Entrevista Puma Rodríguez 2008
A balón pasado es el título de una obra publicada en 2008 a cargo del periodista Roberto Arrocha que, en base a entrevistas a ex futbolistas béticos y sevillistas, se dedica a desgranar múltiples vivencias de estos jugadores, en gran parte urdidas en la trastienda de los equipos, y por lo tanto desconocidas del gran público.
La que hoy traemos a Manquepierda es la entrevista realizada a José Luis Rodíguez, el Puma Rodríguez, futbolista argentino que jugó en el Betis entre los años 1988 y 1991. Llegado al Betis como goleador desde el fútbol argentino, su paso por el equipo verdiblanco estuvo saturado de situaciones conflictivas con entrenadores y compañeros, además de una gran polémica mediática en esos años por su tendencia al sobrepeso.
Todas estas cuestiones se ponen de manifiesto en la entrevista, además de su situación económica difícil en el momento en que se realizaba la entrevista, y su adaptación para seguir adelante en la vida.
José Luis Rodríguez, “el Puma”, nació el 21 de julio de 1963 en Buenos Aires. Llegó al Betis en 1988 con la aureola de ser uno de los mejores goleadores del momento. Se marchó tras no mostrar su mejor juego y resultar más conocido por su sobrepeso y las sanciones que recibió. Terminó siendo un ídolo en Rosario Central.
Vive en casa de sus padres, en Buenos Aires. Está casado, tiene dos hijos y trabaja como instalador de teléfonos. Hablamos del “Puma”, que rehace su vida.
– Llevo por lo menos tres meses diciendo que el lunes empiezo a correr. Pero nada. Tampoco nadie me acompaña, ¡eh¡. Se lo digo a mi señora y no quiere. Y claro, no pierdo peso. Debería bajar algo. ¡Estoy en ciento trece y no consigo ponerme a dieta¡ El peso siempre fue mi gran problema, tampoco es que comiera mucho, bueno, me gustaba comer, pero lo que digo es que tampoco estuviera todo el día comiendo y comiendo. Tengo una anécdota muy buena en el Deportivo Español, un equipo de Argentina en el que jugué. Cuando comenzamos a entrenar el técnico nos dijo que nos pesáramos y que pusiéramos en una lista el peso. Yo puse, creo que era 82; cuando terminamos de entrenar el técnico nos dijo que nos fuéramos pasando de nuevo por la báscula que quería ver cuánto habíamos perdido. ¡Yo me quería morir¡ Cuando me pesé resulta que la báscula ponía 85. El entrenador me dijo que era el único jugador que había visto en su vida que cogía kilos entrenando. ¡No se lo podía creer¡
– ¿Y en el Betis?
– En el Betis, curiosamente, había menos control del peso. Eso sí, una vez me mataron los periodistas cuando dijeron que me había perdido un partido por una indigestión al comerme un cochinillo. No, eso no fue así. Es más, no voy a negar que un cochinillo yo me lo puedo comer, pero ese día lo que pasó es que piqué de varias comidas distintas y algo me sentó mal. De verdad, tampoco comía tanto. Igualmente, por unos estudios de mi físico yo siempre supe que necesitaba algo más de peso que los demás
– ¿Qué estudios?
– Unos estudios sobre el peso de mis huesos, sobre la masa muscular… ¿Sabe cuándo fue la única vez que perdí peso? ¡Cuando el Betis me sancionó dos meses y no podía salir de mi casa¡ Cómo me puse… Había periodistas que llegaban a mi casa para hacerme una nota y se quedaban asombrados. Me decían: “pero Puma, ¿qué estás haciendo?”. Se creían que estaba haciendo unos ejercicios especiales
– ¿ Y qué estaba haciendo?
– Nada, absolutamente nada. A mí me sancionaron porque insulté al entrenador, que era Corbacho. Eso no tenía que haberlo hecho, vale, pero siempre he creído que tenía razón. Era un fijo en el once y de un día para otro me quitó de la convocatoria. Se lo dije: “Vos sos un hijo de puta”. Se lio una buena. Fue hasta cómico. Corbacho empezó a buscar testigos, habló con Pumpido y con otros. ¡Pero si estábamos los dos solos¡ ¿A quién iba a encontrar? Mi abogado me dijo que lo negara y ya está. No quise. Pensé, le pido disculpas y lo arreglo mejor. ¡Bufff¡ La que se formó. Me dejaron de pagar, algo que podía entender, pero es que además me tuvieron dos meses en mi casa sin poder entrenarme. Hasta Eusebio Ríos, que era el que me llevó al Betis, me dijo que no lo entendía. Pero Hugo Galera no quería saber nada. Yo tenía la obligación de estar en mi casa, así como le digo. Cada vez que salía tenía que pedir permiso. Si iba, por ejemplo, a El Corte Inglés tenía que llamar y decir “Voy a salir a las 11 de la mañana”. Me explicaron que tenía que estar localizado en cualquier momento por si me citaban en el club. Me estaba quedando flaco, la preocupación era lo que me tenía así
– Luego volvió a coger su peso, ¿no?
