Entrevista Jorge D´Alessandro 1992
En la cuarta jornada de la temporada 1992-93 en Segunda División el Betis cosechó un empate a 0 en su visita al Angel Carro para enfrentarse al CD Lugo, un equipo recién ascendido y un campo en el que se suponía que había que conseguir una renta superior para luchar con fiabilidad por el único objetivo del club esa temporada: el ascenso.
El partido fue malo, con un Betis con escasa profundidad y poco remate, excesivas precauciones defensivas y poca ambición. El equipo además terminó con 10 jugadores sobre el terreno de juego, tras la expulsión de Tab Ramos por dos tarjetas amarillas en el minuto 68.
En las páginas de Diario 16 de Andalucía dos días después del partido, el 29 de septiembre de 1992, se publicó esta entrevista a cargo del periodista Manolo Rodríguez en la que el entrenador Jorge D´Alessandro, en la madrugada del domingo al lunes en la estación de Monforte en el tren de regreso, explicaba las claves del planteamiento defensivo del equipo verdiblanco.
La labor de D´Alessandro al frente del Betis no fue afortunada, pues el equipo estuvo lejos de su objetivo, al punto de ser cesado en marzo de 1993, tras una derrota 2-0 en Palamós, con el equipo en séptima posición a 5 puntos de los puestos de ascenso.
El entrenador del Betis, Jorge D´Alessandro, entiende el fútbol como una ciencia cercana al ajedrez. Como una disciplina cerrada y precisa en la que no hay resquicio para la imprecisión, y sobre la que ha edificado todas las certezas de su mundo estratégico. Ese es su equipaje desde que arrancara su carrera en los alevines del Salamanca y por el momento parece que le va bien.
Por eso persevera, hasta el punto de creer en sus planteamientos como en un auténtico dogma. Una religión metódica que ya profesó durante su época como portero, cuando sorprendía a utileros y técnicos entrenándose cada semana con el tipo de balón con el que se iba a jugar el domingo siguiente. Corrían aquellos años en que el uso de la pelota era libre y en el que cada equipo jugaba con el tipo de esférico que creía conveniente.
Entonces D´Alessandro tenía tantos balones como equipos en su taquilla del Helmántico, acompañando a sus decenas de pares de guantes y a esos chandals especiales que se hacía traer de Alemania para aislar herméticamente del frío a sus achacosos riñones.
Hoy, el entrenador Jorge D´Alessandro tiene en su despacho del Villamarín un voluminoso conjunto de carpetas en el que encuentra soluciones a todas las demandas. Sólo de esta manera, según dice, “es posible saber qué clase de entrenamiento vamos a programar cada día y, lo que es más importante, sólo de esta forma podré explicarle a los jugadores porque vamos a trabajar de una manera o de otra”.
Una obsesiva tendencia a que no haya factores inexplicables y que es la que le lleva a utilizar con la plantilla un nivel de diálogo poco común. Así, por ejemplo, y según manifiesta, nunca apela a la testiculina para ganar los partidos, “ya que eso, aparte de ser un remedio poco fiable, debe suponérsele al futbolista como el valor al soldado”.
Por el contrario, desliza todo su mimo en las horas previas comentándole a sus jugadores cómo es el campo rival, qué temperatura se encontrarán, o qué intensidad tiene la luz de los focos, y vigilando desde cerca que os tacos de las botas sean los adecuados para el piso o que los slips que se coloquen los protagonistas no les provoquen ni rozaduras ni incomodidades.
Ese esquema de trabajo es el que le hace afirmar que “cada partido tiene su lectura y cada contrario su antídoto”, y por eso hizo lo que hizo en Lugo, que fue ni más ni menos que renunciar a un punta, reforzar el mediocampo, pedirle a su gente tensión en los marcajes y, si era posible, “velocidad en los metros finales para buscar el gol”. Pero como es sabido el gol no llegó.
“Sin embargo, todo salió conforme estaba previsto, y así me lo ha reconocido el propio Gordillo, lo cual me halaga”. Estas confesiones las hacía Jorge D´Alessandro en la madrugada del domingo al lunes mientras que tomaba un humeante café en la lejana estación de tren de Monforte, dibujando sobre una imaginaria pizarra la propuesta con la que saltó al Angel Carro. “Yo sabía que el campo sería un pantano y que eso impediría que Ramos y Gabino entraran en paredes o que pudieran precisarse los lanzamientos a las bandas para Gordillo o Márquez. Puestas así las cosas, temía que nos robaran el balón cuando estuviéramos saliendo y que cualquier contragolpe de ellos nos agarrara en desventaja numérica en la zona ancha. Esta fue la razón por la que tapé con Merino y con Ríos, para que nunca de perdiese la posición en el medio, y por la que Ivanov salió menos que de costumbre. Este sistema nos permitía estar bien plantados en todo momento y, además, creía yo que le daría a Ramos, a Gabino y a Mel más posibilidades de arriesgar en acciones individuales, ya que subirían con las espaldas cubiertas por un poblado mediocampo”.
“Desde este punto de vista—continuaba D´Alessandro mientas que nos avisaban para que volviéramos al tren—todo resultó como se había pensado. Las ocasiones de gol que tuvo el Lugo llegaron en balones aislados, sin claridad de jugada, y junto a esto, siempre estuvimos a cubierto en las pelotas paradas, que eran verdaderamente la única manera en la que podía llegarnos algún gol”.
Respecto a la pobreza del fútbol verdiblanco D´Alessandro se manifestaba enormemente comprensivo. “Ojo, que a mí me encanta el fútbol hermoso, pero no se puede jugar bien cuando nada está de tu parte; cuando el balón corre como por un río, cuando el contrario sólo pega pelotazos o patadas, cuando el árbitro no protege a los que construyen y cuando el riesgo a perder es más evidente que la posibilidad de ganar. De cualquier modo, nosotros siempre quisimos vencer, incluso cuando estábamos con diez, y, poco antes de la expulsión de Ramos, tenía previsto hacer un segundo cambio ofensivo, metiendo en el campo a Loreto y sacando a un medio”.
Pero eso no ocurrió y. al final, el Betis sólo logró el empate. Una igualada en la que se agradece el extraordinario esfuerzo delos verdiblancos, pero no su fútbol. Decían los directivos que el punto está bien y D´Alessandro asentía, “aunque según y cómo. Porque en Valladolid, por ejemplo, vamos a salir a ganar abiertamente. De eso no le quepa duda”. Será porque esa noche el entrenador del Betis, amante del fútbol como ciencia cercana al ajedrez, tendrá previsto jugar con blancas.