¡ Viva er Beti ¡, de Manuel Sarmiento Birba
35 años nos separan noy, 24 de junio de 2012, del texto que hoy traemos. Se trata de la columna que en el diario deportivo AS publicó el viernes 24 de junio de 1977 Manuel Sarmiento Birba en honor del Real Betis Balompié, que al día siguiente tenía que disputar la final de Copa, 46 años después de su primera participación en una final copera.
Manuel Sarmiento Birba fue uno de los periodistas que participó en la fundación de AS en 1967, en el que pasó 25 años hasta su jubilación en 1992. En sus escritos refleja siempre una fuerte conexión sentimental con el fútbol y los personajes de otros tiempos, como en este caso, donde une al barrio de Triana con el Betis de 1931 y el de 1977.
¡ Viva er Beti ¡
Han sido cuarenta y seis años de espera, de penas, de triunfos, de sentimientos. Desde aquel 21 de junio de 1931, en que el Betis alcanzó su primera final ante el Athletic de Bilbao, a hoy, va todo un rosario de hechos singulares en la vida del popular equipo sevillano.
Al lado del memorable triunfo en la Liga de Primera División en 1935, se pasa por los descensos a Segunda, y por la caída en el pozo insondable de la Tercera en aquel mes de abril de 1947. Siete años en Tercera hubiesen hundido a cualquier club. Pero el Betis supo pervivir, luchar y tener fe en sus destinos. Por eso, en mayo de 1954, volvió a Segunda y luego a Primera. Los posteriores descensos y ascensos ya son anécdotas. Y ahora, en este 1977 de tan dispares motivaciones españolas, el Betis vuelve a la final. Y todo lo que le rodea parece sonreírle.
El puente de Triana ha quedado como nuevo. Bueno, ya se sabe lo tradicional que es el puente de Triana. Lo han arreglado para que no haya problemas viarios y que la Esperanza pueda desfilar en Semana Santa con garbo y salero. ¡Casi nada, la Esperanza de Triana¡ Sí, a la orilla derecha del Guadalquivir, en esa Triana de casas blancas y ventanas verdes, hay mucha alegría siempre. Pero estos días más. Es como si se cumpliesen los versos de Cynara, que se referían a “soportar la pesada carga y luego la felicidad”. Es, como si se citasen las rimas de Walt Whitman que hablan del “final de un espantoso viaje”. El Betis parece encajar en las citas. Han sido cuarenta y seis años transcurridos desde que jugó su primera final. Y ahora, después de pasar por la gloria del triunfo y la amargura de la derrota, vuelve al partido único, a “la fiesta del fútbol español”.
“Er Beti” en la final. ¡Casi ná¡”. Un viejo aficionado de la calle Pureza grita y canta su júbilo, y por los Remedios arriba se preparan excursiones para ver jugar a sus muchachos en Madrid ante el Athletic. “Sí, ante ese equipo de Bilbao que siempre llega a este partido”.
Ayer me llamó por teléfono un viejo aficionado sevillano. Y me prometió estar en Madrid. Es amiguete mío en mis escapadas a Sevilla y sabe de mis andanzas y amoríos por la vieja Alameda de Hércules hace muchos años. ¡Qué tiempos, “Rivita”, qué tiempos¡ Con voz que denotaba alegría, a través del hilo, se despachó a gusto: “Ya ve, Manué, que cosa más graciosa. Como hace cuarenta y seis años otra vez jugamos con el Bilbao, ¡Viva er Beti, Manué¡ “.
Ya no queda nadie, o casi nadie, de aquellos béticos que vinieron a Madrid, siendo “segundas” para jugar en el viejo Chamartín, en tarde de lluvia y viento, en un mes de junio como ahora. Y perdieron por tres a uno. Pero vinieron. Le cogieron gusto a la cosa, porque pronto ascendieron a Primera y se llevaron cuatro años más tarde la Liga de la División de Honor. Fue el año de la ciudad de Sevilla. El Betis, campeón de Liga, y el Sevilla, campeón de Copa. Un 1935 para la historia. Nunca corrió tanto el vinillo blanco en la calle de las Sierpes. Hasta Rafael “El Gallo”, sombrero campero, ladeado y tal, gracioso y con justeza, diría a la puerta de un colmado: “Este año no se habla del toro. Estos niños de la pelota han armao la revolusión. Hasta Juan se ha emosionao”. Tenía razón El Gallo. Fue el año del verano ardiente. El último año antes de nuestra guerra. Unos se mojaron por dentro hasta “jartarse”. Otros se mojaron por fuera, chapuzándose en La Algaba, espabilando la euforia, desterrando el calor y prometiéndose una rivalidad para toda la vida. Promesas que se llevaría el viento en su camino hacia la muerte.
El Betis sigue siendo el Betis. Ya no hay Patronato. Y Heliópolis es el estadio Villamarín. Ya no viven Soladrero, Adolfo, Aranda ó Timimi, que trataron de tú al Athletic. Ya no existe el viejo Chamartín de la carretera de Maudes, pero está ahí el Vicente Calderón, a la vera del río Manzanares, que va a ser escenario de una deuda contraída hace cuarenta y seis años. De verde y blanco estarán Esnaola, Biosca, Cobo, Alabanda, García Soriano…, como hace años estuvieron Jesús, Peral, Jesusín, Adolfito o Romero. De verde y blanco estarán las gradas, con béticos de toda Triana, de toda Sevilla, de Camas, de Dos Hermanas… Faltarán muchos que ya se han ido, pero quiero recordar a Antonio Moguer que, desde las entrañas de la tierra donde descansa, si pudiese, empujaría con todo su esfuerzo por el Betis que llevó en su alma…
Hay guirnaldas verdes y blancas por las calles trianeras. Pureza, Betis, Castilla, Pagés del Corro, san Jacinto. Los béticos se vienen a Madrid. Por la fresca y con calina. Antes de partir más de uno se acocará al Cristo de “El Cachorro” para pedirle una miaja de ayuda. “El Cachorro” es trianero y se supone que, en su infinita justicia, también será algo bético.
Rafael Iriondo, que tanto conoce a los bilbaínos, es el autor del “milagro”. Muy lejos, en Hungría, rumiando su nostalgia por Budapest, anda Ferenc Szusza. “Sus chicos” de hace poco tiempo han logrado llegar a la final, y eso hacía cuarenta y seis años que no acontecía. ¡Venga una botella de tokay para festejar el hecho¡ En la nostalgia de Szusza no hay danzas zíngaras. Sólo ve vestidos gitanos y bailes por sevillanas en honor del Betis, que ha llegado a la final, Tenía razón Rivita: “Viva er Beti”.