– Claro, claro, luego otra vez igual. Yo, de todas maneras, sabía que a mí me iban a dar caña con este tema. Siempre salía en los periódicos que si mi peso, que si estoy gordo, que si tengo que adelgazar bastante. Igual le pasó a Fantaguzzi. ¿Se acuerda de él? Los dirigentes del Betis nos dijeron que no le llamáramos Fantaguzzi porque era una marca de motos, o qué sé yo…Había siempre guasa con ese tema. ¿Sabe cómo lo llamábamos nosotros? El Dragón. El nombre se lo pusimos porque tenía un mal aliento impresionante. Siempre me he quedado pensando si a Cañizares, que por lo visto también le llama así, se lo pusieron por el mismo motivo
– ¿Y a usted quién le puso el nombre del Puma?
– Un periodista que se llamaba Juan Carlos Morales. Fue en el año 84. Yo siempre digo, en plan broma, que el otro Puma, el cantante, se hizo famoso en Argentina por mí. Una vez, recuerdo, quisieron hacer un encuentro para que nos conociéramos, justo antes de un partido entre Boca y Rosario. Llegué tarde y no lo pude conocer. Cada día que enciendo la tele veo que el otro Puma está sacando CDs, debe vivir bien, al revés que yo
– ¿Cómo está usted?
– De un día para otro entré en quiebra. Todo el dinero que tenía me lo administraba un amigo mío, abogado. Yo no sabía nada de las cuentas. Confiaba en él, como siempre he hecho con los amigos, pero no iban bien las cosas. Me fue a ver a Lima porque yo estaba allí y en la vuelta hacia Buenos Aires le dio un infarto en el avión. Sólo tenía 39 años. Fue todo tan rápido; me informé de las cuentas y me di cuenta de lo que estaba ocurriendo. Estaba en quiebra; había invertido el dinero y nos quedamos sin nada. Podría haber unos 400.000 dólares y me quedé a cero. Además, estaba en los últimos años de mi carrera y ya no me daba tiempo de recuperarme. Con los años lo he olvidado, pero al principio fue muy duro. El error de mi amigo fue no decirme nada, lo hizo para que no me preocupara, estaba intentando recuperar dinero y lo que hacía era perder más. No pude reclamar nada. Pequé de ignorancia. Yo por eso se lo digo a mis hijos, tengo dos, que estudien, que hagan una carrera universitaria; la vida está muy complicada y cuanto más formado estés más posibilidades tendrás de que se abran algunas puertas. Mire, es un ejemplo el que le digo. A mí me dijeron que iba a tener una ficha determinada en el Betis y cuando volví a Argentina, varios años después, vi que en el contrato ponía que la cantidad que yo tenía que percibir era el doble. Voló mucho dinero, eso es así. Fui un ignorante y no quiero que mis hijos les pase lo que a mí
– ¿En qué trabaja usted ahora?
– Trabajo de ocho de la mañana a cinco de la tarde instalando teléfonos por las casas. Llevo poquito tiempo, cuatro o cinco meses. Conseguí el trabajo gracias a unos amigos que me avisaron de esta posibilidad. Hay veces que la gente me conoce y me da un poco, no tendría por qué tenerla, de vergüenza. No se pueden creer lo que me ha pasado. También estuve un tiempo trabajando como remisero, que es como un taxista. Y a veces también ayudo en el quiosco que tienen mis padres, se venden golosinas, bebidas. Está dentro de nuestra casa, así que podemos estar viendo la televisión y trabajando a la vez. Todos colaboramos. Es que mi mujer, mis hijos y yo vivimos en casa de mis padres. Volví a la casa donde me crie. Mi vieja está esperando a ver si me voy ya…No, es broma; la mala suerte que he tenido en los negocios la cambio por la fortuna que tengo con la familia. Le estoy agradecido a Dios. Si tuviera que volver a nacer me encantaría volver a tener mi vida, aunque eso sí, con algunos cambios por errores que cometí
– ¿Dónde se equivocó?
– Hay una cosa de la que no me siento contento, cuando en el vestuario le pegué a Valentín. ¿Se acuerda de él? Estábamos picados en el entrenamiento y sin venir a cuenta me llamó pesetero. Nos peleamos y sufrió un corte. Fue así, y claro, no es una cosa de la que me sienta contento. Yo era más grande, él muy chiquitito, y no debí hacerlo.
De mi etapa en Sevilla me acuerdo mucho de Monsalvete. Teníamos una relación especial con su familia. Fíjese incluso que sus papás y sus hermanas había momentos en que se quedaban cuidando a mi nene. Monsalvete me intentó enseñar a bailar sevillanas, lo intentaba y lo intentaba, y yo fatal. No me salía nada. Me acuerdo también del tortazo que me pegué cuando jugamos…creo que fue contra el Málaga. ¡Casi me mato¡ Me había olvidado de la sensación de marcar un gol y me volví loco. Quise hacer una voltereta y nunca la había hecho antes. Cuando estaba saltando yo ya sabía que me iba a pegar un tortazo tremendo. Recuerdo que al día siguiente salió en los periódicos. Me quería morir. Otra historia buena es cuando entre los jugadores habíamos hecho la promesa de que si ascendíamos nos rapábamos la cabeza. Yo no quería ni imaginarme rapado. Pues ascendimos. Y los únicos que lo hicieron fueron Job, Miguel Ángel y Rubén Bilbao. Pumpido se fue al Mundial y nos dejó allí tirados. Y los compañeros me decían: “Venga, Puma, hoy te toca a ti”. Ni loco.