Una anécdota con el torero Guerrita en 1927

En febrero de 1927 Sevilla y Betis se trasladaron a Córdoba para disputar el partido de desempate que dilucidaría el vencedor en el Campeonato de Andalucía, tras el empate a puntos en la primera posición entre ambos. La elección de la capital cordobesa fue motivo de polémica con otras ciudades que aspiraban a acoger el partido, como Cádiz o Huelva, así como con la posible alternativa de uno de los dos campos de fútbol sevillanos, Reina Victoria y el Patronato.
En la decisión final pesó la modernidad del Stadium América, inaugurado en 1923, así como su capacidad y comodidad de comunicación con la capital hispalense a través del ferrocarril.
Córdoba no destacaba por entonces mucho en el terreno futbolístico, pues sus clubs (Real Córdoba Sporting o la SD Electromecánica) aún no participaban, por ejemplo, en la primera categoría del Campeonato de Andalucía, manteniendo aún un nivel semi amateur.
Sí destacaba poderosamente la capital cordobesa por ser una potencia de primer nivel en el mundo taurino, tanto por lo extendida que estaba la afición entre la población cordobesa como por la existencia de figuras de primer nivel. Uno de estos llamados califas del toreo fue Rafael Guerra «Guerrita», nacido en 1862 y retirado de los cosos taurinos en 1899, pero que seguía teniendo un papel preponderante en el mundo taurino cordobés. Dotado de una gran personalidad determinadas frases y sentencias suyas se hicieron famosas en la época y han trascendido hasta hoy en día, como por ejemplo «ca uno es ca uno» o «hay gente pa tó».
Desde 1902 en el centro de Córdoba, en la calle Gondomar, estaba abierto el Club Guerrita, una mezcla de peña y casino de la época, en la que se reunían los admiradores del torero junto a su ídolo, y en la que se echaban horas y horas al día entre conversaciones, relatos, copas y partidas de cartas o dominó.
Con ocasión del partido del 20 de febrero que hemos comentado entre Sevilla y Betis, alrededor de 3 mil sevillanos acudieron a Córdoba para presenciarlo en directo. Las calles del centro de Córdoba presentaban una extraordinaria animación en la mañana del encuentro, pues el partido se jugó a las 15 horas. Entre los espectadores del partido el torero trianero Juan Belmonte, gran aficionado al fútbol, y que era la antítesis de Guerrita, tanto en la forma de pensar e interpretar el toreo como en el atuendo personal. Frente al traje de chaquetilla clásico y el sombrero cordobés de Guerrita, Belmonte vestía, pensaba y actuaba de forma mucho más moderna.


En el diario El Liberal el 23 de febrero de 1927 se nos narra esta anécdota, en la que se describe la reacción de Guerrita ante la invasión multitudinaria de público atraído por el partido de fútbol, así como al paso de Juan Belmonte junto a su hermano Manolo por delante del Club Guerrita.
Un amigo nuestro cordobés, que se encontraba ayer por la mañana en el Club Guerrita, nos llamó al pasar frente al edificio, invitándonos a tomar un aperitivo. Pasamos al famoso club, y mientras nos servían unas copas, hablamos del acontecimiento del día.
Guerrita, el famoso ex matador de toros, arrellanado en una butaca, rodeado de varios amigos, nos miraba con extrañeza y hasta nos pareció advertir en su semblante cierto gesto irónico.
La calle Gondomar, atestada de sevillanos, presentaba una animación extraordinaria. Guerrita, dirigiéndose a uno de sus amigos, preguntó despectivamente: “¿Y toa esta gente ha venío a eso de la pelota?” Se estiró su chaquetilla corta, succionó repetidas veces un magnífico habano y mientras las volutas de humo ascendían en caprichosas espirales, Guerrita, abstraído e indiferente como un dios, pensaría que “toa aquella gente” estaba más loca que una cabra…
“Ahí va Belmonte”, dijo uno de los contertulios, y, en efecto, Juan Belmonte, el formidable, el único, el maravilloso artista taurino, pasó con su hermano Manolo antes la cristaleras del Club, y Guerrita, con el mismo gesto irónico que antes creíamos advertirle, siguió con la mirada a Belmonte hasta que desapareció su silueta ultramoderna: sombrero flojo de tela, gabardina, bufanda inglesa, botas de alpinista y cara de turista inglés…
Guerrita volvió a estirarse la chaquetilla anacrónica, y siguió fumando solemne e indiferente…