Gabino, más cornás dan las Tres Mil Viviendas, de Manuel Lara

En noviembre de 1983 debutó con el primer equipo verdiblanco Gabino Rodríguez, que por entonces militaba en Tercera División con el Betis Deportivo. Participó en 5 encuentros de Liga y 2 de Copa y dejó clara la calidad que atesoraba en sus piernas.
La temporada 1984-85 se incorporó al servicio militar en Logroño, por lo que fue cedido al CD Logroñés en Segunda División, donde cuajó una magnífica temporada, hasta el punto de que el club rojiblanco pretendió incorporarlo definitivamente a su plantilla, lo que originó algún que otro tira y afloja entre los dos clubs y el propio jugador.
A finales de agosto Gabino se licenció y se incorporó a los entrenamientos del primer equipo verdiblanco. Con apenas 10 sesiones participó en el encuentro inicial de temporada el 1 de septiembre, cuando el Betis recibía en el Villamarín en la jornada inicial al Real Madrid, en el partido en el que Rafael Gordillo debutó con el equipo blanco en su campo de toda la vida.
Gabino salió al inicio de la segunda parte sustituyendo a José Carlos Suárez y revolucionó el partido. Una nueva estrella rutilante había surgido en el Villamarín.
En las páginas de Diario 16 Andalucía el periodista Manuel Lara publicó este artículo el 9 de septiembre, en el que destacaba los humildes orígenes sociales del futbolista y sus ganas de triunfar en el mundo del fútbol.
Físicamente es como Schuster, pero al revés. Es lógico. Verbigracia: cuando el nibelungo recibía en su lander de la Alemania Federal la dieta idónea para convertirse en un futbolista de excepción, Gabino le pegaba regates a la hambruna en su hábitat sevillano: las barriadas de Las Letanías y Las Tres Mil Viviendas. En su etapa de futbolista juvenil entrenaba sin apenas comer. Estuvo a punto de arrojar la toalla y a un directivo le espetó lo siguiente: “En veinticuatro horas sólo he comido un huevo frito”…
Gabino es un personaje para Pedro Rodríguez, aquel monstruo del periodismo ya fallecido; parece como salido de esas películas que reflejan las vivencias cotidianas de los barrios tercermundistas de las grandes urbes. Tiene la viveza de esos niños acostumbrados a ganarse la vida desde la cuna, porque más cornás dan las Tres Mil Viviendas.
Los técnicos del Betis piden mesura ante la cascada de elogios que está provocando la actuación de este futbolista ante el elenco de multimillonarios que configuraban el equipo del Real Madrid. Normal, pero el espectáculo protagonizado por este joven falto de proteínas constituyó todo un acontecimiento. Yo lo considero casi milagroso. El “número catorce” de la primera noche de septiembre metamorfoseó un encuentro de fútbol que transcurría por cauces anodinos.
Con Gabino el público no se aburrió y dio por bien empleado el dinero. Con él llegaron los goles, las expulsiones y la dureza. El mejor jugador del Madrid sobre el césped, Míchel, intentó eliminarle por el procedimiento del codazo. Al final, los espectadores, los hinchas que le conocen, especulaban sobre las excelencias futbolísticas del “número catorce”. Estos espectadores, ajenos por completo al mundillo doméstico del fútbol, apenas si conocían los antecedentes. Gabino compitió con los bien cuidados jugadores madrileños con una docena de entrenamientos en el cuerpo. Eso que denominan ahora “stage” o pretemporada lo había realizado en un cuartel de Logroño. Allí, junto a una garita, respiraba el aire, mientras otros lo hacían en la alta montaña. Sobre el veinte de agosto llegó del cuartel y diez días más tarde se enfrentaba, superando a futbolistas que llevaban más de un mes dale que te pego a los entrenamientos. Por eso, repito, que es casi milagroso lo ocurrido.
¿Estamos ante un fenómeno o es un espejismo? Por ahora sólo respondo con las palabras que me dijo Rafael Gordillo a las puertas del Villamarín: “¡Vaya cómo esté el Gabi, y eso que no ha entrenao¡…”