¡Viva el Betis¡
En diciembre de 1958 el Betis celebra sus Bodas de Oro con multitud de actos, entre los que destaca un Torneo futbolístico que, desgraciadamente, no pudo llevarse a término ante las torrenciales lluvias que azotaron Sevilla durante esos días, y que obligaron a sus suspensión. En este trofeo iban a intervenir el Malmoe sueco, el Borussia Dortmund y el Betis en una competición triangular.
En la prensa del momento se recogen diversos artículos relacionados con la conmemoración bética, en los que se repasan varios aspectos de la trayectoria del club o se narran diversos motivos relacionados con la entidad, su afición o su manera peculiar de apoyar y sostener al club.
En este contexto debemos entender este artículo publicado en Marca el 21 de diciembre de 1958, expresivamente titulado «¡Viva el Betis¡» y que reproducimos a continuación.
La suspensión del partido internacional de Mestalla, debido a la retirada de la selección nacional austríaca, ha dejado una fecha en blanco en el calendario futbolístico. Pero como no hay mal que por bien no venga, esta circunstancia ha puesto un margen de descanso general, en el que resalta más la solemnidad de una celebración que en la afición futbolística española despierta ancho eco: las bodas de oro del Real Betis Balompié, el popularísimo club de Sevilla.
Diríamos que el Betis ha tenido suerte al coincidir esta celebración, que conmemora los cincuenta años de historia, con un gran momento del club; con haberse reinstalado en un lugar envidiable de la clasificación futbolística nacional, si la suerte hubiese intervenido en este resultado.
El Betis es de los pocos equipos españoles que en su solidez interna, verdaderamente excepcional, puede prescindir de la fortuna, del aprovechamiento de las coyunturas. El Betis es el mismo con el viento en popa y en proa; un equipo lleno de personalidad, de vida, con independencia del triunfo y la derrota, esos “dos impostores” como los llama el poema de Rudyard Kipling. Nos atrevemos a suponer que lo mismo que ahora, en un puesto preferente de de la Primera División, con un equipo al que se espera en sus desplazamientos, como en el último de Oviedo, “como si fuese el Madrid o el Barcelona”, según decía nuestro corresponsal, se celebran las bodas de oro, se hubieran celebrado cuando el Betis marchaba en la Tercera División. Con la misma autenticidad, con la misma alegría, con la misma seguridad en sí mismos. Si acaso, hubiese variado la atención externa, porque ahora hay más gente que “ve” al Betis; pero por dentro de la gran familia bética nada hubiese variado.
Entre los clubs históricos españoles, el Betis ocupa este singular lugar. El prestigio que confiere la historia se halla en el club andaluz garantizado a prueba de sinsabores y azares deportivos, de lo que no sabe si podrían enorgullecerse otros pedestales, precisamente tejidos con resultados favorables.
Esto es lo admirable, la entidad garantizada de un gran club. Para la legión de los béticos, lo mismo es el Betis en Tercera o en Primera División. Deseará, como es lógico, lo mejor para sus colores, pero si llega lo peor, lo aceptará ignorándolo, como si ninguna anécdota pudiera rozar o desvirtuar el significado categórico del club. El bético es así; está en Sevilla o desparramado en el último rincón español, el del “¡Viva el Betis, aunque pierda¡”, pronunciado a la sevillana, grito y lema deportivo famoso ya en toda España.
Este carácter ha dado al Betis una popularidad gigante, y así, hoy llega a Sevilla el afecto de la España futbolística, que celebra que un club con tanta personalidad cuente ya cincuenta años de vida. Acostumbrado como está a ignorar los contratiempos, sabemos que en nada habrá menguado la solemnidad y autenticidad de las celebraciones y festejos conmemorativos el hecho de haber alcanzado el justo veto federativo a los clubs austríacos, impidiendo el desplazamiento del que hubiese debido jugar en el Torneo de las Bodas de Oro, y luego, ya ayer, el haber tenido que aplazar actos y partidos por causa de la inclemencia del tiempo, desbordado en inundaciones el río del que el club toma nombre. El lema del club puede tornarse en “¡Viva el Betis, aunque llueva¡”.
Sentimos el aplazamiento, que nos impide estar en estos días al lado de la familia bética y presenciar el interesante Torneo futbolístico, y sobre todo, sentirse sumergido en la ejemplaridad de un club modelo de afición, un club que, si hoy celebra su primer medio siglo de vida, parece haber logrado la longevidad que puede asegurarle el más cerrado para atisbar el futuro. Lo que hace a este incierto es precisamente el temor de que las adversidades que trae el correr del tiempo menoscaben las obras humanas. Pero el Betis está a prueba de adversidades, como se ha visto, por situarse sobre ellas y sobre las contingencias. Cuando la derrota no importa, se halla uno en el mejor sitio para saber apreciar las victorias y poner incluso por encima de ellas ese “¡Viva el Betis¡” que hoy resuena en el silencio dominical de las pugnas nacionales, y al que gustosamente nos adherimos en lo que tiene de ejemplar, de saludable para el porvenir del fútbol español.
Fuente: Marca 21 de diciembre de 1958