Vidakovic, un dandy del área, de Fernando Iwasaki.

El 11 de septiembre de 1994 debutaba Risto Vidakovic en el Villamarín frente al Albacete. Su primer partido oficial en verdiblanco lo había jugado una semana antes en Las Gaunas como ya vimos aquí, pero éste era su estreno oficial ante la afición bética.
El Betis ganó con claridad por 4-1 al cuadro manchego y Risto Vidakovic dejó muestras de su buen hacer defensivo, pero también de su calidad para sacar el balón y para sumarse al ataque.
Así lo contaba al día siguiente en las páginas de Diario 16 Andalucía el escritor Fernando Iwasaki:
Hacían su debut muchos jugadores en el partido número mil del Betis, más la atención del Benito Villamarín la acaparaba el libre serbio-bosnio que había reclamado para sí el dorsal número 3, la camiseta de Gordillo. Sin embargo, el juego de Vidakovic nos recordó más bien la eficacia y elegancia de Faruk Hadzibegic, otro ilustre símbolo del beticismo. Los encuentros conmemorativos invitan al recuerdo y la ensoñación.
De su andadura por el Estrella Roja sabíamos que lo mismo echaba el cerrojo a su área o bien que se lanzaba con sentido al ataque, y así—a los cuatro minutos—ya estaba disputando un balón en el banderín de córner del carril derecho enemigo; a los seis avanzó por el centro con autoridad enviándole un preciso servicio a Márquez y—acto seguido—a los nueve evitó lo que pudo ser un saque de esquina o una pelota muerta en su área para Dertycia. La omnipresencia de Vidakovic aburrió a los delanteros del Albacete.
En efecto, Ureña y Vidakovic se bastaron ellos solos para desbaratar los tímidos ataques manchegos, permitiéndose además el lujo de relevarse para subir al ataque, o bien cubrir los espacios vacíos dejados por Jaime y Josete, respectivamente. Es obvio que habría que ver a esta pareja de zagueros ante otros rivales más exigentes, más ello no debe impedirnos reconocer la solvencia de un sistema defensivo zonal basado en la anticipación e interpretado a las mil maravillas por el montillano y el serbio-bosnio. En honor a la verdad, los únicos momentos de zozobra que pasó la defensa bética fueron provocadas por las vacilaciones de Jaro.
Empero, ya con el 4 a 1 en el marcador, Vidakovic puso los pelos de punta en el Villamarín al regatear a dos rivales al borde del área. Quizá con otro marcador nunca hubiera ensayado ese alarde de suficiencia, pero el gesto dejó la sensación de una frialdad rayana con la imprudencia y a la vez el placer que sólo se experimenta en situaciones límite. Vidakovic se ha dejado ver poco, mas lo visto ha sido suficiente: es elegante, rápido, inteligente—y por qué no decirlo—un pelín temerario.
Decían quienes le habían visto jugar en el Estrella Roja que sería un nuevo Djukic, pero en el Betis Vidakovic ha demostrado, más bien, maneras de Pepe Hadzibegic. Por ahora no encuentro elogio mayor. Tal vez dentro de algunas jornadas, estos juicios para bien o para mal merezcan una rectificación, pero hasta entonces habrá que seguir la pista de este zaguero que le ha dado a la defensa bética un seguro de vida y un toque incuestionable de distinción.
El puesto de cuarto extranjero se pondrá reñidísimo en este Real Betis, pues está claro que los que cuentan son el elegante Vidakovic, Stosic—muy flojo ayer, por cierto—y el inédito Kowalczyck. Los demás extranjeros, incluido el de la megafonía del Villamarín (¿en qué idioma anunciaba los cambios?), quizá tengan su ocasión en la Copa del Rey.