Entrevista Victorio Unamuno 1977
A veces cuando uno menos se lo espera salta la liebre. Y eso fue lo que me sucedió hace poco, cuando repasando la edición del diario deportivo As de febrero de 1977 encontré una entrevista que el periodista Miguel Vidal le realizó a Victorio Unamuno, el delantero centro del Betis que ganó la Liga en 1935 y que por entonces vivía en la villa guipuzcoana de Eibar.
Tenía por entonces Victorio Unamuno 67 años, y aún recordaba con emoción los años pasados en el Betis, como se pone de manifiesto en la entrevista, en la que repasa su vida futbolística desde sus inicios en su pueblo natal de Vergara, de donde pasó al Deportivo Alavés y de ahí al Athletic. Tras seis años con los rojiblancos, con los que obtuvo 2 Ligas y 4 Copas pasó al Betis, pues en el Athletic la competencia con Bata no le aseguraba el puesto. En el Betis estuvo tres temporadas, volviendo al Athletic después de la campaña 1935-36. La crisis económica por la que pasaba el club, además de la competencia con Paquirri, le puso de nuevo en Bilbao, pero la guerra civil paralizó la actividad futbolística. Aún así, al reanudarse las competiciones en 1939, fue el máximo goleador de la Liga con 20 tantos en 22 partidos disputados.
Pero la llegada de un joven jugador, Telmo Zarra, y los años que ya tenían le hicieron retirarse en 1942 definitivamente.
105 goles en Primera División en 144 partidos con el Athletic y el Betis y 34 goles en Copa en 50 partidos son su marca.
Tiene la filosofía de la vida pintada en la cara. Yo diría que de casta le viene al galgo, porque tiene a gala ser pariente lejano del gran filósofo. Los abuelos de Miguel de Unamuno, patriarca de las letras hispanas, nacieron en Vergara, la villa donde precisamente vendría al mundo el que con el tiempo sería gran ariete del fútbol nacional: Victorio Unamuno.
Al que yo llamo, debidamente asesorado por personas que le vieron jugar, el precursor de Zarra. Telmo Zarraonaindía fue, efectivamente, el heredero de la camisola número nueve del Athletic de Bilbao. Una zamarra que Unamuno sudó en muchas ocasiones.
Hoy, Victorio Unamuno vive en Eibar, que es una especie de refugio de “viejas glorias”. Allí están Ciriaco Errasti, enfermo estos días, y Roberto Echevarría, que gusta de pasear todas las mañanas por el monte de Larrate y odia el contacto con otras gentes. De allí es también Muguerza, tío de Gárate, que habitualmente reside en Méjico. Y vive Victorio Unamuno, que es nuestro personaje, de las rentas de un restaurante de lujo, el Chalcha, y con la tragedia a cuestas: hace un año le tuvieron que amputar una pierna. La derecha. La de los goles.
Pero Unamuno lleva la desgracia con resignación. Estuvo atento y amable con nosotros. Sólo nos rogó, y es fácil comprenderlo, que no se le fotografiara con las muletas. Don Victorio acababa de levantarse y, por ausencia de su mujer, no pudo ponerse la pierna artificial que utiliza. Sentado, por tanto, alrededor de una camilla, donde afirma que hace la vida, fue desgranando sus recuerdos.
– Nací en Vergara el veintiuno de mayo de mil novecientos nueve. Mis primeros pasos en el fútbol fueron con el Aberri de Vergara, en categoría Regional. Dos años más tarde pasé al Deportivo Alavés y un año después ingresé en el Athletic de Bilbao.
– ¿Qué temporada era?
– La mil novecientos veintinueve-treinta
– ¿Qué cantidad cobró para ir a San Mamés?
– Mil pesetas. Tres veces más de lo que cobraba en Vitoria
– ¿Y eso, en la época, estaba o no bien como ficha?
– ¡Hombre, los tiempos han cambiado mucho¡ ¿Mil pesetas de antes comparadas con las de ahora? Pues no sé. Sólo sé que vivía normal y, además, llevaba dinero a casa. Claro que, al margen del fútbol, Roberto Echevarría y yo trabajábamos en un garaje
– ¿Tenían primas, don Victorio?
– Sí, sí… Cincuenta pesetas por ganar y veinticinco por empatar. Pero no necesitábamos aliciente: llevábamos el fútbol en la sangre
Victorio Unamuno deja vagar su recuerdo. Se le encienden lucecitas de nostalgia en el fondo de sus cansados ojos. A San Mamés todavía no había llegado Bata para hacerle sombra cuando ya Unamuno había saboreado las mieles de su primer título liguero: el correspondiente a la temporada 1929-30. Su primera temporada.
-¿Qué recuerda de ella?
