Figuras del fútbol. José Ramón Esnaola
Retomamos hoy las publicaciones que estamos dedicando a las biografías que el diario deportivo Marca dedicó durante la temporada 1973-74 a diversos futbolistas, y que tienen como principal curiosidad el estar escritas por los propios jugadores, que narran su biografía personal y deportiva.
Ya hemos visto anteriormente las publicaciones que se dedicaron a Luis Del Sol y a Rogelio Sosa, y hoy vamos a ver la que se publicó en agosto de 1973 sobre la figura de José Ramón Esnaola, quien estaba recién fichado por el Betis.
Etxebarrieta, el campo de fútbol de mi pueblo, queda al otro lado de donde vivía, pero el Euskalduna, nuestro club, lo llevábamos muy dentro todos los chicos. Estábamos al corriente de sus actuaciones y resultados, y ellos suponían un aliciente para que fomentásemos la afición en el patio del colegio. En los ratos libres, el fútbol era también nuestra diversión de escolares de La Salle, y a mí me gustaba jugar de portero, sin preguntarme a qué podía deberse aquella inclinación mejor que la de otro puesto. Se me daban las cosas bien, y cada vez que hacía alguna buena parada me acordaba de Carmelo, el guardameta del Athletic de Bilbao, que era, por entonces, mi favorito entre los postes.
Tenía verdadera ilusión por jugar y estaba convencido de que me abriría camino, como se lo decía a mi abuela:
- Llegaré a la selección guipuzcoana y entraré en la Real
La amoña, abuela en vasco, no me lo creía:
- Tú eres un “chambón” ¿Cómo vas a ir tan lejos?
Recuerdo aquellas familiares conversaciones, y he sentido pena de que ella no viera confirmados los pronósticos y esperanzas de su nieto.
Pasé al Euskalduna, que entrenaba Ramón Ruiz, y al ascender de los juveniles al primer equipo, era Lasa su entrenador, hasta que me llamaron de Atocha para que ingresara en el primer club de la provincia. Suponía un honor y la confirmación de mis ambiciones. Por cierto, que yo trabajaba entonces en la fábrica de bombas, sucursal de la de cañones de Plasencia de las Armas, y tantos deseos tenía de enrolarme en las filas blanquiazules, que hasta me olvidé de limpiarme las manos y, al estampar la firma en el contrato, manché todo el papel…
Entrenaba a la Real Sociedad Román Galarraga, y luego he conocido en ella, como técnicos, a Elizondo, Segurola, otra vez Elizondo y ahora a Iriondo. Entonces el titular de la puerta era Arriaga, y alterné con él las veces que podía hasta que me tocó cumplir el servicio militar, y fue por aquella época que el club subió de nuevo a Primera División. Entró en el club Zubiarrain, que se ganó el puesto por su clase, además de que Arriaga se había lesionado.
Al reintegrarme tuve que esperar la oportunidad, y ésta se me presentó por la baja de “Zubi”, que, a su vez, padeció una lesión, con lo que pude alinearme media temporada, y debí hacerlo satisfactoriamente desde el momento que se interesó por mí el Atlético de Madrid. Pero como la racha de bajas entre los guardametas parecía seguir, a finales de temporada, jugando contra el Betis, padecí fractura del maléolo tibial, y debió ser por eso que el club madrileño no dio el visto bueno al examen a que fui sometido. Chequeo en toda regla, y me hicieron polvo echándome para atrás. Explicaron que querían portero desde el principio de la temporada, y, aunque fuera a reponerme, como lo atestiguaba el certificado médico del doctor Echevarren, al que los hechos han dado la razón, en el Atlético optaron por prescindir de mí y llamaron a Zubiarrain, llegando a un acuerdo. Me volví a casa, y, lo que son las cosas, desde entonces he continuado permanentemente en mi puesto. Si hiciéramos números podría asegurar que he jugado cada temporada todos los partidos, no faltando por otra lesión más que en tres ocasiones. Es decir, que en cinco temporadas habré jugado sobre los 184 partidos de 187 disputados en el calendario.
Satisfacciones, además de mantenerme en buena forma, que es a lo que aspira todo profesional, contando, además con la confianza de los entrenadores, las llamadas como internacional. Primero, para el sub-23 que jugó en Belgrado, perdimos por 3 a 0, me convocaron los que componían el trío Muñoz-Artigas-Molowny; luego, al Italia-España del 2-1 a nuestro favor, con Iríbar de titular, me llevó Kubala en aquella temporada que permanecí bastantes jornadas imbatido. De tal época son Irureta, Rojo, Barrachina…
Una persona con aficiones deportivas que la puede cultivar tiene mucho ganado en su comportamiento, y eso me ayudó a mí, porque simultaneaba afición y dedicación profesional. Por supuesto, dejé la fábrica para atender las nuevas ocupaciones, en las que sigo y confío progresar aún. Hay que cuidarse y vivir para el trabajo que uno ha elegido, y del que tengo que sentirme muy contento. Me ha dado amigos dentro y fuera del deporte, he conocido ciudades, orientado mi porvenir, porque comprendo que el fútbol terminará alguna vez, y he de seguir adelante para mí y los míos. En las horas libres del empleo futbolístico atiendo unas representaciones, con lo que vuelvo a ocupar el tiempo de cada día. Tengo un R-12 y me gusta conducir, sin exagerar las velocidades, más bien con dosis de prudencia, con lo que doy gracias a Dios de no haber padecido ningún accidente.
El fútbol es mi profesión, y le dedico cuanto debo, sin que por esto constituya mi única salida deportiva, porque mi caso repiten otros guardametas vascos, que han mostrado preferencias por la pelota, y que cultivo en sus vertientes de pala y mano. Con ello consigo el doble propósito de recrearme y mantenerme ágil de reflejos, porque el juego de pelota ayuda mucho. Y lo mismo que juego, me gusta ver partidos, admirando en los pelotaris su destreza y potencia. Acaso yo mismo hubiera sido bastante aceptable entre ellos, pero ya he explicado cómo elegí el deporte balompédico, donde en Primera División me estrené con gran éxito, mío y de mis compañeros, al empatar en el Camp Nou sin que marcaran un solo gol. Por lo visto, tuve fortuna, ya que el malogrado Benítez, en el lógico enfado del resultado, para ellos contrario, llegó a decir que en cualquier otra ocasión me meterían cinco. Un año después volvimos a empatar a cero…
Cuando acaba la temporada y llegan las vacaciones hay que cambiar de aires. Lo paso bien en cualquier parte, y está claro que en las playas de mi tierra guipuzcoana hay donde elegir; sin embargo, me inclino por el campo y me voy a Salamanca, de cuya provincia es mi mujer, cuyos aires nos sientan muy bien a todos, y de modo especial a mi hijita. Es un cambio absoluto el de una provincia a otra, y con la tranquilidad del no hacer nada, libre de preocupaciones, pasamos una temporada espléndida. Alguna vez he pensado que, si se tercia, sería capaz de dar unos lances a una becerra en la finca de El Viti, pero, pensándolo mejor, no debo exponerme a un golpe.
En Salamanca estaba cuando llegó la propuesta del Betis. Lo pensé un poco. Al fin, las condiciones son buenas, y me decidí, dispuesto a rendir tanto como en al puerta de la Real.
A mis casi veintisiete años pienso que existe todavía un porvenir por delante, y desearía que me volviera a llamar el seleccionador, lo que implicaría hacer méritos. Por consiguiente, hay que cuidarse en todo momento…
Fuente: Marca 20 de agosto de 1973