Rogelio, de Ricardo Ríos
El 7 de agosto de 1974, se cumplieron el jueves 40 años, Rogelio Sosa era homenajeado en un partido contra el Wisla de Cracovia polaco.
El partido, que sirvió de presentación para el equipo bético ante su afición, concluyó con victoria bética por 3 a 1 y en él debutaron en el Villamarín jugadores como Julio Cardeñosa.
Rogelio Sosa tenía en ese momento 31 años y llevaba ya 12 en la primera plantilla verdiblanca. Aun siguió en activo durante 4 temporadas más, siendo uno de los jugadores más carismáticos para la afición bética a lo largo de los años sesenta y setenta..
El mismo día de su homenaje el periodista de ABC Ricardo Ríos le dedicó este sentido y merecido artículo.
Esta noche el Villamarín se va a llenar. Su lleno debería ser rebosante, hasta los topes. Y uno cree que puede serlo. Hay muchas razones para ello.
Hoy el Betis, campeón sin ensaladera en La Línea, va a hacer la presentación ante su afición. Van a estar los nuevos y aquellos que lograron poner al club en la máxima categoría. Enfrente un equipo potentísimo, base de la selección polaca en los recientes Mundiales. Y todo ello alrededor de una figura del balompié sevillano: Rogelio.
Rogelio es hombre de fuerte personalidad. Su vida ha sido, es y será, quiera Dios que por muchos años, el fútbol. Un fútbol que sólo ha tenido colores verdiblancos. Apenas una temporada en la Ponferradina, cedido por el Betis, para volver y topar con una titularidad que empezó con el “once” a la espalda y con la cara aún aniñada. Desde aquella época de Daucick hasta la de ahora de Szusza, Rogelio ha sido ante todo y sobre todo un jugador de personalidad. Con méritos y deméritos en su historia futbolera. Con virtudes y defectos en el terreno de juego. Fuera de ellos, Rogelio Sosa Ramírez, nacido en Coria del Río, allí casado y padre de una hermosa parejita, ha mantenido su personalidad, cálida, sencilla, honesta.
He seguido al Betis, por mi labor informativa, de Norte a Sury de Este a Oeste de nuestra geografía. En Orense, en Alicante o en Tarragona siempre hubo un amigo de Rogelio, casi siempre admirador, otras aún más, hincha. Yo he conocido de cerca la sonrisa de Rogelio, a veces más interior que exterior, después del triunfo, su satisfacción de bético y su natural orgullo como profesional. También le he visto con lágrimas en los ojos, en silencio y hablando únicamente con monosílabos. El siente al Betis cono cosa suya. Está acostumbrado a que le chillen, pero le duele. También a que le vitoreen y le pongan en los más alto, y entonces se hace, se siente aún más bético. Le he visto incluso,– ¿te acuerdas, Rogelio, en Tarragona?–, casi pegarse por defender al Betis y a sus compañeros.
Hoy el Villamarín se va a llenar. Porque este hombre se lo merece. Dieciséis años quedan atrás. Cuando se escriba la historia del Betis de lo años sesenta o setenta habrá que hablar forzosamente de Rogelio.