Los ravioles del domingo para ser buen deportista

Hoy juega el Betis en Argentina frente a River Plate un encuentro amistoso. Vamos a aprovechar esta circunstancia para rescatar un bello relato de Nelson Castro publicado en Los cuentos de la pelota y que rememora a Féliz Loustau, el extremo izquierdo de La Máquina, la mítica delantera del conjunto bonaerense que dominó el fútbol argentino en las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado.
Recuerdo ese domingo de Marzo de 1952, como el día en que conocí a un crack por primera vez. Terminado el almuerzo salí al jardín de mi casa a ver los trenes que pasaban por enfrente, y jugar a la clásica «bolita».
Vivíamos en Quilmes, en la calle Hipólito Yrigoyen 1228, y los trenes pasaban para la ciudad de La Plata con gente para el hipódromo y alguna cancha (Estudiantes o Gimnasia), y a su vez con hinchas del equipo que hacía de visitante a Constitución.
Frente a casa, en la vereda, había un frondoso árbol que daba mucha sombra y se sentía mucha música, subiéndome a la parecita y reja del frente, veo bajo el árbol a un hombre limpiando un Mercedes Benz de la época color verde aceituna con un trapo, sacándole la tierra, y la radio del auto a ‘todo trapo’ escuchando tangos.
La tarde de sol daba para la siesta, pero a mí no me gustaba, este señor me resultaba cara conocida y silbaba junto con los tangos, entro y le digo a Tito, mi papá: «en la vereda hay un hombre limpiando un auto y me resulta cara conocida», mi padre trabajaba en la agencia Chevrolet de Quilmes y pensó que podría ser alguien de la agencia, cuando sale lo ve y me dice: «se llama Félix Loustau y es de la Máquina de River».
Tito se acerca y le pregunta si ese domingo no jugaba, eran cerca de las 14 y los partidos comenzaban a las 15.30, «Sí» -le contesta -lo que pasa es que vine a comer unos ravioles a la casa de unos amigos a Berazategui, y las calles eran de tierra y se me ensucio el auto-, a todo esto, los trenes pasaban repletos para ambos lados con hinchas tanto de fútbol como «burreros».
El ‘crack’, con un balde que le había prestado Tito, seguía limpiando tranquilamente su auto, y yo mirando a ese hombre que tantas veces había escuchado por la radio en las voces de Bernardino Veiga y Fioravanti.
Terminada la limpieza, don Félix le agradeció el agua a Tito, subió a su Mercedes verde oliva y se perdió en el fondo de la avenida Yrigoyen rumbo al Monumental escuchando los tangos de la época. Nos quedamos con el vecino comentando lo de los ravioles y si llegaría a tiempo para el partido.
La expectativa fue grande hasta el momento que River salió a la cancha y el comentarista dijo: «Labruna y Loustau», no estuvimos tranquilos, yo ya era hincha de Boca y de Quilmes, pero tener la suerte en esa época de charlar con un ídolo y jugador internacional de selección en la vereda de tu casa, no era cosa de todos los días; cada vez que el relator decía la «la agarra Loustau» mi viejo decía «ya se le bajaron los ravioles» y hasta que terminó el partido estuvimos al lado de la radio esperando su gol.
¡Cómo cambiaron los tiempos!, hoy las concentraciones, prácticas y dietas hacen un atleta que cobra millones, y si se toma un tinto con el doping lo defenestran para todo el viaje… no creo que la raviolada de Félix con sus amigos ese domingo fuera acompañada de agua o leche, creo que más bien fue con unos buenos tintos y «tuquito» con bastaste pan, para dos horas después sentir en el Monumental su nombre coreado por miles de hinchas que nunca se enteraron que su ídolo era de buen diente y gran tanguero.