Los dos Oliveira, de José Angel Bonachera
El fichaje del jugador portugués Antonio Oliveira desde el Oporto en el verano de 1979 fue en su momento la mayor inversión monetaria de la historia verdiblanca. Un jugador de 27 años, con alta capacidad técnica, y que despertó grandes expectativas, dada la fama de que venía precedido.
Su presentación en el Villamarín el 28 de julio de 1979 fue todo un revuelo para la época, y su debut en los partidos amistoso de pretemporada fue aumentando la ilusión, sobre todo el extraordinario encuentro que jugó en Huelva en la consolación del Trofeo Colombino frente a los polacos del Stal Mielec.
Sin embargo, fue comenzar la competición de Liga y cambiar las tornas. En el primer partido, en casa frente al Rayo Vallecano, obtuvo un gol de penalti, pero su rendimiento comenzó a bajar, hasta tal punto de que, entre lesiones y baja forma, fue desapareciendo de las alineaciones de Luis Carriega.
En este artículo a cargo del periodista José Angel Bonachera en las páginas de Suroeste de noviembre de 1979 ya se ponía en duda el rendimiento del astro portugués, en base a su poco fondo físico y su escasa entrega. Todo un preludio de lo que sucedería en enero de 1980, cuando rescindió su contrato y volvió a Portugal.
No tienen la culpa los clubs muchas veces. Las más, sí, porque normalmente los directivos se pasan de listos o se las dan de muy entendidos.
Es el caso de Oliveira, el internacional portugués, llegado en olor de multitud y a golpe de billetes, que según se dijo podría traducirse en cuarenta y tres kilos, 43, que junto a lo que él percibe el fichaje podría situarse en los sesenta, que ya está bien.
Bueno, pues Oliveira, que resulta ser un técnico de primera magnitud, no podrá ser rentable nunca. Desde su llegada a Sevilla, puede que un par de partidos, o un tiempo de dos encuentros, en los que exhibió, sin género de dudas, una calidad incuestionable. En la Liga un tanto de penalti, en el partido de apertura en el Villamarín y luego lesiones continuadas, que le tienen prácticamente apartado del equipo.
Cubillas, hace unos días, y lo reproducimos en el momento de sus declaraciones, señalaba que Oliveira se había equivocado al fichar por el Betis, considerando la dureza del fútbol español.
Un profesional con categoría de gran estrella, joven todavía, no puede ni debe lesionarse con la frecuencia de este portugués, que llegó a nuestra ciudad diciendo, poco más o menos, que una vez cogido el ritmo—hacía dos meses que no entrenaba—estaría a pleno rendimiento.
No sólo no ha cogido la forma precisa, sino que ha perdido el sincronismo necesario, quedándose muy relegado en el sistema impuesto por Carriega. Créannos que es inadmisible que un deportista, profesional y consciente, se permita el lujo de estar dos meses sin entrenar y luego acepte que le contrate un club por el número de millones que lo hizo el Betis. Un profesional, tenga o no equipo, vacaciones o se encuentre cinco días de permiso, no puede dejar pasar uno sin correr, saltar, levantar pesas, hacer gimnasia, tomar contacto con el campo, respirar oxígeno puro, y disputarle el puesto a cualquiera que esté jugando en ese momento.
Bien, pues a pesar de esta serie de detalles explicativos, estos futbolistas que nos vienen del exterior, son los de mayor atención del aficionado, al que perdonan todo y son los causantes—culpa del hincha, claro—de que los aficionados dediquen su enfado y desagrado para los que salieron de la cantera.
No se mide por el mismo rasero a todos. Se puede ser un artista, pero no justificar convenientemente el valor en moneda. La filigrana, el quiebro, el desplante, el gol alguna vez, cobrar el traspaso por cincuenta o cerca de los cien millones de pesetas, aparte sus estipendios, y no dar la cara. Es injusta la posición y los hechos.
Oliveira está entre estos futbolistas, mimados, bien acogidos, que no responden a lo que se pagó por ellos, teniéndose que poner prácticamente entre algodones, preservándose de cualquier problema físico en perjuicio del club que los contrató.
Mientras no se demuestre lo contrario, aunque nosotros hayamos estimado su calidad, especialmente en el segundo partido del Trofeo Colombino en Huelva, Oliveira será un mal fichaje, como tantos otros del fútbol nacional de estos últimos tiempos. Y que conste, uno también dijo que era una gran inversión, pero… Aquel era otro Oliveira.