¡Barça, Madrid, el Betis ya está aquí¡, de Francisco Correal
Al partido del ascenso en Burgos en mayo de 1994, que vimos recientemente aquí, y del que se cumplieron 30 años el pasado miércoles, siguió una larga celebración de la plantilla, que se inició en el terreno de juego de El Plantío, continuó en los vestuarios, prosiguió en Aranda de Duero y terminó en una discoteca madrileña.
Al día siguiente, lunes 9 de mayo, visita al diario deportivo Marca, comida en el Asador Donostiarra y traslado a Sevilla en el AVE, con permanencia casi obligada en el bar de éste, para terminar con la apoteósica llegada a Santa Justa.
Todo ello lo refleja en este artículo el periodista Francisco Corral en las páginas de Diario 16 Andalucía del día posterior.
Las dos Castillas, la Vieja y la Nueva según los mapas de antaño, se cubrieron de una estela verdiblanca que llegó a su esplendor cuando el cortejo ferroviario llegó a la estación de Santa Justa.
Con todos los respetos y deferencias para uno y otro, ni el Rey de España ni el Papa de Roma. Lo del Betis anoche no tiene parangón. Eso al menos decía, desde su neutralidad balompédica, el taxista que trasladó a este reportero desde la estación a la redacción del periódico. “Hay que ver la que forma el Betis”.
La fiesta del ascenso empezó en Burgos, se condimentó con buena carne en Aranda de Duero y alcanzó su clímax en la madrileña discoteca Joy Eslava, donde coincidieron futbolistas del Betis y del Atlético de Madrid.
En el hotel donde se alojaba la expedición se recibían continuos mensajes de felicitación. Manuel Chaves preguntaba por Manuel Ruiz de Lopera. El gerente del Real Madrid, Manuel Fernández Trigo, felicitaba a Rafael Gordillo. “Siempre tiene un detalle; y Michel y Fernando Hierro porque no saben que estamos aquí; yo dejé en Madrid el virus del beticismo”.
Todos terminaron roncos de los cánticos. La mañana del lunes, en sendos taxis, llegaron los no convocados por Serra Ferrer; Gordillo, ese psicólogo que otros equipos tanto necesitan, se encargó de integrarlos al ambiente festivo; el del Polígono se convertía en licenciado en idiomas, intérprete del ruso, del norteamericano, del sueco, del quéchua de los Andes de los ancestros de Balán González.
El colombiano Fernando Botero había preparado el pasillo en el paso de la Castellana: las orondas esculturas de esos gordos geniales se convertían en inesperada comitiva de recepción. Obras de arte que eran paradigma del beticismo, de unos futbolistas y directivos que no cabían en sí de gozo, gordos de dicha, henchidos de felicidad, como decía uno de los consejeros.
El diario Marca los agasajó con una recepción en la sede del periódico y una comida en el Asador Donostiarra. Inocencio Arias, director general del Real Madrid, saludó a la plantilla y en especial a Rafael Gordillo, referencia a tiempos más halagüeños.
Este Betis ya en Primera es el resultado de una curiosa amalgama de futbolistas, un Betis endógeno y canterano que convive con otro Betis exógeno, multiétnico, políglota. Serra Ferrer apostó por el primero, pero quiere que el segundo, esta Legión extranjera, participara de la fiesta.
Cañas, Merino, Cuéllar y Márquez forman parte de esa línea Maginot del Betis primerdivisionario, que con guasa canterana definen como “la banda de la sopa”. Hacía muchos años que la cantera no contaba con tal confianza. Reivindicaban como ídolo totémico la figura de Gordillo: “Serra Ferrer, renueva a Rafael”.
En la mesa adyacente, compuesta por seis comensales, sólo había un futbolista nacional, el gallego Juanito. Le acompañaban los rusos Kobelev y Kasumov, el peruano González, el norteamericano de cuna uruguaya Tab Ramos y el sueco Johnny Ekström.
