José Ramón Esnaola, de Manuel Fernández de Córdoba

José Ramón Esnaola es uno de los puntales de la historia verdiblanca y el mejor guardameta sin duda alguna en los 116 años del club. Sus 12 temporadas como futbolista con 463 partidos oficiales y más de 100 amistosos atestiguan este dato.
Por ser menos conocida no es menos importante su labor al servicio de la cantera del Real Betis Balompié. Entrenador del equipo juvenil primero y posteriormente del filial verdiblanco durante 10 campañas, teniendo en dos ocasiones que cubrir momentáneamente la dirección de la primera plantilla. Como entrenador del filial ha dirigido al equipo bético en 344 partidos, siendo el segundo técnico que más lo ha hecho a lo largo de la historia, y fueron muchos los jugadores que llegaron al primer equipo después de haber estado bajo su dirección.
El texto que hoy traemos a Manquepierda se publicó en ABC en junio de 1994, a cargo del periodista Manuel Fernández de Córdoba. El Betis B, dirigido por Esnaola, 2 días antes había certificado el ascenso a Segunda B imponiéndose en la liguilla de ascenso a Plasencia, Puertollano y Martos, con 4 victorias y 2 empates en 6 partidos, con 17 goles a favor y 5 en contra. En la fase regular de Tercera División había sido 1º del grupo X de forma destacada. Aurelio, Bellido, Benito, Cipri, Gordillo, José Luis, Manolo, Morales, Pedro, Quico, etc son algunos de los futbolistas que integraban esa plantilla.
La labor de José Ramón Esnaola fue siempre callada, alejada de los focos mediáticos y al servicio de su idea de formación de los jóvenes valores, como se atestigua en este texto.
Uno lo conoce desde hace un puñado de años y es exactamente como muchas personas que no lo conocen, creen, y aciertan, que es: sencillo, humilde, enormemente trabajador, de los que no sacan pecho cuando triunfan ni tampoco de los que se esconden cuando les llega un revés, de los que saben lo que quieren y quieren siempre, porque es casi una actitud ante la vida, ir derechito por la senda de las buenas intenciones y los mejores consejos desde esa seriedad y esas pocas palabras–¿para qué más si con las que dice, aunque sean pocas, ya se sabe lo que quiere decir?–y ese ir a lo suyo–el club que lleva desde hace tanto tiempo en el corazón–sin buscar, ni por asomo, el pavoneo que a otros hubiera inundado.
Recuerdo cuando lo llamaron, in extremis, a ponerse al frente de la primera plantilla verdiblanca; recuerdan los aficionados cómo el equipo, aunque ya estaba todo decidido, reaccionó. Y recuerdo ahora cómo, antes siquiera de dar opción a pensar en él como entrenador, que me comentaba su deseo: seguir con los escalafones inferiores, procurando enseñar a los chavales y haciendo lo posible por hacer de la cantera ese vivero que siempre se sueña de posibles futbolistas.
Ahora, cuando ha puesto a sus chavales en un ascenso, cuando el equipo ha funcionado como ha funcionado–y ahí están los resultados para demostrarlo–seguro que él seguirá, por cómo creo conocerle, en las mismas: trabajando, ilusionándose al ilusionar, formando futbolistas y buscando lo que siempre buscó desde aquel verano, hace ya tantos años, en que recaló por estas tierras y pasó del agobio casi insoportable del sol agosteño a ese otro calor, que jamás le ha fallado, del fervor de una afición que alcanzó límites inenarrables aquella noche grande de la Copa Grande.
El trabajar con la cantera es una pasión que, afortunadamente para el fútbol y muchos clubes, no se deja llevar por cantos de sirenas ni se puede medir en pesetas, sino en entrega, dedicación y cariño. Y es ahí, en aquellos clubes en los que cuenta con apasionados de estos escalafones, donde pueden nacer futbolistas, donde pueden hacerse hombres y donde pueden aspirar a llegar a la cumbre. Por eso es tan importante que en estos escalafones, para formación de los nuevos valores, haya gente de tanta categoría humana y futbolera porque tienen que aprender, para la vida, del hombre y tienen que aprender, para cada partido, del maestro.
Ha terminado la temporada. Ha cumplido José Ramón Esnaola el mayor objetivo que podía alcanzarse. Y lo ha hecho a su manera, como siempre: sin darle más importancia que su propia satisfacción personal, y esa íntima alegría que siente en los adentros cuando algo de su club rompe en triunfo.