La trama inglesa contra el Betis, de Luis Carlos Peris.

El 27 de enero de 1988 el Betis fichaba al jugador británico Ralph Meade, con una cesión desde el Sporting de Lisboa hasta final de temporada y con una opción de compra por 2 años. La cesión costó 12 millones de pesetas, 6 para el equipo lisboeta y 6 para el jugador, quien llegaba al Betis tras 6 meses de inactividad, apartado del equipo del Sporting y según el propio jugador entrenando de forma regular en Londres.
Su fichaje fue avalado personalmente por el entrenador, el inglés John Mortimore, y con él se cubría la plaza de extranjero que dejó José Carlos Fantaguzzi ante la necesidad de reforzar al ataque verdiblanco. El fichaje fue un auténtico fiasco, apenas intervino en 3 partidos de Liga, sólo uno al completo, y demostró que su condición física no era la idónea para jugar una competición de alto nivel.
Su valedor, Mortimore, fue cesado el 8 de febrero, pocos días después del fichaje de Meade, y a comienzos de marzo llegaron noticias de sus problemas con la justicia británica, acusado de la violación de una menor.
En las páginas de Diario 16 Andalucía el periodista Luis Carlos Peris analizaba todas esta serie de despropósitos, haciendo un recorrido de las malas experiencias del Betis con el fútbol procedente de las Islas, del que sólo se salvaba Patrick O´Connell en un tiempo ya lejano, pero que en los años 80 del pasado siglo acumuló un fracaso detrás de otro.
La conexión británica del Betis terminó de dar frutos hace cincuenta años. Con Patrick O´Connell consiguió el Betis tocar techo inscribiendo su nombre en el reducido club de los campeones de Liga. Luego todo contacto con las Islas resultó un fracaso para los verdiblancos y con la contratación de Ralph Meade puede culminar la novela con un desenlace fatal, pues la historia que nos sirve nuestro corresponsal en Londres es para que al beticismo se le pongan los pelos como escarpias. Y es que por muy en regla que se encuentre actualmente con Scotland Yard, esos antecedentes no los borra ni Su Graciosa Majestad.
Peter Barnes, John Henry Mortimore y Ralph Meade forman un triángulo de las Bermudas en la historia del Betis. Aquel rubio inglés que le pegaba formidablemente con la zurda se pasó una temporada de vacaciones en Sevilla en la que no faltó un aluvión de multas de Tráfico que iban directamente a las oficinas del Villamarín. Peter Barnes llegó al Betis saliente de una gravísima operación de rodilla, y utilizó la camiseta blanquiverde para su recuperación tras pagar la junta de Juan Mauduit cincuenta millones de pesetas al Leeds United. El inglés jugó ocho o diez ratitos oficiales y cada gota de sudor le salió al club heliopolitano a millón.
La segunda parte de este trípode atiende al nombre de John Henry Mortimore, un perfecto caballero, técnico de indudable valía que no llegó a enterarse de los mimbres que le dieron. Por supuesto que los mimbres no eran de primera calidad, pero en la categoría hay media docena de equipos bastante peores que el Betis para no haberse cargado de negativos tan espectacularmente. Al final, Mortimore hizo una mala jugada recomendando a su compatriota Ralph Meade; sobre todo cuando desechó en la pretemporada varios nombres—uno de ellos, muy cercano—por falta de profesionalidad y mala conducta ciudadana. Él debía conocer los devaneos de Meade con la justicia inglesa, como conocería sus seis meses de inactividad. El Betis necesitaba de un remedio urgente y el futbolista venía hasta con celulitis. Claro, que la mayor parte de culpa ha de recaer en Gerardo Martínez Retamero por huir hacia adelante haciéndole caso a un directivo con prisas por fichar, y a un técnico que tenía media en el mismísimo hoyo de las agujas. Ahora no está Mortimore, pero sí Meade con dos rodillas hechas añicos y unos antecedentes escalofriantes. Vivir para ver y que no decaiga.