Julio Cardeñosa, de Emilio Vara

En agosto de 1981 se disputó el partido homenaje a Julio Cardeñosa contra el Puebla mexicano. Aunque se jugase este partido homenaje hay que señalar que Julio Cardeñosa seguiría como jugador en activo con el Betis durante 4 años más, y que ese partido era una contraprestación fijada en su contrato.
En las páginas de la Hoja del Lunes el periodista Emilio Vara publicó este artículo unos días antes destacando la importancia histórica de Julio Cardeñosa en al historia verdiblanca.
El próximo miércoles va a celebrarse en el estadio Benito Villamarín el justo y merecido homenaje a uno de los jugadores más grandes que ha tenido el Betis en toda su historia: Julio Cardeñosa. Y de este homenaje y de su protagonista hay que hablar hoy, naturalmente.
Tengo que empezar por decir algo que seguramente les parecerá extraño. Y más aún a los que conocen mis sentimientos futbolísticos. Porque es que resulta, señores, que yo conozco personalmente a Cardeñosa. Jamás he hablado con él. ¿Qué por qué? Sencillamente, porque no ha habido oportunidad, debido que hace ya bastantes años que procuro escribir de fútbol evitando el contacto con los personajes de los que tengo que hablar, a fin de que en ningún momento pueda verme influido, en mis comentarios, por el más leve soplo de la amistad o la discusión personal.
Por ello, cuanto yo vaya a decir ahora de Cardeñosa está dicho con absoluta sinceridad, basándome en hechos evidentes protagonizados por el excelente futbolista verdiblanco, que ha demostrado plenamente, a lo largo de sus años de jugador bético, su gran calidad técnica como hombre de fútbol y su gran calidad humana también como persona.
No hay que decir que Cardeñosa ha sido, y es, un jugador importante del Betis. Y no sólo del Betis, sino del fútbol mundial. En España, hoy por hoy, sigue sin haber nadie que mande en el terreno de juego como él. Y en el Mundial de Argentina, a pesar de la mala pasada que le jugó el destino frente a Brasil, fue uno de los futbolistas más destacados del torneo. Esto lo sabemos todos.
Como también está en el ánimo de todos, y principalmente en el ánimo de la afición bética, y hay que decírselo ya a él para que deje de pesarle un mal recuerdo, que aquella jugarreta del destino, la tarde de los brasileños, está más que superada por los muchos méritos realizados por Cardeñosa a lo largo y ancho de su brillante carrera de jugador, de forma que sus rotundos triunfos personales en beneficio de su equipo y del fútbol español, y no un desgraciado fallo accidental, es lo que cuenta realmente para la afición española, a la hora de valorarlo como futbolista, y por ello nadie duda en colocarlo al máximo nivel de las grandes figuras que ha tenido el fútbol.
Porque es Cardeñosa ha sido, y es, uno de los grandes maestros del fútbol. De esos maestros que han sabido parar, templar y mandar para erigirse en auténticos directores del juego de su equipo en el campo, con plena aceptación de los demás compañeros, por su demostrada autoridad, sin la menor duda.
Pero Julio Cardeñosa no ha sido sólo el catedrático que ha sabido explicar y desarrollar su técnica futbolística para el éxito de unos colores. No ha sido sólo hombre admirable por sus jugadas geniales, como las muchas que le hemos visto en el Betis, o como aquella de hace cuatro años en Yugoslavia, que le permitió a Rubén Cano marcar el gol que nos valía para ir a Argentina. Jugada ésta que he querido destacar porque, si bien el aficionado siempre ha sabido apreciarla, hay que decir que era dificilísima de realizar, ya que a Cardeñosa, como recordarán, le lanzaron un balón largo, por la izquierda, en profundidad, hacia la línea de córner, y Julio salió corriendo para poder coger la pelota antes de que saliera y sin parar, consiguió rebañar el balón sobre la misma línea de córner y centrarlo magníficamente retrasado, listo para el remate de Rubén Cano. Esto, señores, si tenemos en cuenta la velocidad que llevaba Cardeñosa en su carrera y que centró sobre la marcha, es muy difícil de hacer. Esta jugada sólo la puede hacer un maestro. Yo, en mis muchos años de crítico, únicamente recuerdo habérsela visto a otro gran maestro, Juan Arza, en el viejo Nervión.
Pero les decía que Cardeñosa no ha sido sólo el futbolista que ha sentado cátedra por su técnica en los campos de juego. Y en efecto, Cardeñosa ha sido además, y es, un hombre con una gran calidad humana, condición que le ha permitido crecerse muchas veces para levantar la moral de su equipo, del Betis, en momentos difíciles y ser capaz, con su pundonor, con su maestría y con su ejemplo, de que a un marcador adverso se le diera la vuelta por completo. Me han contado que Rogelio, otro gran futbolista, a quien vino a sustituir precisamente Cardeñosa, ha comentado más de una vez que el “Flaco” hay que verlo cuando va perdiendo el Betis y entonces ofrece la lección de superarse para que no se desmoralice nadie y pueda salvare la situación. Estos son los grandes jugadores, las grandes figuras mundiales, los futbolistas que no sólo se imponen y mandan por su técnica, sino también por su corazón.
A este gran jugador fuera de serie que es Julio Cardeñosa es al que el próximo miércoles se le va a tributar el homenaje que tiene ganado con creces por cuanto ha hecho. Y se lo va a ofrecer, naturalmente, su club, y su masa de seguidores, y la afición sevillana en general, sin distinción de colores, porque las grandes figuras del fútbol merecen el respeto y el afecto de todos, afición sevillana que llenará seguramente el nuevo estadio Benito Villamarín para testimoniar a Cardeñosa todo el cariño y toda la admiración de que es acreedor como futbolista y como persona. Bien entendido que se trata de un homenaje de reconocimiento a los méritos de un gran jugador, no de despedida, ya que Cardeñosa aún seguirá jugando en su puesto, para bien del Betis y del fútbol.
Qué lástima que jugadores de la talla de Julio Cardeñosa, como decía la semana pasada en “Suroeste”, recordando a Di Stéfano, tengan que marcharse algún día. Porque es que deberían durar siempre, por la enseñanza y el ejemplo que dan en los campos de fútbol.