La encuesta del Betis y la realidad de vivir en Segunda.
En septiembre de 1992 el Betis sobrevivía en la Segunda División después de haber fallado en la promoción de ascenso a Primera contra el Deportivo de La Coruña en el mes de junio. Ese mismo mes de junio vio la conversión del club en SAD con Manuel Ruiz de Lopera al frente de la operación.
En las vísperas del partido de la tercera jornada contra el Mallorca en casa saltó una noticia sorprendente: el Betis había realizado una oferta para la contratación de Diego Armando Maradona, quien llevaba en negociaciones con el Sevilla para salir del Nápoles desde finales de agosto. Todo ello se enmarcaba en la guerra personal que Lopera mantenía con el presidente sevillista Luis Cuervas.
Finalmente todo quedó en agua de borrajas, con muchos titulares de prensa, mucha tensión entre ambos dirigentes y poca realidad.
El 25 de septiembre de 1992, un día como hoy de hace 30 años, el periodista Manolo Rodríguez en las páginas de Diario 16 Andalucía en la sección El balón cuadrado relataba las circunstancias de este episodio, así como el plan de expansión del club que se preveía para los próximos años, avalado por la gran masa social que se definía como bética, pero que dependía del retorno a la Primera División, lo que no se conseguiría hasta 2 años después.
Tras su fallida apuesta por Maradona, y la consiguiente trifulca con Luis Cuervas, el propietario del Betis intenta de nuevo retomar la iniciativa. Afectado sin duda por los aplausos del domingo, emocionado aún por el fervor del beticismo, Ruiz de Lopera prepara en sus cuarteles de Farusa una estrategia expansiva cuya primera providencia son, curiosamente, las encuestas.
Aferrado a los sondeos como cualquier político que se precie, el patrón verdiblanco tiene la pretensión de poner de manifiesto que la mayor parte de los sevillanos son béticos. Así como suena. Para ello, ha encargado una encuesta a través de la empresa Financiación y Crédito Madrileño, y, según Lopera, los primeros datos no pueden ser más elocuentes. Con aires eufóricos, se afirma en Heliópolis que el 57% de los sevillanos declaran sentirse simpatizantes del Betis, mientras que un 40% se inclina por el Sevilla. El resto de los ciudadanos, como suele ser habitual y socorrido en estos casos, ni sabe, ni contesta.
A partir de aquí, después de los repasos y las tabulaciones, el patrón del Betis hace su composición de lugar. Y solemnemente proclama: “Si tenemos más apoyo social que el otro club de la ciudad, y si contamos con dos mil socios más que el Zaragoza, por poner un ejemplo, que es un caso claro de equipo único en una gran capital, no podemos aspirar a otra cosa más que a ser el primer club de Sevilla y uno de los ocho primeros de la Liga española”.
Por estas razones, y por algunas otras que no se escapan, tales como entorpecer la negociación del Sevilla, y adquirir notoriedad en todos los mercados informativos del mundo, es por lo que el Betis echó su cuarto a espadas por Maradona. Pero no sacó adelante su proyecto y, además, entendió el mensaje: mientras que el club esté en Segunda no hay futuro para la contratación de grandes futbolistas, no hay lugar para los mitos si éstos no pueden jugar en el Bernabéu y en el Campo Nou, y tampoco cabe el desmesurado interés periodístico que sólo despiertan los cracks.
Así lo comprendió Lopera esta semana, tal vez ayudado por el hecho de que la oferta por Maradona hubiera venido a coincidir con la pérdida de la virginidad liguera. Desde el domingo, el patrón verdiblanco ha conversado en varias ocasiones con Jorge D´Alessandro y siempre le ha dicho lo mismo: “Ponga los medios para que subamos este año, dígame lo que necesitamos y dónde encontrarlo, y del resto, la temporada que viene, me encargo yo”.
Este es el recado que tiene el técnico argentino y, para ser consecuente con el reto, lo primero que han desechado los responsables verdiblancos es el traspaso de Juan Ureña, por quien el Deportivo de La Coruña ha llegado a ofrecer 80 millones de pesetas. En el Betis no quieren desprenderse de aquellos jugadores que lo pueden ayudar a recuperar la categoría perdida, sencillamente porque ese objetivo inaplazable del ascenso es el único horizonte que anima el porvenir.
“Más adelante, confiesa Lopera, instalados ya en Primera, llegará la hora de organizar nuestra particular revolución y, por supuesto, de hacer fichajes como no se han conocido en este club”. Esa apuesta la refrenda con la excelente salud económica que, según sus palabras, atraviesa en este momento la sociedad, sobre todo, dice “si tenemos en cuenta lo que me encontré a las dos de la tarde del pasado 30 de junio”. Un largo rosario de penurias y tristezas que tuvieron su colofón más extraordinario aquel día de marzo en que Ruiz de Lopera abandonó una reunión de la Liga de Fútbol Profesional después de que su presidente de entonces, Hugo Galera, le confesara a gentes como Baró, Samper, Mendoza o Cuervas que “el Betis necesita de la ayuda de ustedes porque está en la ruina”. Lopera, todavía al recordar hoy estos episodios del viacrucis, respira hondo, tuerce el gesto, y dice con vehemencia: “Al oír esto, cogí la puerta y me fui sólo en un taxi al aeropuerto. Yo no he servido nunca para ir pidiendo limosna y por eso me rebelé, porque, como le dije a Hugo, el Betis tiene más dinero que todos estos juntos”.
Ahora, sin embargo, con dinero o sin él, los tiempos béticos están lastrados por el realismo. La Segunda es un mundo maldito al que rara vez llegan invitaciones para acudir a las fiestas de los poderosos, y, se quiera o no, los problemas de este infierno sólo se remedian haciendo oposiciones y ganándolas. Por ello, mientras que no se adquiera consciencia de esta certeza cualquier canto del cisne como el del presunto fichaje de Maradona estará condenado a ser una anécdota nacional. Y menos mal que, para bien de todos, el patrón del Betis no aceptó la oferta de Ferlaino para montarse en su avión particular y presentarse en Zurich. Haber protagonizado esa “postura de fuerza” hubiera provocado una insólita batalla en la muy neutral Suiza y ante la muy señorial FIFA y, además, no habría tenido más valor que el testimonial. Porque Diego Maradona, y tantos otros grandes, no jugarán nunca en el Betis, como ahora entiende Lopera, mientras que éste viva en Segunda División.