Herradura, ajos y pata de conejo, de José Luis Montoya.

La temporada 1979-80 arrancó mal en el Real Betis Balompié. Tras las dos primeras jornadas, la derrota en casa frente al Rayo Vallecano y la goleada recibida en el Nou Camp, se produjo el relevo de León Lasa por Luis Carriega.
Y a éste le costó bastante enmendar la deriva de resultados en que se encontraba el equipo. A ello se unió una tremenda lista de jugadores de baja por lesiones, con lo que muy difícil se le presentaba al técnico gallego revertir la situación, cosa que logró con brillantez, clasificando finalmente al equipo en quinta posición.
Sobre la racha de lesionados en el conjunto verdiblanco escribió el periodista José Luis Montoya en el diario Suroeste en noviembre de 1979 esta columna en tono humorístico, dentro de la sección llamada Palomita de machaco.
Bueno, pues pienso ya que el presidente del Betis debería de tomar seriamente cartas en el asunto. El señor Mauduit tiene que actuar sobre la marcha y ver quién es el responsable.
El señor Mauduit debe inmediatamente crear ya una comisión investigadora para averiguar quién es el que tira la sal, rompe los espejos, da vueltas a las sillas, nombra a los bichitos esos que se arrastran por los suelos, tiene un gato negro en su casa o que cuando ve a un tuerto no toca inmediatamente una ventana.
Sí, porque de mal bajío va la cosa. No es posible tanta desgracia junta. Al Betis, si hubiera puesto este año un circo, seguro que le crecían los enanos. Al Betis, de una plantilla de veintipoquísimos hombres, se le han lesionado de cierta consideración ya en lo que va de temporada, que es tan sólo algo más de dos meses, prácticamente el completo de sus hombres.
Esnaola con el resbalón; Bizcocho con sus fibras; Richard con su operación tras haberse lastimado viendo; Biosca y López con sus respectivos pubis intervenidos; Benítez que está en tenguerengue; Cardeñosa que igualmente tuvo problemas musculares; Morán con ese tobillo que no acaba de sanar; Oliveira con sus caídas y recaídas; Villalba, con su rótula; Marín con la nariz rota; Peruena con su clavícula, y Alabanda, Anzarda, Pelayo, a lo que hay que sumar la sanción de Ortega, que deja todavía más en cuadro a los que dirige Carriega.
Es demasiado. Sí, demasiado, porque por ejemplo, en la acera de enfrente, pues se las arreglan de otra manera que es mucho mejor para el equipo. Allí tienen a su lesionado oficial que es Araquistain, y con ese van tirando toda la temporada, aparte que de vez en cuando algún que otro compañero tenga que pasar por las manos de Antonio Leal, al que entre otras cosas ya va a haber que ir dejando de llamarle Antoñito, que las canas no perdonan.
Algo hay que hacer, evidentemente. Son quince lastimados de más o menos consideración, la mayoría de más, y sólo dos meses de competición.
Algún maleficio persigue al Betis. Alguien tiene que poner remedio. Hay que sembrar ajos detrás de la portería, hay que amarrar una pata de conejo a las botas de cada jugador, o poner una herradura en las puertas del estadio.
Sí, algo hay que hacer, porque la cosa está pasando de castaño a oscuro. Ya solo falta que Carriega pierda la cartera o que Tenorio se quede embarazado.
No se puede pedir más en menos. No puede cascar más gente en menor espacio de tiempo, y ojo, que todo no va escrito con segundas intenciones.
Seguramente que las lesiones están ahí, que persiguen al Betis como los chiquillos de antes a los zapateros del rabito y la cabeza gorda, y que lo tienen diezmado y sumido en la desesperación a jugadores, técnicos y de más componentes de la familia verde.
Algo hay que hacer, algo, y con urgencia, que si no los futbolistas del Villamarín se van a parecer el día menos pensado a ese anuncio que había antes en los escaparates de las farmacias, con el muñeco con más vendas que la cabeza de Yasser Arafat.