Entrevista Federico Cazorla 1977

En los días previos a la final de Copa de 1977 contra el Athletic Club la prensa hace memoria y se retrotrae 46 años antes, cuando el Betis jugó otra final contra el Athletic en Chamartín.
Esta entrevista de Manuel Fernández de Córdoba en el diario Suroeste se publica 2 días antes de la final y el protagonista es Federico Cazorla, tesorero de la directiva bética de aquel momento y además delegado de la expedición bética que participó en la final de 1931.
La entrevista es una auténtica joya, los recuerdos de Federico Cazorla numerosos y las anécdotas se suceden, todo ello adornado con la magnífica redacción de Manuel Ramírez Fernández de Córdoba.
«Yo fui el delegado del Betis en aquella final»
Cuando falta un día menos, cuando ya se dan muchos duros por una entrada, cuando ya está casi lista la pancarta y la gorrilla, cuando ya se están acompasando las palmas y aclarando la voz, cuando se sueña en el sábado, vamos a pegarle otro tirón a la historia de los verdes, caminando por los recuerdos de un hombre que vivió al minuto la finalísima del treintaiuno. Un hombre que tiene ya ochenta años, aunque no aparente más de sesentaitantos, un hablar pausado y sevillanísimo, unos colores desde la cuna, una memoria capaz de reconstruir aquel día pasito a paso y un nervio pronto, muy pronto…
Federico Cazorla Bermúdez era tesorero y tuvo la suerte de ir de delegado del club a Madrid. Federico Cazorla es un superviviente de excepción de aquel pedazo de historia y va a tener la dicha de ver la otra final.
– El sábado por la mañana me voy a Madrid… (y su cara me ha parecido 46 años más joven)
Hemos venido a verle para que nos hable del día 21 de Junio de 1931 y don Federico nos habla de él y de muchos días más. Es de estas personas que sabe un montón de cosas y sabe cómo contarlas. Las envuelve de gracia y las sirve con desenfado; las rodea de misterio y las termina con duende; las cuenta y hace que uno se las imagine no más que por un gesto de su cara o de sus manos.
– Si usted hubiera visto cuando yo llegué a Madrid, aquel día de junio, con mi sombrerito de paja (y uno está viendo aquellos famosos «quesitos» que paseara Chevalier por el mundo) y mi trajecito blanco (y las manos te están dibujando la hechura, y los ojos te están adelantando que va a haber guasa en el final de la anécdota), y me encuentro ese Madrid con agua a cántaros. ¡Ay Dios mío de mi alma¡ ¡cómo llovía¡ Fuimos en un tren especial y en tercera, claro, y en la calle Atocha, en un hotel que se llamaba… ¿cómo se llamaba?… ah, sí, creo que era el Nacional, nos pusimos a vender las entradas. ¿Usted sabe que nos dieron a elegir entre Madrid y Barcelona para jugar? Pues verá: nosotros pensamos que era mejor Madrid porque estaba más cerca y la afición no la íbamos a poder llevar a Barcelona. Ahí, y con el agua, comenzó la mala suerte.
Y son Federico mueve las manos como espantando los mengues. Las anécdotas apenas hay que preguntárselas: él las suelta cuando se le está calentando la boca, que no es difícil calentársela cuando se le nombran los colores de su Betis…, y le pone la pinta del arte en el detalle…
-Me acuerdo que el equipo, después de empatar y desempatar con el Arenas, se fue a Madrid y paramos ¿dónde paramos?, ah, sí, en la calle de la Montera, sí, en el número seis; en un hotel, bueno, en una fonda, que se llamaba… se llamaba,,, ah, sí, Hostal San José.
-Hábleme de la concentración
-¿Concentración? Allí estábamos todos, pero esto de las concentraciones se inventó después. Allí lo que pasaba es que vigilábamos un poco a los jugadores. Ellos hacían vida normal ¿Régimen de comida dice usted? Qué va hombre, allí todo el mundo comía lo que había. ¿Salir por las noches? Hombre, eso no. Me acuerdo que estando en la pensión se presentó la mujer de uno de los jugadores para pasar, cosa lógica, la noche juntos (¿me entiende?) y no la dejamos. Hombre, era la final… Ellos iban a un café de la Puerta del Sol, acompañados del entrenador Sampere y yo, pero nada más.
-¿Hablamos de dinero?
-¿Dinero? Ni un duro. Mire usted, de estas cosas le puedo contar cosas graciosas. Me acuerdo, por ejemplo que el día, fíjese usted bien qué día, 17 de julio de 1936 estaba yo en la tertulia de «El Balcón» y me llegó Antonio Moreno a decirme que le dejara al club dos mil pesetas porque si no le pagábamos a Saro se iba éste para el Sevilla. Se las dí y me dijo que me las pagarían en el próximo partido. ¿Se acuerda de la fecha? 17 de julio de 1936. Al día siguiente no estuvo la cosa para partidos de fútbol… Todavía tengo por ahí el recibo de las dos mil pesetas.
– Oigame, don Federico ¿y la final? ¿quién la pagó?
– El viaje a Madrid costaría unas cuarenta o cincuenta mil pesetas. Entre Ignacio Sánchez Mejías, Camilo Romero y ocho ó nueve más arrimamos lo que pudimos.
– Situémonos en la final ¿hubo prima?
