaje lunar, de reconstrucción imposible”. Si la reconstrucción de aquel Betis del cine Alkazar resulta imposible o no, es algo que puede someterse a fuerte examen desde que ayer, desde las cinco de la tarde hasta las ocho, un centenar de béticos escogidos—periodistas al margen—tomaron al asalto, por rigurosa invitación, el centenar de localidades del auditorio interno de Canal Sur.
Diez años después de la temporada del Alkazar, Morán, Diarte y Benítez, en plena edad del video, se vieron reencarnados en Zafra, Mel y Puma, bien es verdad que lejos, en dimensión deportiva, de aquellos arquetipos. Gordillo aún existe. Entre los directivos actuales presentes, José María De la Concha, que clamaba un ancestral fault (foul) en las faltas españolistas, Serrano, Domínguez, Bustos, Lucena y Antonio Picchi, ahora secretario particular de Hugo Galera. Entre otros barones más del beticismo, José Núñez Naranjo, aquel presidente del 77, Antonio Moreno, Juan Del Nido o Juan Moya. Por lo demás, todos estos jugadores de hoy: Calderé, Gail, Neiman, Julio, Oliveira, Melenas, Job, y el preparador físico, Diego Soto.
Pues el Betis oscila de modo perenne entre el tormento y el éxtasis, la tarde de ayer fue ejemplificadora. El autogolazo de León enmudeció a la concurrencia que, instantes después, vitoreaba al Puma a pulmón herido tras el lujo que originó el empate. En el descanso, el ex presidente Núñez, corbata aflojada, cortaba la tensión de este modo: “Sufrir con este equipo, se sufre siempre, madre mía, pero hoy es peor, porque lo de hace diez años, cuando el último ascenso, aunque fuese mi responsabilidad, ya pasó. El gol de Monsalvete providencial, sobre todo para nuestra salud, y lo del Puma impresionante. ¿Lo del campo? Va paradito, un poco paradito”. En esos momentos, cuando la generalidad elogiaba el control del Betis durante ese primer tiempo, Julio vaticinaba correctamente: “antes o después aquí hará falta Zafra”. Sergei Neiman no hablaba. Alucinaba.
Después, todo esto: epítetos de toda laya dirigidos al renegado Gabino; dicterios hacia el juez de línea que validó la posición de Wolfram Wutke en el dos-uno, arritmias de toda índole…y explosión visceral con el empate a dos. Ya había salido Zafra, y Julio decía: “Al principio, se puede dudar del penalti, pero luego de la repetición, para mí no hay dudas, porque lo barre con la pierna de apoyo”. Por esos momentos, José María De la Concha, y ulteriormente, el mismo Núñez Naranjo, abandonaban la sala atropelladamente, incapaces de concederle más terreno a esa insoportable y familiar desesperación que le tiene cubiertos de cicatrices morales. Expulsión de José Luis. Diego Soto: “No sé cómo este jugador se ha vuelto tan agresivo durante estos últimos meses”.
Final digno de Milan Kundera: “Sevillista el que no bote”. El fenómeno verdiblanco es una de las escasas mutaciones típicas que aún es dado contemplar en el ecosistema de esta castigada ciudad. La búsqueda eterna del Santo Grial, el Deportivo de La Coruña (que también anda por ahí), el uno-tres del Nou Camp y el cero-cuatro del Calderón, se funden, conviven, en el misterioso planeta bético. Esta era la síntesis apasionada de Antonio Picchi: “Ya está el Betis donde yo lo dejé”. Ojalá que, por lo menos, sea más cerca del cine Alkazar cuando vivíamos (y vivían) mejor.