– Varias cosas. Que sacamos siete puntos al Barcelona, segundo clasificado; trece al Real Madrid, que fue quinto, y la friolera de dieciocho puntos al Atlético de Madrid, que acabó descendiendo a Segunda. También recuerdo la camaradería que reinaba en el equipo y el apoyo del público. Era un gran Athletic de Bilbao el de esta época
Esta época a que se refiere don Victorio integraban la plantilla rojiblanca Blasco e Ispizúa, porteros; Rousse, Castellanos, Urquizu, Juanín y Careaga, defensas; Castaños, Garizurieta, Pichi, Muguerza y Roberto Echevarría, medios; y Lafuente, él, Iraragorri, Chirri II y Gorostiza como delanteros. Después de fueron incorporando Manolo Vidal, Uribe, Moronati, Bata, Felipés, Gerardo Bilbao, Cilaurren, etc
– En la primera época, cuatro años. Las temporadas 1933-34, 34-35 y 35-36 las hice en el Betis.
– ¿Qué cobró para ir al Betis?
– Veinticinco mil pesetas de ficha y mil de sueldo mensual
– ¿Un buen dinero, no?
– Sí, fue un excelente contrato
Dos títulos de Copa y otros dos de Liga era la renta que se llevaba a Sevilla de su paso por San Mamés. Pero Unamuno debía llevar escondida una varita mágica en su bagaje, porque el Betis, por primera y única vez en su historia, conquistaba en la temporada 1934-35 el título de Liga. ¡ Y Unamuno era el capitán ¡
– Aquello fue apoteósico, amigo mío. El Betis era un equipo entusiasta y fuerte, con gran visión de conjunto. Se contaba con un trío defensivo segurísimo, integrado por Urquiaga, Areso y Aedo. El título se decidió en El Sardinero, ante el Racing de Santander. La papeleta para nosotros era muy peliaguda, ya que el Real Madrid iba un punto por detrás de nosotros y jugaba en casa con el Arenas de Guecho. Me acuerdo como si fuera hoy de esta última jornada de un campeonato liguero glorioso para los béticos. Me acuerdo de los nervios del viaje, de las especulaciones acerca del resultado, del recibimiento posterior en Sevilla…
– ¿Cómo acabó esta última jornada, don Victorio?
– Pues que el Real ganó por seis a uno al Arenas y nosotros por cero a cinco al Rácing. ¡ Qué partido¡ ¡Estuvimos arrolladores¡
– ¿Marcaba usted muchos goles?
– Muchos. Fui goleador nato y me caracterizaba por la fuerza. Me cabe el honor de haber sido el precursor de Zarra, ya que él fue quien me echó al banquillo. Porque debe saber que después de finalizar mi contrato con el Betis volví a San Mamés. Jugué dos partidos y estalló la guerra civil. Terminada la contienda seguí una temporada más, la 1939-40, que, por cierto, fui el máximo goleador con veinte tantos. Después, la retirada, un tanto forzada por la edad y la presencia de Zarra.
– ¿Fue internacional?
– Nunca. Sólo preseleccionado contra Italia en San Mamés
– ¿Qué jugadores le gustaban de la época?
– Luis Regueiro y Gaspar Rubio, por encima de todos
– ¿Y de los de ahora?
– Los que más me llenan son Cortabarría y Satrústegui
– ¿Qué defensa recuerda usted que le marcara mejor?
– Hubo dos que me traían por la calle de la amargura: Montesinos, del Zaragoza, y González Millán, del Granada. Eran los que más me castigaban, ya que, menos jugar, hacían de todo. Hoy quizá la intención en el fútbol sea peor, pero en mi época se repartía mucha más leña. Había partidos en que la dureza era escalofriante
– ¿Es ésta la única diferencia entre el fútbol de su época y el actual?
– No, no… Apenas veo partidos, por la circunstancia de la amputación de la pierna, pero el fútbol de ahora es mucho mejor. Yo diría que no hay comparación posible, especialmente en lo que se refiere a la preparación, que es extraordinaria
– ¿Qué tiempo hace que no va a un estadio?
– Dos años. El fútbol, para mí, ha quedado reducido al que ofrecen por televisión
– Sin embargo, tendrá una opinión formada sobre el Athletic de Bilbao de ahora ¿no?
– Sí. Puedo decirle que quitando a Rojo I no tienen ni una sola individualidad, pero el conjunto va a por todas
Alrededor de la camilla, donde pasa gran parte de su tiempo, quedó don Victorio Unamuno. Un gran hombre con el que la desgracia ha acabado cebándose en forma de amputación por problemas de riego sanguíneo. Muchos aficionados, estamos seguros, se alegrarán de reencontrarse, aunque sea a través del papel, con un gran ídolo de antes de la guerra. Un ariete con nombre de filósofo y catedrático en el arte de marcar goles.
Fuente: Miguel Vidal en AS 9 de febrero de 1977