Meho Kodro, el acoso de una sombra, de Francisco Correal.

El delantero bosnio Meho Kodro fue futbolista de la Real Sociedad entre los años 1991 y 1995. Había llegado desde el Velez Mostar, y promedió en sus 4 años en San Sebastián un buen número de goles, lo que hizo que pasase al Barcelona, jugando posteriormente en el Tenerife y Alavés.
Participó en el Betis 0 Real Sociedad 0 de noviembre de 1994 en el Villamarín, y a el le dedicó su Marcaje al hombre el periodista Francisco Correal en las páginas de Diario 16 Andalucía.
Un futbolista, como un actor de teatro, tiene que meterse en el personaje para que el resultado de la obra, es decir, el resultado a secas, sea convincente. Meho Kodro se metió en el personaje en el primer tiempo. En el segundo, se salió discretamente de su papel.
¿Será casualidad o una manía? En las dos ocasiones en que el equipo donostiarra sale al césped, Kodro lo hace el último. Loren, capitán realista, delantero reconvertido en zaguero, departe con él. A Loren, futbolista castigado por esa tendencia que convierte los sueños en realidades, le gustaría jugar de Kodro. El brazalete y la titularidad le curan de las nostalgias.
La estadística del partido deja bien claro que hubo dos Kodros que, paradójicamente, siguieron ritmos antinómicos a los de su equipo. Cuando la Real Sociedad estuvo más cautelosa, el bosnio era la única opción atacante. Cuando el equipo decidió tirar las naves tras el descanso—ocasión clarísima de Karpin, cabezazo el travesaño de Imanol, oportunidad fallada de Uría—fue Kodro el que adoptó una actitud más conservadora.
Ese cambio del delantero queda traducido en su particular marcador de faltas. Recibió cuatro en la primera parte, una de Jaime y tres firmadas por Roberto Ríos, su par impertérrito, que le provocaron cierta desesperación. Y es que Ríos junior defiende el puesto con uñas, dientes y muchísima dignidad: para ello hace de Batman, de Spiderman, de hombre Ureña.
En la segunda parte, el árbitro, que había actuado como defensor de Kodro, se convirtió en acusación particular. En ese periodo no le hicieron ninguna falta y él cometió cuatro: dos que le devolvió a Roberto Ríos, una a Gordillo y otra a Stosic.
El epicentro de las ofensivas donostiarras llegaba por otros cauces; la zaga verdiblanca tenía que descentralizar esfuerzos. Kodro disparaba con balas de foguero, y era en realidad un líbero de sí mismo. El ritmo dramático se había trasladado al otro extranjero blanquiazul: cuatro faltas consecutivas sobre Karpin, con el saldo de sendas tarjetas sobre Roberto Ríos y Vidakovic, bosnio como Kodro.
El duelo entre los dos bosnios fue esporádico, limitado a acciones puntuales que inauguró el bético con un regate escalofriante delante de Jaro para delirio de la parroquia. El realista tomó el relevo robándole la cartera y enviándole a Uría un balón que éste envió al Instituto de la Grasa.
Jugando en posiciones diferentes, casi en las antípodas, Kodro y Vidakovic aparecen como dos animales del fútbol. Gráciles, elegantes, amigos del balón, poco adictos a las componendas. Mitigan con el fútbol la zozobra de su pueblo. Un gentilicio, los bosnios, que antes no era sino una mota en los mapas de la Jauja del titismo. Se sabe que esta gente vive gracias a que empezaron a morir. Su historia contemporánea es un interminable epitafio.
Vidakovic y Kodro se saludaron al término del partido. El donostiarra le regaló su espinillera a un recogepelotas. La reliquia conservará las huellas de Roberto Ríos, su sombra, y algunas secuelas de Vidakovic, tan omnipresente en el juego que alguien del público lo comparaba con el chófer de Drácula.
La ocasión más clara de Kodro llegó en la primera parte. El único hueco que le abrió Ríos lo aprovechó para escorarse y recibir en condiciones propicias un servicio impecable de Luis Pérez. El pase de la muerte del canterano no pasó de una heridita.
El no-gol es una lacra depresiva para un delantero tan certero como Kodro. El positivo no es consuelo suficiente. Heredó el protagonismo del lobby británico—Richardson, Atkinson, Aldridge—y del lobby portugués de Carlos Xabier y Océano.
Kodro insular, sin patria, sin padrino con la saga/fuga de J.B. Sin Toshack nadie sabe qué puede pasar en este equipo. Sin los goles de Kodro, es fácil imaginárselo. Su suerte es que el próximo domingo Roberto Ríos cambiará de presa.