Larrinoa, un símbolo bético de Arrigorriaga, de José María Gutiérrez

En la temporada 1984-85 el Real Betis Balompié conmemoró con diversos actos el cincuenta aniversario del título de Liga conquistado en la temporada 1934-35.
Entre esos actos estuvo el homenaje realizado a dos de los supervivientes de aquella plantilla: Pepe Valera y Rufino Larrinoa, quienes hicieron el saque de honor antes del partido que enfrentó en el Villamarín al Betis con el Real Madrid, el gran rival en aquella gloriosa temporada. Eso sucedió el 18 de noviembre de 1984, con un brillante colofón en la victoria posterior esa tarde por 4 a 1 contra el equipo madridista.
Al día siguiente en la edición andaluza de Diario 16 el periodista José María Gutiérrez firmaba este artículo, resultado de su conversación con Rufino Larrinoa, donde éste recordaba algunas curiosidades y anécdotas poco conocidas sobre la vida habitual de aquellos futbolistas que tanta gloria dieron al Betis Balompié.
Todavía se acuerda Rufino Larrinoa de aquellos melones fresquitos, maduros y muy dulces que se comían los jugadores de aquel Betis campeón de Liga en el Bar Bilindo en los comienzos de la década de los treinta.
Lola Conde era la señora que los acogía en su fonda y cuando comenzaba a hacer calor se bañaban en una piscina que había donde hoy están Los Remedios.
En aquella época, el Real Betis Balompié estaba cuajado de vascos. Arrigorriaga, pequeño pueblecito vizcaíno cercano a Durango, se llevaba el palmarés. Era una auténtica cantera verdiblanca. De allí salieron Soladrero, Lecue y Larrinoa. Era un Betis compuesto en sus filas por siete vascos, dos andaluces y dos canarios.
Míster O´Connell, el entrenador de origen anglosajón, los cuidaba como si fueran sus hijos. Cuenta Larrinoa que fue el técnico verdiblanco hasta Santander para ficharlo y que el mismo O´Connell daba los masajes a los jugadores. “Nos mentalizaba sobre cómo debíamos jugar de una forma constante, era un entrenador magnífico”.
En tres años se logró formar una piña de futbolistas que no había equipo que los parara. Así en la temporada 1934-35 la cosa había comenzado de maravilla, ganando en la capital al Madrid y después continuaría una racha de resultados que pusieron alas en los “Urquiaga, Areso, Aedo, Peral, Gómez, Larrinoa, Timimi, Adolfo, Unamuno, Lecue y Saro”. Batieron esa temporada varios récords. Dice Larrinoa que tenían una defensa infranqueable. “Mira, con la cantidad de goles que se marcaban entonces debido a las tácticas del dos-tres-cinco, el Betis en trece encuentros estuvo imbatido en 22 partidos. Tan sólo nos marcaron 19 goles”.
Al final de esta temporada escribió el Betis la más hermosa página de su historia, proclamándose campeón de Liga, tras el último encuentro en Santander y donde vencieron por cero a cinco. El regreso coincidió con la Feria de Abril y recuerda Larrinoa con especial cariño, esas calles por la puerta de Carmona engalanadas y toda la ciudad dándoles la bienvenida por su triunfo.
Fue la era gloriosa del Betis, “cuando la entrada valía un duro, cuando el campo del Patronato estaba lleno de barro—entonces no había sequía—ay, aquella tribuna del frontón”, que como tal duró poco tiempo, fugaz, ya que como dice Larrinoa “llegó la romería del treinta y seis y todo se acabó; unos se fueron a México donde viven Areso y Aedo, y los demás han ido falleciendo poco a poco. Lecue hace poco y tan sólo quedan ya Unamuno con una pierna amputada, Valera y el Recortao, apodo que me pusieron aquí”.
Ahora Larrinoa es socio del Athletic de Bilbao pero aún continúa sufriendo mucho cuando pierde su equipo, el Betis.