En la plaza del Patronato Obrero, de Don Criterio

Cualquiera que haya ojeado la prensa de finales del siglo XIX y comienzos del XX habrá visto la importancia que tenía el mundo de los toros. Sin lugar a dudas era la diversión más popular y la más extendida entre el conjunto de la población. Los deportes que empiezan a surgir en esa misma época tenían un carácter muy minoritario, y su práctica quedaba reducida a unos determinados estamentos de la sociedad.
Poco a poco en las páginas de la prensa se van abriendo hueco las competiciones deportivas, aunque el auge del toreo en los primeros 20 años del siglo XX es indiscutible. Precisamente es la llamada Edad de Oro en el mundo taurino, cuando la rivalidad entre Joselito y Belmonte está en pleno apogeo.
No obstante el fútbol se fue popularizando y convirtiéndose en un espectáculo de masas, sobre todo desde finales de los años 20. La instauración plena del profesionalismo, el incremento de los aforos de los campos de fútbol y el pleno desarrollo de competiciones regulares, como el torneo de Liga, son síntomas de la época de esplendor que se aproximaba para el mundo del balón.
En el contexto particular de Sevilla esta tendencia queda un poco matizada por la fuerza que la tauromaquia y su afición mantuvo durante buena parte del siglo XX, aunque es un hecho que el mundo del fútbol rebasó en popularidad al de los toros. Tal vez sea en los años 30 cuando se produjo esa superación. Los éxitos cosechados en esa época por el Real Betis Balompié contribuyeron aún más a la definitiva popularización del fútbol entre el conjunto de la sociedad.
Hoy vamos a ver un testimonio de 1931. Se trata de una crónica en clave taurina escrita por Antonio Reyes «Don Criterio», el crítico taurino del diario sevillano El Liberal, con motivo del partido de vuelta de las semifinales de Copa que protagonizó en junio de 1931 el Betis con el Arenas de Guecho. En Ibaiondo habían vencido los areneros 2-1 y la expectación desbordó la ciudad, hasta el punto de que el mismísimo Don Criterio asistiera a un partido de fútbol, lo que no hacía desde la única vez que fue en 1924.
El Betis cortó una oreja
Pido la palabra por una sola vez
Tarde espléndida y hermosa dentro de la esplendidez y hermosura del calor sevillano. Clausurada la plaza del Baratillo, hasta el próximo domingo, ¿qué hacer? ¿cómo pasar la tarde?. Pues al fútbol se ha dicho, y conste que soy y seré taurino hasta los restos.
Y por primera vez en mi vida decidí presenciar una fiesta balonesca, dirigiéndome a la “plaza” enclavada en el Patronato Obrero, la cual no conocía, como tampoco conozco la levantada en la Avenida de Dato.
Allá por el invierno del año de 1924, determinadas circunstancias me llevaron a la que entonces existía en el Paso de la Palmera, en la cual y antes de empezar la “corrida”, en la que actuaban “mano a mano”, el Sevilla y el Betis, me entrevisté con don Juan Belmonte García, gran admirador y entusiasta de este importantísimo deporte. Presencié parte de la “lidia”; pero como francamente no me entusiasmaba, aunque sí me distraía, abandoné el “circo”, y hasta ayer.
La “plaza” del Patronato Obrero se hallaba abarrotada de público ansioso de presenciar esta “corrida” de verdadera y extraordinaria importancia. El entusiasmo era enorme y la expectación como en aquellos gloriosos tiempos, que no volverán, en que toreaban el llorado Joselito y el inconmensurable Belmonte.
Toreaban las famosas cuadrillas del Betis y del Arenas, que vestían respectivamente de verde y blanco y azul y grana. Actuaban de “director de lidia” el competente Lloveras y de “dobladores”, léase jueces de línea, los caracterizados Medina y Gutiérrez.
Hecho el “despejo”, con generales aplausos de la abarrotada clientela, comenzó la “lidia”.
La primera parte de la “corrida” tuvo detalles, momentos en los que se aplaudió el valor y el arte de algunos “lidiadores” de ambas cuadrillas; pero en general se registró alguna relativa pesadez y nada verdaderamente notable, aparte de este “lance” ó de aquel “quite” apretado.
Lo mejor para este profano en materias futbolísticas fueron unos parones enormes dados al “enemigo” por el guardameta Jesús, de la cuadrilla del Betis, el cual debiera ser director general por derecho propio de este floreciente deporte.
Vino luego un descanso de varios minutos, y se reanudó la “lidia” más animada y con más decisión e intensidad que en la parte primera. A las seis y diez minutos cortó el Betis la primera oreja y estalló una formidable y clamorosa ovación. Pudo cortar esta cuadrilla dos ó tres más, dicho sea con todos los respetos debidos y con perdón de los maestros que entienden esta clase de “toreo”.
El Arenas trabajó bien, pero tropezó con el monumental Jesús, que con su valor extraordinario y una precisión más extraordinaria todavía, pletórica de gallardos arrestos, incluso saliéndose valientemente de la puerta del “chiquero” a los “tercios”, se adueñó de la portería, léase dirección general, y ni en broma.
El guardameta del Arenas es también cosa seria y excelente.
El Betis también lidió bien, destacándose algunos “banderilleros” de esta simpática y progresiva cuadrilla, los cuales fueron aplaudidos con verdadero calor y entusiasmo. El Betis sigue triunfando y no se deja ganar el tirón tan fácilmente por cuadrilla alguna.
Claro está que como buen profano en estos menesteres futbolísticos ignoro lo que son las derechas y las izquierdas. No conozco más que las izquierdas y las derechas republicanas. Consignaremos dos detalles que presencié durante la “lidia”. Primero, que se registraron sendos revolcones y volteretas, afortunadamente sin ulteriores consecuencias, y segundo, que los “mozos de espadas”, en vez de ofrecerles a los “lidiadores” el clásico botijo y la flamante toalla, se acercaban a ellos en los “tercios” y en los “medios”, provistos de unos saquitos de goma y con espléndida esponja refrescaban el rostro, cuello o pecho de los “toreros”.
Cuando faltaban unos segundos para terminar la “corrida” llegó el “enemigo” a la puerta de uno de los “chiqueros”. Dos “banderilleros” de la cuadrilla del Betis quedaron indecisos, confiados seguramente el uno en el otro. En tanto el “toro” se “emplazó” allí, sonó la última y definitiva pitada, y dióse por terminada la extraordinaria y trascendental “corrida” celebrada en la tarde de ayer en la “plaza” del Patronato Obrero.
Y aquí termina esta modesta croniquilla, emborronada en el argot taurino; perdonad sus muchas faltas.
Fuente: El Liberal 16 de junio de 1931