Figuras del Fútbol. Jaime Sabaté
Jaume Sabaté llegó al Betis en julio de 1973 procedente del Mallorca. En esta publicación de Marca en febrero de 1974 repasa en primera persona su carrera deportiva desde que se inició en un conjunto infantil de su ciudad natal, Badalona, y su paso por este conjunto, el Espanyol, Sant Andreu y Mallorca, antes de recalar en el conjunto bético.
Mi ascenso en el fútbol fue muy rápido, de forma que antes de haber cumplido los dieciocho años ya jugué en Segunda División, y a los diecinueve actué en la máxima categoría sin haber pasado por Tercera. La clave de esta escalada residió en el éxito del equipo infantil en que comencé a jugar. El Club Deportivo Sistrells pertenecía a una barriada de Badalona y los infantiles llegamos a proclamarnos campeones de Cataluña de la categoría. Durante aquella fase me vieron unos señores del Badalona y me dijeron que si quería jugar con los juveniles del club. Para mí era un gran salto, y lo fue mucho mayor cuando muy pronto me pasaron al primer equipo. El Badalona militaba aquella temporada en Segunda División y, como he dicho, antes de cumplir los dieciocho años jugué en Segunda.
En el Badalona sólo permanecí una temporada, ya que el Español se interesó por mí y firmé con el club de Sarriá mi primera ficha profesional. Las cosas no podían ir mejor, ya que en la primera temporada con el Español jugué veinticuatro partidos de Liga y seis de la Copa de Ferias. En esta competición nos eliminamos primero con el Sporting de Lisboa, después nos enfrentamos al Steaua de Brasov, y caímos precisamente ante el Barcelona. Solía alternar en la defensa con Mingorance, Riera y Ramoní.
A la temporada siguiente actué catorce partidos y tuve que cumplir el servicio militar, por lo que me cedieron al San Andrés, un equipo en el que predominaba la camaradería y la amistad. No salían las cosas bien y fue contratado Daucick como entrenador, que realizó una gran campaña hasta el punto que si la temporada hubiese durado más habríamos terminado en el primer puesto de la clasificación. Fue una trayectoria espectacular la que siguió el equipo. Recuerdo que en los últimos partidos de la competición vinimos al Benito Villamarín cuando el Betis tenía muchas posibilidades de ascender y empatamos a cero. El Betis tuvo que jugárselo todo en Castellón y se quedó en Segunda División.
Daucick demostró ser un gran entrenador y, sobre todo, un gran psicólogo, ya que sabe alentar al jugador para que rinda a tope. Cuando nos enfrentamos al Gijón, el martes puso en la pizarra que ganaríamos por 4-0 y, efectivamente, ganamos por ese resultado y con suerte para ellos, ya que les pudimos meter muchos más goles. A la temporada siguiente vino Sbotka, un entrenador extranjero a quien le costó mucho adaptarse y que abandonó el equipo con dos positivos, siendo sustituido por Aloy.
Volví de nuevo al Español, pero ya jugué muy pocos partidos. En el Español coincidí con Carmelo, y la última temporada de Alfredo Di Stéfano, que llegó a jugar con cuarenta años. Un jugador portentoso, de fútbol fácil, que veía la jugada, y con un amor propio extraordinario, pues, aún sin tener las facultades de sus mejores tiempos, trabajaba y luchaba cuando perdía alguna pelota. También llegó, por entonces, Glaría. Cuando Santamaría fue contratado como entrenador del Español, quedé fuera de los planes del nuevo técnico. Creo que hubo factores contrarios para mi triunfo en el Español. En primer lugar me incorporé siendo muy joven, y me faltó la experiencia necesaria en los momentos difíciles y, en segundo lugar, tenía el hándicap de ser un jugador prácticamente de la cantera, a los que generalmente se les paga menos y se les considera peores que a los que llegan con las fichas más altas. Al acabar la primera temporada de Santamaría al frente del Español vino a buscarme el Mallorca y, sin dudarlo, firmé.
En el Mallorca sólo he jugado una temporada, pero todo fue magníficamente. Empezamos de forma arrolladora pero, poco a poco, el equipo se vino abajo, enmendándose al final. Quedamos en un puesto discreto en la clasificación. Del Mallorca y la afición guardo un grato recuerdo, ya que se portaron bien conmigo, pero sobre todo el presidente del club, don Juan de Vidal.
Al final de la temporada me casé y cuando estaba en viaje de novios me comunicaron que me iban a traspasar al Betis, lo que acepté de buen grado. Al principio extrañé mucho el calor que hacía en Sevilla y acusé esta circunstancia de forma desfavorable. Superé el cambio de ambiente, y ya creo que estoy adaptado a la forma de vida de Sevilla, que choca un poco con la de otros sitios, especialmente para los catalanes. Como en todos los equipos en los que he estado debuté con triunfo. Es algo curioso. Con el Español ganamos en Málaga; con el San Andrés triunfamos en nuestro campo ante el Córdoba; con el Mallorca triunfamos en Pontevedra, y con el Betis vencimos en el primer partido del Trofeo Ciudad de La Línea.
No he llegado a desanimarme porque no haya jugado desde el principio, ya que sabía que el club tiene una excelente plantilla, en la que los reservas están a la misma altura que los llamados titulares. El equipo venía jugando bien, y era lógico que se mantuviese a los mismos hombres cada domingo; pero no por eso dejé de entrenarme con el máximo esfuerzo para aprovechar la primera oportunidad que se me presentase. Ahora vengo jugando de forma habitual y trataré de seguir el mayor tiempo posible en el equipo. La trayectoria del Betis es magnífica y de no ocurrir algo anormal subiremos a Primera División. Será una enorme alegría, y procuraremos en las próximas temporadas que el Betis reverdezca viejos laureles.
Desde que comencé en el conjunto infantil del Sistrells me he desenvuelto en la demarcación de central, bien como hombre de cierre o para marcaje directo sobre algún jugador punta y entre los hombres más difíciles recuerdo a Vavá, del Elche; Grosso, del Real Madrid; Luis Vidal, del Barcelona y a Marcelino del Zaragoza. Cuando llegué al Betis actué algunos partidos por necesidad táctica al ataque, pero ahora me desenvuelvo en mi demarcación preferida. Como futbolista creo que una de mis mejores condiciones es el amor propio en el campo, y aunque no posea unas depuradas cualidades técnicas, sí creo reunir las suficientes para rendir satisfactoriamente. Por otra parte, la experiencia hace que el jugador se perfeccione y estimo que cada vez me encuentro mejor en este aspecto.
Quizá me encuentre en la mejor edad para rendir adecuadamente, pero aunque me falta mucho tiempo para pensar en la retirada como futbolista en activo, ya tengo el título de preparador regional y quiero acudir a la primera convocatoria que se haga para obtener el título de entrenador nacional. Este año, por el Mundial, no lo habrá, peo creo que el siguiente sí. Después creo que, si no por necesidad, seguiré ligado al fútbol de cerca como entrenador para matar así el veneno que para mí supone.
Pero lo importante es que el Betis ascienda. Y eso parece que lo tenemos al alcance de la mano.