Eusebio, Patrimonio del Estado; de Alfredo Relaño
El pasado 5 de enero falleció Eusebio da Silva, la Pantera Negra, sin lugar a dudas el futbolista más importante de la historia de Portugal. Su llegada en 1960 al Benfica cambió la historia del fútbol portugués, inclinando la supremacía del lado del equipo de las águilas, hasta entonces en una dura pugna con el Sporting de Portugal.
Con el Benfica ganó 11 títulos de Liga, 5 Copas y la Copa de Europa de 1962. A nivel individual la Bota de Oro en 1968 y 1973 y el Balón de Oro en 1966. Con la selección portuguesa brilló especialmente en el Mundial de 1966 en Inglaterra, cuando Portugal obtuvo la tercera plaza dejando en la cuneta al vigente campeón, el Brasil de Pelé. Eusebio fue el máximo goleador del torneo y alcanzó su cenit en el histórico partido de cuartos de final ante Corea del Norte, donde con 4 goles encabezó una remontada histórica, Portugal perdía por 0-3, en la mejor actuación individual en un partido en la historia del Mundial de fútbol.
Al Betis Eusebio se enfrentó en 3 ocasiones: en 1964 en la histórica victoria del Betis en la final del Carranza por 2-0 ante el Benfica el 30 de agosto. Al año siguiente, en las semifinales del trofeo gaditano el 28 de agosto de 1965 el Benfica se impuso 2 a 1 al Betis, siendo Eusebio el autor de los dos tantos lisboetas. Y finalmente en 1974, en la final del Trofeo Ciudad de Sevilla el 23 de agosto. El partido finalizó con empate a 0 y José Ramón Esnaola se erigió en protagonista al detener el penalti decisivo que dio la victoria al Betis en la tanda final.
A uno de los mejores futbolistas de la historia del fútbol dedicó el periodista Alfredo Relaño esta historia en su obra «366 historias del fútbol mundial que deberías saber». Disfrutadla.
Al terminar la temporada 1963-64, la Juventus estaba preocupada por el ascenso de nivel del Inter y del Milan, que la estaban desplazando del foco europeo. Los dos habían ganado ya la Copa de Europa: el Milan el año anterior, en la final ante el Benfica, y el Inter la última, en final ante el Real Madrid. El Milan tenía una gloriosa figura en Rivera, el Inter tenía dos, Luis Suárez y Mazzola, además de al polémico Helenio Herrera, que había armado un equipo defensivo y vencedor. En la Juventus, Sívori envejecía, hacía falta una estrella para recuperar el primer plano. Para conseguir, por fin, la Copa de Europa que los rivales milaneses ya tenían.
Y la Juve pensó en Eusebio, el fabuloso jugador portugués. Procedente de Mozambique, entonces provincia portuguesa, había fichado por el Benfica tras un duro pleito con el Sporting de Lisboa, y había demolido al Madrid en la final de la Copa de Europa de 1962, con dos goles que le hicieron alcanzar celebridad máxima. Era, en realidad, el gran jugador europeo del momento, justo lo que necesitaba aquella Juve para reactivar la ilusión. La oferta al Benfica fue tremenda. El fútbol italiano era entonces el más rico con diferencia y se atrevía a todo. En esos mismos años se había llevado en dos temporadas a Luis Suárez, del Barcelona, a Luis del Sol, del Real Madrid, y a Joaquín Peiró, del Atlético.
la pretensión fue una bomba en Portugal. La oferta era tal que el Benfica no se decidía a rechazarla, y mucho menos dado que Eusebio quería irese, pues sus ingresos se multiplicaban por cuatro. En medio de una fuerte convulsión nacional, el presidente-dictador, Antonio de Oliveira Salazar, invitó a comer a Eusebio en su propia residencia oficial. Sin más preámbulos le espeta: «Usted no puede irse al extranjero. Entienda que usted es un patrimonio del Estado». Eusebio no se corta y replica: «¿Y cómo es que siendo patrimonio del estado tengo que pagar impuestos?». Pero Oliveira Salazar rechaza la réplica con un movimiento suave de la mano y se pone con él a hablar de fútbol, como si el tema central estuviera consumido. Y, efectivamente, lo estaba. Eusebio no quiso hacer ninguna nueva reivindicación, admirado, según dijo luego, por la personalidad y por los conocimientos de fútbol del dictador.
Así que se quedó en Portugal y dos veranos después contribuyó a que el equipo nacional fuera tercero en la Copa del Mundo, con nueve goles suyos, que le hicieron máximo goleador. Entonces le llegó una oferta del Inter, que esta vez sí pudo aceptar. Sus méritos en aquel Mundial le abrieron el permiso. Eusebio firmó por el Inter, le encontraron casa, estaba dispuesto a irse… y, en eso, una disposición de la federación Italiana de Fútbol cerró temporalmente la entrada de jugadores extranjeros y la operación se frustró.
Así que el genio portugués, «la pantera negra», se quedaría en Portugal hasta 1975, cuando se marchó al fútbol norteamericano. Con su Benfica ganaría el Balón de Oro de 1966 y la Bota de Oro en 1968 y 1973, con 43 y 40 goles respectivamente. Cuando por fin salió de Portugal para jugar en Norteamérica y en México, había sufrido seis operaciones en la rodilla izquierda y una en la derecha, tenía treinta y dos años y había sido, sí, como dijo Salazar, un «Patrimonio del Estado». Hoy, una estatua suya, apoyado sobre una rodilla, con un balón entre una mano y el suelo y una hoja de laurel elevada al cielo con la otra, adorna la entrada principal del campo del Benfica.