La última noche del presidente Galera, de Manolo Rodríguez.
La conversión del club en Sociedad Anónima Deportiva en junio de 1992 dio lugar a una situación un tanto anómala, ya que el presidente del club seguía siendo Hugo Galera, mientras que el nuevo poder derivado de la conversión en SAD no detentaba el poder ejecutivo.
La legitimidad de Hugo Galera venía de su asunción de la presidencia en julio de 1989 tras ser nombrado vicepresidente por el presidente Martínez Retamero, quien a continuación procedió a dimitir, trasmitiéndole el cargo de presidente de la sociedad.
La coexistencia entre Galera y Lopera duró 3 semanas, pues el 21 de julio el primero dimitió del cargo. El máximo accionista Ruiz de Lopera el 27 de julio presentó a José León como presidente del Consejo de Administración que se formó entonces, permaneciendo él como consejero delegado.
En las páginas de Diario 16 Andalucía de esos días el periodista Manolo Rodríguez desveló todas las interioridades de ese movimiento de toma del poder por los nuevos mandatarios, que venían así a reflejar el nuevo fútbol de las SAD.
Hugo Galera se fue serenamente de la presidencia del Betis cuando faltaban pocos minutos para las doce de la noche del martes 21 de julio. No puso obstáculos a la voluntad de la nueva mayoría y en ningún momento intentó enfrentarse a la evidencia que tanto tiempo ha estado ignorando. Sabía que todo estaba escrito y, según confiesan algunos de los que vivieron esa última reunión, “Galera parecía más relajado que nunca y, sobre todo, recobró su altura intelectual de los mejores días. Pidió moderación, estuvo generoso, y se fue convenciendo de que ya no le quedaba otra opción más que la de abandonar su puesto”.
Para la nueva mayoría fue un respiro, y ayer mismo se lo recompensaron. Lopera le expresó sus respetos y León le reafirmó su lealtad. Todos hablaron bien del último presidente del Betis, y nadie quiso acordarse de la tensión con que se vivieron las horas previas a la reunión del martes. Una Junta en la que el único punto del orden del día era forzar la dimisión de Galera, quien tenía profundamente decepcionados a Lopera y a León por su poca colaboración con los nuevos propietarios, por su cercanía a los disidentes Miguel Espina y Rufino González, y por las continuas dilaciones que le imponía al proceso de transición.
Esta y no otra fue la razón de que Lopera y León forzaran la máquina durante el fin de semana, y de que llegaran a provocar un ascenso por las bravas al poder de Heliópolis si el presidente no aceptaba el acuerdo. Pero lo aceptó. A pesar de que a Galera no le haya gustado que Lopera sea el accionista mayoritario del Betis SAD, y a pesar de que tuviera importantes vinculaciones con Espina y con González, a quiénes él llevó al Villamarín prometiéndoles algo que no se ha cumplido.
Porque éste y no otro es el asunto. Galera, hace unas semanas, intentó un acuerdo con un grupo de béticos para que cada uno de ellos pusiera treinta millones de pesetas, cantidad a la que se le habrían sumado la deuda de Proinsur y el crédito de las Cajas. Total, unos novecientos millones de pesetas dominados por diez o quince personas que garantizaban que el Betis no fuera de uno sólo.
Pero, como saben, eso no pudo ser. Falló el plan, llegó Lopera y hubo algunos, como Rufino González, que se encontraban con que habían aportado treinta y siete millones de pesetas y no tocaban bola. Y Galera pensó que debía defender los intereses de los damnificados. Incluso los suyos propios. Por eso se mostró renuente a los acuerdos y, como dice un dirigente, “no quiso ver la evidencia”.
Pero la evidencia se terminó imponiendo. Lopera había decidido que José León fuera el hombre, y que ya no había tiempo que perder. Por eso se convocó la reunión del martes y por eso, el gerente del club llamó a Miguel Espina en la misma mañana de ese día, y le dio el recado de que no asistiera, ya que no era necesaria su presencia. Espina se limitó a contestar: “Eso que me lo diga el presidente”. Pero una vez en Villamarín el presidente sólo pidió moderación. Aun así, no pudo evitar que Rufino González tuviera algún arrebato y que llegara a insultar a los presentes con palabras que, según algunos de los asistentes, “jamás se habían oído en aquella sala”.
Más tarde pidió perdón. Antes, y a propuesta de Campos Camacho, todos los directivos presentaron su dimisión. El poder quedaba ya en las manos de Ruiz de Lopera. A partir de ahí, sólo quedaba formar gobierno. El sábado se escribirá en un papel y el lunes será público. Y aunque algunos crean que Lopera es un duro, el nuevo patrón no quiere tensiones. Por eso no se descarta que Miguel Espina forme parte del Consejo. Aunque lo único seguro es que lo presidirá José León Gómez.