No nos falles, Real Betis…
Faltan poco más de 24 horas para que comience a rodar el balón en el Benito Villamarín. Y es que mañana es un día especial y, como no, lleno de esperanza, como el de hoy, donde el verde baja del cielo a Sevilla. Porque el Betis, como todo lo que a esta bendita ciudad le rodea, se vive con intensidad, o, mejor dicho, como si de una religión se tratase.
El Betis es algo, que, como bien dice nuestro himno, va más allá de las fronteras, y no me refiero a las fronteras de nuestra Sevilla, sino a las del propio corazón. Un corazón que bombea sangre verde, que siente, que se hace eco de las alegrías y que sufre, madre mía como sufre. Quizá los que no estén tan locos de la cabeza como nosotros no entiendan cómo podemos seguir apiñados como balas de cañón pase lo que pase. A esos les digo, que, si alguna vez conocieron el amor de cerca y quisieron con todas sus fuerzas a alguien, entonces lo entenderán.
Son muchos los que categorizan el querer a un equipo de fútbol como una auténtica locura. Y no, no lo es. Los béticos lo hacemos. Queremos a los nuestros y al Betis, e incluimos el verdiblanco en el día a día, porque necesitamos tenerlo presente, sentirlo cerca. El Betis es parte de nuestra vida.
En nuestra particular historia de amor-odio, si de algo puede sentirse orgullosa la afición es de la fidelidad a sus colores. Los béticos han pasado por épocas en las que poco veían recompensadas sus ganas y su lucha por las trece barras, y ahí seguían, sin rendirse. Cantando y animando cada domingo en el campo, poniéndose la camiseta cuando peor estaba el equipo y diciendo con la boca bien grande: “Yo soy del Betis, del Real Betis Balompié”.
Los béticos siempre se sienten especiales y unos privilegiados por haber nacido con un corazón teñido de verdiblanco y capaz de resistir a los vaivenes del destino, que, a veces, les resultó difícil de entender. Mañana, como en cada derbi, los corazones de miles de almas béticas latirán con fuerza y, más que sangre, bombearán ilusión y verde, verde esperanza.
Allí nos tendrás Betis. Iremos a cantarte tu canción y a volver a decirte aquello de “Betis, mucho Betis, en este mundo lo que más quiero”. Lo gritaremos con fuerza, con más fuerza que nunca, porque queremos hacerte llegar el aliento de los miles de béticos que te seguirán en la distancia y que también hacen posible que, cada día, seas aún más grande.
Queremos que lo hagas por nosotros, por el beticismo. Por ese abuelo que lleva a su nieto al Villamarín y le enseña el camino verdiblanco; por los niños, que, sin entender las dimensiones de su equipo, sienten que forman parte de algo muy grande; por todos aquellos que se dejan sus gargantas animando sin cesar y, como no, por los que se fueron y que, desde el cuarto anillo, no faltan a una cita con su Betis
Querido Betis, no nos falles, recuerda que nosotros jamás te hemos fallado.