Estos dos últimos ausentes en las últimas convocatorias aprovecharán la euforia verdiblanca para sus inmediatos compromisos: Ramos y Ekström se incorporarán el día 17 a las selecciones de Estados Unidos y Suecia, respectivamente, para disputar el Mundial.
A Tab Ramos le aguardan partidos amistosos contra Arabia Saudí en Nueva Jersey, contra Grecia en Boston o Conneticut y contra México en Los Ángeles. En su grupo figuran Suiza, Colombia y Rumanía. Los adversarios de la selección sueca de Ekström responden a ese grupo abigarrado de los extranjeros del Betis: Rusia, Brasil y Camerún.
“Yo creo que al Betis de Primera le vendría muy bien un futbolista brasileño”, dice Fernando Torcal, el decano de los intermediarios, que departe con Rogelio y José Rodríguez de la Borbolla en la estación de Atocha. “Yo soy un enamorado de ese fútbol, y el Betis con un par de retoques y lo que tiene puede hacer un papel muy digno en esa categoría”.
Lo del Betis en Madrid rebasó todas las expectativas. Un taxista que trasladó a algunos directivos colocó dos banderas blanquiverdes junto al guardabarros; “dos descafeinados, uno con leche y viva el Betis manque pierda”, pedía la comanda uno de los camareros de Atocha.
Todos querían fotografiarse con los jugadores verdiblancos. Azafatas del AVE, soldados de reemplazo, una pareja de recién casados de Benacazón en luna de miel, hasta un grupo de japonesas. El Betis es un equipo bifronte con una doble capitanía—Gordillo y Ureña—y un sentido muy familiar de los triunfos: una cuestión prioritaria es negociar la cena de celebración con las parientas, que podría tener lugar en el palacete casero de Ruiz de Lopera.
Hacen las últimas compras antes de embarcarse en el AVE. Uno de ellos ojea la biografía de Billy Wilder, van con calzonas y a lo loco y les viene como anillo al dedo la introducción de uno de los capítulos del cineasta, que dedicó toda su infancia vienesa y nada mozartiana a jugar al fútbol: “La vida es como un torrente. A veces sube y a veces baja”.
A veces baja y a veces sube. El AVE de las siete disponía de más asientos libres de lo habitual: toda la plantilla se trasladó al bar del tren para apurar la penúltima. Gordillo hacía las veces de muro de Berlín, amortiguando las bromas entre Merino Este y Merino Oeste. A uno de ellos, el de la melena frondosa, lo bautizó como John Lennon.
El canario Alexis se convertía en el tenor que dirigía los estribillos de los cánticos. Al final del viaje, un detalle para Kobelev y Kasumov, sólo quedaba vodka en la despensa de los alcoholes. El triunfo verdiblanco reverdece pretéritas hazañas y resucita mitos de antaño: “¡Que baile el caoba!”, decía Ángel Cuéllar para sacar a la pista a Rogelio Sosa, el segundo de Serra Ferrer.
A esta variante de Doctor Zhivago subió una nueva remesa de peregrinos. Rogelio Trifón repartió una tarta entre los futbolistas y el Mani acabó de romper sus gargantas al son del tamborilero. El de Gines tiene un talismán para sus amigos: un ascenso para Gordillo y, si el Valencia no lo remedia, una Liga para Aldana.
“¡Barça, Madrid, el Betis ya está aquí¡”. Eran los propios futbolistas los que coreaban ese anhelo que se hará realidad con el Betis en el bombo de la Federación Española de Fútbol.
Gordillo se comprometía en nombre de todo el equipo a grabar con Antonio González el Raya la canción que el fundador de Los Rocieros ha dedicado al Betis. “Lo coreamos entre todos, ya veremos si lo coteamos del Norte o del Sur”.
José León y Serra Ferrer, padres imaginarios de esa prole alborozada, hablaban en sus asientos. Algunos viajeros, ajenos al frenesí de Santa Justa, hacían crucigramas o dormían a pierna suelta.