– Hubo prima y consigna. La prima fue, en caso de ganarse, claro, de mil pesetas por jugador; la consigna era que había que ganar, pero no pudimos.
– Comienza el partido y el Bilbao marca, que así se llegó al descanso, dos goles. ¿El Betis hizo poco?
– Tuvimos oportunidades. Peralillo (que los diminutivos adquieren en don Federico esa familiaridad que da el cariño y la amistad…) tuvo un gol hecho. Me acuerdo que arrancó desde la línea media, sorteó (y los dedos de este bético de ochenta años brujulean por al aire haciendo los regates) a cuatro contrarios, se quedó solo ante el portero y se le fue fuera. Otra oportunidad fue de Adolfo, otra de Timimi… Pero no podían con el campo.
– Y llega el final del partido…
– Y a llorar. Los jugadores de antes se partían la boca. Ese Peralillo…, ese Enrique… ese Adolfito… Me acuerdo que Adolfito lloraba el pobre como un niño. De Adolfito le puedo contar muchas cosas ¡Cómo sentía al Betis¡ Me acuerdo que pasábamos muchas fatiguitas de dinero para llegar a pagarle a los jugadores a fin de mes. Adolfito siempre decía. “De mí no se preocupen ustedes; si hay cobro, si no hay, pues no cobro”.
Vayamos al presente si es que se puede ir al presente hablando con la historia. El Betis actual, el del sábado, el del día del Español, el que quiere reencontrarse con su pasado.
– Yo no fui a ver al equipo contra el Español. Y no fui porque iba a pasar un mal rato. Porque ¿sabe usted? A mí me ha dado muchos disgustos. Me acuerdo una vez, y ha comenzado el misterio de una nueva anécdota y nos ha prendido con la chispa de su habla, que estuve a punto de ir a la cárcel. Bueno, no fue una vez, sino tres. Verá usted: en Málaga, en Madrid y en Valverde del Camino.
– ¿Y qué pasó don Federico?
– Aquello tuvo gracia. En Málaga había un tío en la grada que no hacía más que meterse con el Betis y con los seguidores del Betis; que si éramos unos hijos de tal, que si esto, que si lo otro. Y yo, que era muy impulsivo, le pegué un puñetazo y lo mandé al campo. En Madrid, ¡cosas de la juventud¡, me tiré al campo otra vez y le pegué a un árbitro, se llamaba, creo, Villalta, porque estuvo fatal. Pero lo mejor fue lo de Valverde del Camino; fue un 15 de Agosto y debutaba Adolfo, Juan Martín y Timimi. Un jugador del Huelva, porque jugábamos contra el Huelva, le pegó una patada alevosa a Adolfito. No lo pude remediar; me tiré al campo a buscarlo. Recuerdo que me dieron en la espalda con un búcaro colorao y me llevé hasta las tantas en el cuartel de la Guardia Civil.
Ibamos a ir al presente y don Federico se me ha escapado por los recuerdos. Le vuelvo a citar el presente: el sábado próximo…
– Vamos a ganar
– ¿Tan convencido? ¿Pero no es mucho Bilbao?
– Yo me he apostado mil duros con un antiguo jugador del Sevilla de que el Betis va a ganar. Yo, con este amigo, he estado haciendo apuestas todo el año, cada vez que quedaba el Betis encima del Sevilla en la Liga y al revés, de mil pesetas y le ha ganado. ¿Por qué no le voy a ganar ahora?
Don Federico vuelve a su presente histórico. Vuelve y no retorna. Los casos curiosos se amontonan “Y ese Jesús, el portero, que bebía agua del pozo y quería tomar en los viajes agua mineral porque decía que no se acostumbraba…” “ Y ese Urquiaga, el mejor portero que ha tenido el Betis en todos los tiempos…”, junto a las gestas. Don Federico tienen en su clasificación personal de genios del Betis un nombre: Timimi.
– Para mí, aunque me acuerdo también de García de la Puerta, el mejor era Timimi. Me acuerdo que Ricardo Zamora hablaba de él con miedo. Decía Zamora: “el Timimi ese…” Yo le puedo decir que era una lagartija, un genio, un fenómeno. ¿Luis Del Sol? Bueno, muy bueno, magnífico en su época.
Por los rincones del recuerdo ha aparecido también la simpatía del Betis, “hasta en León, nos dice este hombre, pusieron una vez carteles diciendo viva el Betis”, y los malos tragos, y las fatiguitas gordas cada final de mes, “ahora en la actualidad todo es distinto”, y los nervios y las satisfacciones. Una de éstas, y gorda, es la hora verde del momento ¿Se ganará?
– Ellos, los vascos, van a pasarlo mal. Van a tener en contra a un Betis que yo creo que va a ganar.
No hay quien le saque de su convencimiento, quien le fuerce su ilusión, quien le contraríe su presentimiento.
– Yo como le decía, ya me he apostado mil duros… y lo que haga falta
Y don Federico ha vuelto a archivar su cerebro verde y se ha puesto a pensar en lo que queda hasta el sábado; hasta ese día igual a aquel en que, lloviendo a mares, se acercó por los madriles con trajecito y sombrero a vender entradas, parar en la fonda, prometer mil pesetas, marchar con las fatigas acuestas y el nervio pronto, sentir hasta en las entrañas un color: el verde.
Manuel Fernández de Córdoba en Suroeste 23 de Junio de 1977