Entrevista Sebastián Alabanda 1980
En junio de 1980 el Betis sorprendentemente daba la baja a Sebastián Alabanda. Y digo sorprendentemente porque en la campaña recién finalizada Alabanda había jugado 31 de los 34 partidos de Liga, 6 de los 10 de copa y 8 de los 9 amistosos disputados. Fue toda una sorpresa que el Betis no le renovase, dado el alto rendimiento demostrado.
Sebastián Alabanda tenía entonces 29 años, y llevaba 7 en el primer equipo bético, al que había llegado en 1973 después de pertenecer a la cantera desde los infantiles y haber estado cedido en el Valdepeñas y el Rayo Vallecano.
Esta entrevista publicada en el diario ABC, de la mano de Manuel Ramírez y Fernández de Córdoba, resume su actitud de perplejidad ante la decisión tomada, pero que no menoscabó su beticismo ni una milésima. Ficharía por el Real Murcia, donde jugó dos temporadas antes de retirarse.
Se te va, Betis, un buen pedazo de un gran tramo de tu historia; se marcha un futbolista que te sintió hondo, en lo más hondo del pecho, cuando ganaste y perdiste, cuando fuiste a Europa o caíste en los sótanos de Segunda, cuando había que sacar pecho de triunfador, ahí la humildad, o cuando había que dar la cara, ahí el coraje, en las horas bajas.
Recuerdo una tarde negra en los verdiblancos. Jugaba la Real, Hércules y Burgos se salvaban al alimón, el Betis caía en Segunda. En las penumbras del Villamarín, un hombretón de Posadas apretaba los puños, dejaba correr las lágrimas y se decía entre dientes un “ahora hay que ser más bético que nunca”.
La noche del jueves se cerraba un ciclo, una trayectoria. A Sebastián Alabanda, informes técnicos por delante, se le daba la carta de libertad. Ayer encuentro al mismo hombre con las mismas lágrimas y los mismos puños apretados. Y, no lo olvides Betis, con la misma frase: “Ahora hay que ser más bético que nunca”. Y lo es y lo será. No entro en análisis técnicos que corresponden a los técnicos, ni en la decisión, sé el trabajo que ha costado, de una directiva que ha obrado al dictado, como debe ser, de un responsable y busca cimentar el futuro de la sociedad aun a costa de los sentimientos. Me quedo con el hombre, hablo con Sebastián porque ya la historia del Betis sabe de sobra quién ha sido y es Alabanda. Y me encuentro lo que me encuentro: “¿Qué que puedo querer para el Betis? El título de campeón me parece poco…”
Reunión el jueves. Preocupación en la secretaría. Pesaba un informe técnico que hablaba de rejuvenecimiento de la plantilla. Llegaba un hombre nuevo a firmar y otro, Sebastián Alabanda, a concretar su futuro. Charla con los directivos y acuerdo: habrá baja, pero mejor darle una larga cambiada al tiempo y esperar a que el futbolista arregle posibles ofertas demandando sus servicios. Así se acuerda cuando una llamada a Redacción deja en el aire la versión oficial. Alabanda ha quedado libre. Ya todo es historia, aunque no siempre se acierte haciendo las cosas con buena voluntad. Ahora, Sebastián, lo pasado y lo por venir…
– No me lo esperaba. Y tampoco creo que me lo mereciera
Sebastián en un día triste. Sebastián echando marcha atrás en los recuerdos para tratar de enjaretar una trayectoria con la honestidad por bandera…
– Y no me esperaba la baja porque he jugado muchos partidos esta temporada, no tengo una ficha alta, ni muchísimo menos, y quería terminar aquí, en mi Betis, mi vida futbolística
– Los informes, Sebastián…
– Me gustaría saber qué dicen esos informes, en que se basan. Pero ya…
A Sebas, al grandullón que tiene corazón para dar y repartir, se le quiebra un poquito la voz cuando rompe a hablar, a sentir…
– Jamás, ¿sabes?, tuve el mínimo problema con mi equipo, con el Betis. Nunca, nunca el mínimo inconveniente. Recuerdo que un día me dijo Carriega, me quiso decir el porqué no me alineaba en un partido. Inmediatamente le respondí: “No me tiene que dar explicación alguna, míster; que sea lo mejor para el Betis”
– ¿Crees tú que se han equivocado?
– Creo que sí. Yo podría estar jugando todavía dos o tres años más. Jugando, no de suplente. En el Betis saben que Alabanda, a la hora de jugar, le complica la vida al lucero del alba, no se deja ganar la pelea por nadie. Las pruebas están ahí: siempre he jugado más de veinte partidos por temporada. Otras pruebas están ahí: se fichan muchos jugadores, pero a la hora de la verdad, siempre jugábamos los de siempre. ¿Desilusión? Enorme. No quiero ni pensar en nada, casi no me lo creo. Es como si me hubiera pasado…yo que sé. Mira, tenía previsto irme hoy mismo a la Argentina, a jugar con la selección de la AFE, y les he dicho que no, que en estas condiciones de ánimo en que estoy no puedo ir. Me quedaré aquí, pensando. Y después…
– Después…
– Si hay proposiciones interesantes, pues a jugar en otro equipo. Aunque ya te puedes hacer una idea lo que supondrá para mí ponerme otra camiseta.
Tarde del jueves. Sebastián en secretaría. La hora tristísima de la cancelación. Los recuerdos se amontonan, no saben cómo salir.
– ¿Quieres creerte que he leído la carta de libertad hace diez minutos? La abrí en secretaría y no sabía ni lo que estaba leyendo
Marcha un futbolista; queda un bético más, un socio, un seguidor. Le hablas del Betis y…
– ¿El Betis? ¿Qué que puedo yo querer para el Betis? El título de campeón se me queda corto, me parece poco
Dos tardes para traerlas a los pensamientos. No aquellas grandes de cuando se fue tan lejos que parecía que el aire daba la vuelta; no aquellas otras de una vuelta al Vicente Calderón en que Sebastián decía junto a Esnaola aquel “ojú, qué Betis”; no tantas otras de goles, jugadas, entrega, pasión, coraje y honestidad. Me quedo con la de aquel día en que Burgos y Hércules sentenciaban al Betis; me quedo en aquel vestuario frío, apagado, quemando los últimos rescoldos de la tragedia, cuando Alberto Tenorio recogía vendas, medias, desazón y nervios rotos, cuando la enorme humanidad de Sebastián Alabanda repetía aquello del “ahora hay que ser más bético que nunca” ; me quedo también con la del jueves pasado , cuando se cerraba una página escrita con dignidad y temple, cuando un poquito de Betis marchaba escaleras abajo cruzándose en el adiós con el futuro, cuando Sebastián Alabanda repetía sus mismas palabras: “Ahora hay que ser más bético que nunca”.
No sé por qué asocio dos imágenes. Marcha Sebastián, el Betis mira al futuro y las gradas de Heliópolis han estallado esperando la remodelación. Cuando el cemento nuevo se levante, cuando el Villamarín sea el mismo y al mismo tiempo otro, no faltará quien recuerde por sus gradas a un futbolista todo corazón que llegó un día al Betis, jugó muchos años y sentía como el que más en cada partido…
Fuente: Manuel Fernández de Córdoba en ABC 15 de junio de 1980