Yo los vi…
3 de marzo de 1940. En el Estadio de Heliópolis el Betis se enfrenta al Athletic Club en la jornada 13 del Campeonato de Liga de Primera División. Faltan 9 para el final del campeonato y el Betis ocupa la última posición de la tabla, empatado a 8 puntos con el Racing de Santander, aunque a solo 2 puntos del Celta, que marca la frontera con la promoción.
Después de un mal inicio en el torneo una reacción ha hecho posible la esperanza para conseguir la salvación, pero la semana anterior una derrota en casa con el Athletic Aviación, que sería el campeón, ha puesto las cosas mucho más complicadas.
Es una temporada muy difícil para el equipo verdiblanco, la primera que se juega tras el paréntesis de los 3 años de guerra civil, con una plantilla muy joven y poco experimentada que no consigue cubrir el hueco dejado por los jugadores que pocos años antes habían conquistado la Liga.
El Betis domina los 90 minutos pero se ve incapaz de perforar la meta que defiende Echevarría. La tragedia está cada vez más cerca. Sería el primer descenso en la historia bética.
Este relato publicado en el diario sevillano FE al día siguiente, el 4 de marzo de 1940, nos narra la presencia entre el público que ese día llenó Heliópolis de dos veteranos de tiempos gloriosos y su reacción ante la presentida tragedia, que se consumaría un mes después
Yo los vi al comenzar el partido.
En sus rostros se reflejaba la ansiedad, la preocupación, pero al mismo tiempo la esperanza.
Estaban inquietos, sin poder dominar sus nervios. Uno daba paseos constantes; a otro se le cayó del papel casi todo el tabaco del pitillo que liaba. Y así los demás.
Mucho se jugaba el Betis en el partido de ayer frente al Athletic y era natural que sintieran vibrar, en lo más íntimo, la angustia del momento, añorando pasadas glorias de las que fueron actores principales.
Yo observé con qué unción entusiasta unieron sus manos al salir el equipo blanquiverde, en aplauso ardoroso y animado, como si de él dependiera el triunfo tan necesario y anhelado; con qué atención vigilante seguían el juego, reflejándose en sus gestos cada una de las fases del mismo; su desaliento a medida que transcurría el tiempo y el cero a cero, “las gafas deportivas”, se mantenían en el marcador, sin que los locales fueran capaces de hacerlas guiñar a su favor.
Yo los vi, también, al terminar el encuentro.
Callaban. Ninguno de ellos se atrevía a mirar al otro. Las cabezas bajas, reconcentrados en sí, mientras el público, indiferente, desfilaba por el graderío camino de la calle.
En sus rostros había lágrimas. Lloraban como hombres y esas lágrimas eran el sedante para su dolor y su coraje, contenidos e impotentes. Ellos pasaron, ¡ya nada pueden hacer¡
¿Qué quiénes eran?
Sus nombres poco importan.
¡Unos veteranos que fueron jugadores del Betis¡