Las bajas y la clasificación cambian la concepción del fútbol de Garrido
Que el comienzo de temporada del Villarreal no ha sido todo lo bueno que se esperaba no sería decir nada descabellado. Desde el club se estimaba que a estas alturas de la temporada los castellonenses ocuparan otro lugar en la tabla clasificatoria y que, además, el papel en la Champions no hubiere sido tan pobre.
El entrenador Juan Carlos Garrido fue objeto de diversas críticas por esta dinámica de resultados y juego. A favor del mismo se ha de decir que el “cambio de cromos” de ventas por fichajes ha disminuido el nivel futbolístico de la plantilla. Jugadores como Cazorla o Capdevila fueron sustituidos por jugadores de perfil más bajo o por canteranos que han tenido que tomar el testigo apresuradamente. Además de esto, la plaga de lesiones que ha asolado al Villarreal ha llevado a Garrido a emplear un sistema distinto al que tradicionalmente utilizaba.
Los Cani, Nilmar, Zapata y sobre todo Rossi han dejado un hueco en el equipo difícil de llenar. El fútbol atractivo, combinativo y rápido que proponían con Cani, Bruno, Senna, Rossi, Borja Valero y Nilmar ha sido sustituido por otro en el que juegan más arropados atrás, con un centro del campo poblado y trabajador. Se le cede la pelota al rival y juegan a la contra a la espera que una genialidad de jugadores del corte de Borja Valero, Hernán Pérez o De Guzmán.
Este cambio de estilo se ve reflejado en los últimos partidos ligueros en los que el Villarreal es inferior en la posesión del balón ante rivales que supuestamente son inferiores y que luchan por objetivos distintos a los de Castellón. Otro dato negativo es el escaso bagaje goleador con 9 goles en 11 partidos, habiendo anotado una sola diana lejos del Madrigal. Este apunte le convierte en el peor equipo fuera de casa. Esta temporada llevan encajado a estas alturas los mismos goles que en la temporada de su debut en 1ª (1998-99) en la que acabó descendiendo a Segunda División.
