Trifón en el Betis, de Antonio Burgos

A finales de noviembre de 1990 ficha por el Betis el jugador búlgaro Trifon Ivanov, procedente del CSKA de Sofía, del que llegaba cedido hasta final de temporada a cambio de 15 millones de pesetas.
Su llegada supuso un auténtico revulsivo para un equipo que por entonces se debatía en los últimos lugares de la tabla clasificatoria de la primera División. En su segundo partido con la verdiblanca su actuación fue decisiva para la victoria conseguida en El Plantío frente al Real Burgos, abriendo el marcador en el minuto 1 para un partido en el que el Betis se impuso 1-2.
Dos días después, en su columna de Diario 16 Andalucía, el periodista Antonio Burgos publicó este artículo en el que glosaba al nuevo jugador verdiblanco, realizando un emotivo paralelismo con otro Trifón, Trifón Gómez, el cántabro regentador de La Flor de Toranzo en el barrio del Arenal, representante de una estirpe de abnegados trabajadores que sólo se permitían como único lujo dominical el acudir a Heliópolis a ver al Betis en los años más duros de la historia verdiblanca.
En el museo imaginario de las grandezas populares de Sevilla tengo yo puesto hace mucho tiempo el sombrero de alancha de Carlos Astolfi, la silla donde se sentaba empernacado El Pali en la calle de la Aduana, la rebeca de Auxilio Social que llevaba la de Qué te Brillan las Espuelas, la leontina con la medalla de la Virgen del Rocío que le cruzaba el chaleco al marqués de las Cabriolas, los pantalones breeches de don Hermógenes el profesor de Equitación, el sombrero de Horacio Hermoso, el puro de Antoñito Cofradías y el babi de montañés, el honroso y honrado babi de montañés de Trifón, que no se llamaba Trifón, sino que se llamaba Triunfo Gómez, pero Trifón le puso un brigada en el cuartel y Trifón se le quedó, para honra y gloria de su gran amor, el Real Betis Balompié.
Que andando el tiempo, muerto Trifón, recordado todos los días en el templo del lomo en manteca que mantiene con unción baratillera su hijo Rogelio, haya venido al Betis un futbolista búlgaro que lleva tan inmarcesible nombre verdiblanco, forma parte de las leyendas de esta ciudad que escribe la rectitud de la Historia con los renglones torcidos de la gracia. Se me vinieron de golpe todos los recuerdos del Betis de Tercera, del Betis de los Villamarines, del Betis del Pali, del Betis del partido de Utrera, del Betis del transbordador de Ceuta y de las piedras de mechero de Algeciras para jugar con el España de Tánger, cuando fue anunciado solemnemente que habíamos fichado a un búlgaro. Lo del búlgaro no nos sonaba para nada. Búlgaro parece el nombre de un marisquillo para tapear con un alfilerito que llevaba Brazo Jierro por las mesas antiguas del Bilindo o de La Raza. Nos sonaba más lo de Ivanov, que era como héroe de Dostoievski, como de capitán esforzado de esta guerra y paz que mantiene el Betis donde más agonía produce, donde más sentimiento bético de la vida origina, en ese angustioso final de la tabla. Pero más todavía nos sonaba la gracia, el nombre de pila de este búlgaro Ivanov, que no era otro que Trifón.
¿Cómo podía haber estado el Betis tantos años sin Trifón? Faltaba Trifón en la grada, con aquel único lujo dominical que se permitía el estoicismo montañés de su babi, emperador en su trono del mostrador, con el cetro del cuchillo de cortar jamón. Los duendes verdiblancos, que haberlos haylos, nos trajeron este gozo, de que el Betis volviera a contar con Trifón, si no en la tertulia del mediodía para largar indirectas al padre Estudillo, que es palangana, sí sobre la grandeza de los verdes capos del Edén.
Por eso no me ha extrañado nada que Trifón, que Trifón Ivanov, haya sacado al Betis de la ruina que tenía en todo lo alto. ¿Quién va a cuidar al Betis mejor que Trifón?. Los angelotes béticos que revolotean los lunes por la Puerta Larená, y que se reflejan en los cristales de la capillita de la Pura y Limpia, me lo contaron ayer por la mañana, que esto era una mediación que había logrado Trifón desde su alto asiento en el Heliópolis del otro barrio. Este Trifón, Trifón Ivanov, es como una reencarnación del espíritu del otro Trifón, del único Trifón, de Trifón Gómez, el montañés que hizo germinar en Sevilla, con mucho trabajo, con mucha honradez, con mucho sacrificio, la flor pasiega de su Valle de Toranzo. Aquel Trifón nos ha mandado a este Trifón para que dejemos de sufrir un poquito en forma de gol al Burgos.
Hombre, a mí al Burgos no me gusta que le hagan nada, por cuestiones onomásticas fácilmente comprensibles, pero si es a ese Burgos, al Burgos FC, me encanta que le metan goles allí arriba, con el frío que hace, como dice el bético Carlitos Fernández.
Sobre todo, si gracias al Burgos y por obra de Trifón, sacamos al Betis de la ruina que tiene en todo lo alto.