A las guerras no se puede ir vestido de paisano, de Francisco Correal

El 20 de diciembre de 1987 el Betis de John Mortimore, que coqueteaba peligrosamente con los puestos de descenso, sorprendentemente, y cuando nadie lo esperaba, se impuso 2-1 al todopoderoso Madrid de la Quinta del Buitre que encabezaba la clasificación liguera y al que todo el mundo daba por seguro vencedor.
Un Betis, con 7 futbolistas canteranos en el once inicial, ganó con goles tempraneros de Melenas en el minuto 7 y Quico en el 12, marcando Sanchís para los visitantes en el minuto 90.
El ambiente en el Betis por esos días era más que tenso, como ya vimos aquí en la derrota en casa 2 semanas antes frente a la Real Sociedad. Fue en estos días cuando la trayectoria de Martínez Retamero al frente de la entidad verdiblanca viró definitivamente. Después de 3 años con un balance positivo llegaron 3 años con un resultado muy negativo, y fue en este periodo cuando definitivamente se entró en una pendiente más que peligrosa. Ese verano habían salido del club Gabriel Humberto Calderón y Faruk Hadzibegic, dos de los baluartes del equipo, enfrentados con la directiva de Retamero. La presencia de los dos ex futbolistas béticos ese día en los graderíos de Heliópolis era otro aliciente del día, avivando la polémica de su salida y resaltando, aún más la mala trayectoria del equipo desde la marcha de dos de sus pilares.
Todo este clima de expectación y enfrentamiento interno se refleja en la crónica que el periodista Francisco Correal publicó al día siguiente en su sección Grada y palco en Diario 16 Andalucía.
“Estoy moralmente destrozado”. Gerardo Martínez Retamero estaba moralmente destrozado cuando su equipo llevaba dos goles de ventaja y no pocos quilates de superioridad técnica al verdugo europeo de Nápoles y Oporto. En una operación de saldo canterano, el equipo de Mortimore le puso el freno de mano a la quinta del Buitre. “Sólo mis amigos saben lo mal que me encuentro”, decía el mandatario verdiblanco, hace dos semanas condenado a las zahurdas del sevillismo y ayer rehabilitado por la premura de los goles.
El Madrid se ha convertido en la auténtica droga dura del equipo verdiblanco, un LSD torpón que se convirtió en el revulsivo y la motivación de los locales. Los béticos, más sanchos que quijotes, se convencieron en las horas previas de que los rivales no eran gigantes sino molinos de un viento nada huracanado.
“No es que el pez chico se esté comiendo al grande”, decía en el descanso Miguel Muñoz, “aquí nadie se come a nadie, todos vienen ya comidos, ésa es la grandeza del fútbol, que ningún resultado esté escrito”.
El seleccionador nacional elogió la combatividad de los béticos, “no es que el Madrid esté jugando mal, no le dejan jugar bien, que no es lo mismo”. Muñoz sólo le hacía una objeción al partido. “Se están produciendo muchas faltas, demasiadas, y eso va en detrimento del espectáculo”. Todavía no sabe si será Dublín o Belfast la capital irlandesa donde España y sus rivales de la fase previa del Mundial de Italia se reunirán para estudiar el calendario de partidos. “No me preocupa una Irlanda más que la otra, supongo que en las dos llueve mucho en invierno y hace calor en verano”.
El presidente del Real Madrid dice no tener por costumbre, al menos eso dice, enjuiciar a los rivales del equipo de Concha Espina. “Yo sólo me fijo en los míos”, dice Ramón Mendoza. Los transistores, esos oráculos de andar por casa, anunciaban las derrotas en sus feudos del Barcelona y del Atlético de Madrid. Peo Mendoza ni se inmutaba. “Tampoco me preocupan los resultados de los demás, sólo estoy pendiente del camino de mi equipo”.
El fantasma del estafador Félix Krull, ese fascinante personaje creado por la pluma de Thomas Mann, se paseó ayer por la cancha del Benito Villamarín. Una sutil picaresca puso en marcha un ambicioso tocomocho en las gradas parejas de Gol Norte y Gol Sur. El Betis denunció en Comisaría la falsificación de numerosas entradas, aunque nadie se pone de acuerdo en el número ni la cuantía del “butrón” taquillero. “Si se hubieran falsificado diecisiete mil entradas, habría diecisiete mil personas en las puertas del estadio, y sin embargo no ha habido problemas de orden público”, comentaba Alfonso Garrido, delegado del Gobierno en Andalucía, “agentes policiales fueron puestos anoche tras la pista y anoche confirmamos la existencia del fraude. Lo que hemos hecho ha sido reforzar la vigilancia en los accesos”.
El conflicto de Vietnam evidenció para gloria de antiimperialistas que no hay verdades absolutas ni enemigos invencibles. Heliópolis fue ayer Saigón, los béticos tejieron una selva de piernas y tácticas para amortiguar los efectos de la flota comandada por el mayor Beenhaker. El técnico holandés quemó toda su artillería en el combate frente a un rival apriorísticamente desahuciado: Hugo Sánchez, Butragueño, Llorente y Santillana. Este póquer fue derrotado por el tres en raya que puso en práctica el caudillo local John Henry Mortimore.
El Betis acudía al frente con un ejército diezmado por la ausencia de brillantes estrategas que decidieron cambiar de guerra descontentos con los emolumentos recibidos por su patriótico desvelo. Añorados soldados que ayer volvieron al epicentro de sus pretéritas escaramuzas. La tropa coreó los nombres de Gabriel Humberto Calderón y de Faruk Hadzibegic antes de que se reabrieran las hostilidades. Estaban de paso por esta guerra, que ya no es la suya. Para unos, Gaby y Pepe eran hijos pródigos que regresaban al útero verdiblanco. Para otros, estaba clara la trama desestabilizadora de turistas incómodos, envenenados regalos de Navidad.
El gol, ese oscuro objeto del deseo de todo futbolista, es la verdad y la vida, el único rey jamás destronado. Pedro Escartín y Claude Levi Strauss, entre otros, han dejado bien claro que la concordia tribal necesita de ciertos asuntos de referencia, asideros esenciales: el gol es el chute desintoxicador que produce adicción, de ahí que cuando se anula se mata el deseo y surge el síndrome. Si el balón atraviesa el segmento de tiza que corre por el césped paralelo al larguero la masa se olvida de todo, y de esa amnesia onírica y casi afrodisíaca no se salvan Gaby ni Pepe. Moraleja: lo que sufren en las guerras los soldados vestidos de paisano.
El triunfo bético contó con ilustres testimonios: Javier Torres Vela, consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, o Manuel Olivencia, comisario de la Exposición Universal de 1992. Ayer el Betis descubrió la batuta de un nuevo descubridor, también llamado Cristóbal.