El fútbol se impone

Hoy traemos un curioso recorte periodístico que se publica en El Liberal de Sevilla en mayo de 1924 y que es escrito desde Huelva, donde un corresponsal con el seudónimo de Pepa de la Rábida nos deja esta interesante crónica, en la que se refleja el desencanto de los aficionados al fútbol en la ciudad onubense ante la derrota de la selección española ante Italia en los Juegos Olímpicos de París en 1924.
Hay que recordar que en esta época aúno no se habían puesto en marcha los Campeonatos Mundiales de Fútbol, lo que no se haría hasta 1930, y que los Juegos Olímpicos eran la competición en la que se dilucidaba la supremacía del fútbol mundial, entonces prácticamente reducido a Europa y Sudamérica.
En los anteriores Juegos Olímpicos, 1920 en Amberes, España había conseguido la medalla de plata, y en esta nueva edición eran muchísimas las esperanzas de luchar de nuevo por las primeras plazas. Pero el sorteo determinó un enfrentamiento entre dos de los equipos más fuertes, cuando el campeonato era por eliminatorias. España e Italia se enfrentaron el 25 de mayo en el estadio parisino de Colombes, con victoria italiana tras un solitario gol en propia meta de Pedro Vallana.
La desilusión ante la eliminación a las primeras de cambio cundió entre los seguidores del fútbol hispano que, como se relata en la crónica, aún tenían que luchar muchísmo por la supremacía informativa y la atención de los aficionados en general con el mundo del toreo, que vivía una de sus mejores épocas a fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.
Pensaba escribir estas notas en francés, y ya las había encabezado con la famosa nota de Víctor Hugo; pero ante el temor de que no me entendieran los franceses, desistí de mi propósito, y ahí van en el idioma de casa. Así quizás me entienda mejor el “referee”, que actuara en el partido hispano-italiano.
Y a eso voy.
Los futbolistas onubenses, que son infinitos, como las estrellas del cielo, están inconsolables con nuestra derrota en la Olimpiada de Colombes.
Están inconsolables, y achacan el triunfo de los italianos a la fatalidad, primero, y a la parcialidad del árbitro, después.
¡Las cosas que dicen estos simpáticos muchachos¡
Nunca creíamos que el patriotismo se manifestara tan hondo y tan sincero, en un simple deporte, al que no le dábamos los aficionados a toros importancia tal. ¡Los clásicos aficionados al toreo¡
Veíamos, sí, que el futbol se extendía y se extendía, pero jamás supusimos que llegara a tanto. Y estábamos más equivocados que “el tío de los caballitos”. (Aquel que salió de la feria de Villalba para la de Manzanilla y tuvo que volver el carro en San Juan del Puerto).
¡Hay que ver lo que se habla de fútbol en Huelva y su provincia¡
La realidad se impone. Antes podían contarse con los dedos los que se preocupaban aquí del juego de la pelota. Hoy hablan y discuten de fútbol hasta los maceros del Ayuntamiento.
Nosotros, que nos aburrimos tanto en los pocos partidos que hemos presenciado, ya nos vamos aficionando también. Y nos pasó ahora con Samitier y Zamora lo que les ocurría antes a muchos que presumían de gallistas o belmontistas: que jamás habían visto torear ni a Gallito ni a Belmonte.
Es tal lo que ha preocupado y preocupa en Huelva el partido italo-español, que ayer pedían en cafés y círculos los periódicos franceses muchos individuos que en su vida han oído nombrar a Poincaré.
¿Qué cómo se enteraban sin saber el idioma? Como se enteran casi siempre los españoles cuando tienen pasión por una cosa.
Adivinándola.
Fuente: Pepa de la Rábida en El Liberal 31 de mayo de 1924