Los Ríos, padre e hijo bético
De la próxima publicación de Daniel Gil, 100 motivos para ser del Betis, adelantamos un nuevo texto,
En esta ocasión dedicada a una saga de jugadores que, padre e hijo, vistieron la camiseta verdiblanca con un intervalo de casi 30 años entre uno y otro: Eusebio Ríos y Roberto Ríos, dos ejemplos de la mejor estirpe bética, nacidos los dos en el País Vasco, pero que fue en el Betis donde alcanzaron su cénit deportivo.
En mayo hará 6 años que se nos fue Eusebio Ríos; sirva este texto de merecido homenaje a uno de los Grandes de nuestra historia, que estuvo orgulloso de su paso por el Real Betis Balompié y de que su hijo Roberto siguiera esa misma estela.
Porque el Betis es un equipo familiar, porque engatusa y conquista al que llega de fuera hasta ‘betificarlo’ y porque tiene especial querencia por los futbolistas vascos, esos de garra y pundonor, condiciones tan a priori alejadas del gusto bético por el fútbol. Por todo eso, y por mucho más, los aficionados verdiblancos somos de los pocos que podemos presumir por ahí de haber encumbrado a dos grandes jugadores de similares características, padre e hijo, que por parecerse, no lo hacían sólo en condiciones y carácter, sino hasta en su posición de juego: defensa central.
El imaginario bético tiene entre sus devociones para esa demarcación tan señalada a dos vizcaínos apellidados Ríos, Eusebio y Roberto, que no sólo jugaron, y marcaron época, en un Betis de Primera sino que ambos, convenientemente ‘betificados’, volvieron luego, una vez concluida su carrera deportiva, a desempeñar distintas tareas técnicas en la entidad de las trece barras.
Eusebio, el padre, tras foguearse en distintos equipos vizcainos, tanto a la margen izquierda como a la derecha del Nervión, fue contratado por el Betis en el verano de 1958 para reforzar la plantilla del regreso verdiblanco a la máxima categoría tras quince años de travesía del desierto por Segunda y Tercera. Pronto se comprobó que venía destinado a dejar huella en el Betis. Su debut, segundo partido de Liga, en el recién estrenado estadio del eterno rival, acabó en un 2-4, la máxima goleada del Betis al Sevilla en el Sánchez-Pizjuán.
Ríos padre jugó una década completa en el Betis, hasta 1968, con nueve temporadas en Primera y una en Segunda. Marcó un solo gol en sus 218 partidos con la camiseta verdiblanca, pero su desempeño dejó un sello indeleble en la defensa y en el carácter del equipo y de los aficionados, que aún le recuerdan.
Al poco de retirarse, y antes de comenzar su trayectoria como entrenador, Eusebio fue padre de Roberto, destinados desde el nacimiento a dividir su afición y su carrera, como su progenitor, entre Vizcaya y el Betis.
Como entrenador, Eusebio entrenó al Betis en la temporada 1988/1989, a cuya dirección deportiva estuvo vinculado hasta 1997, cuando se marchó como técnico al Athletic, de la mano del fichaje de su hijo.
Roberto, íntegramente criado en la cantera del Betis, pronto mostró maneras de central serio y contundente, a la imagen del padre. Debutó con el primer equipo en Segunda, con 21 años, y permaneció fijo en el eje de la zaga bética igualando, e incluso mejorando las prestaciones de su padre, cinco temporadas, con 114 partidos de Liga, 71 de ellos en Primera, en los que anotó 11 goles. En 1997 se convirtió en el fichaje español más caro de la historia cuando cambió Heliópolis por San Mamés a cambio de 2.000 millones de pesetas, 12 millones de euros.
Padre e hijo fueron internacionales con España durante su etapa en el Betis. Mientras Eusebio sólo disputó un partido, Roberto llegó a jugar 11.
Y el hijo siguió andando el camino ya desbrozado por el padre. Una vez retirado, se hizo técnico y acabó en 2010 en el banquillo del Betis, en esta ocasión como segundo entrenador, ayudando a Pepe Mel en la tarea.
A Eusebio, fallecido en 2008, bien que le habría gustado poder disfrutar de esa nueva etapa de Roberto. Porque como padre e hijo que eran, seguro que disfrutaban y sufrían su beticismo en familia. Seguro que Roberto recuerda la primera vez que siendo niño, de la mano de su padre, fue a ver a su equipo al Villamarín. Y seguro que, desde el banquillo junto a Mel, ha mirado en más de una ocasión hacia el cuarto anillo para celebrar un gol de su equipo recordando a su padre, Eusebio, como hacemos miles de béticos en memoria de nuestros mayores, que tantos motivos nos dieron para ser del Betis.