El Betis, de negro, de Manuel Fdez. de Córdoba

La semana pasada vimos aquí cómo a mediados de la década de los 90 del pasado siglo la mercantilización se extendió por el mundo del fútbol. A la publicidad en las camisetas, los patrocinios en los clubs, la irrupción de las televisiones de pago, etc se sumó la creciente importancia que fueron tomando las diversas equipaciones que los clubs combinaban cada temporada, y que además cambiaban de una temporada a otra. El marketing deportivo así lo exige.
En el caso del Betis tanto Umbro en la temporada 1994-95 como Kappa en las 3 siguientes mantuvieron siempre primeras y segundas equipaciones basadas en el verde y el blanco, los colores tradicionales del club.
Fue en la temporada 1998-99 cuando Kappa dio un paso adelante y diseñó una segunda equipación negra que rompía con la estética del club. Se estrenó el 16 de agosto de 1998 en la semifinal del Colombino contra el Recreativo de Huelva, con derrota por 1 a 0 frente al equipo blanquiazul.
Dos días después en su columna de ABC el periodista Manuel Fernández de Córdoba escribía sobre ello y se alarmaba ante la falta de conexión sentimental con unos colores ajenos a la tradición histórica verdiblanca. Qué hubiera dicho si llega a ver al Betis vestido de naranja, como ya lo hemos visto, o de amarillo limón, como lo vamos a tener que ver…
Desde que las multinacionales entraron en la equipación deportiva, trayendo bajo el brazo el poderoso caballero que es don dinero, yendo al alimón con la supermercantilización del fútbol, ya nada nos puede parecer extraño y, mucho menos, sorprendernos. Pero hay algunas vestimentas que resultan tan enormemente chocantes, en comparación con las tradicionales e históricas, que rechinan con solo verlas.
Un Betis vestido de negro y blanco casi al completo, con un ligero ribete en verde, casi una excusa al lado del escudo que ya no sé si en semejante vestimenta mantendrá las trece barras de su leyenda, es un Betis todo lo italianizado y moderno que se quiera, todo lo rentable que económicamente sea, pero será algo así, aunque el hábito nunca deba ser el que vista al monje, un Betis un poquito desnaturalizado, que no se ve, que parece otro equipo y que la sensación que produce en muchos aficionados es pareja al dicho aquel del “éste no es mi Betis, que me lo han cambiado”.
Uno, en sus ya bastantes años, ha conocido equipaciones que iban desde la camisola con un cuello en uve y unos cordones para achicarlo, blanquiverde de rayas estrechas y mucho Betis en su fachada, hasta las de raya ancha, pero sin ribetes negros, como ahora, en la primera equipación y lejísimo, por supuesto, de esa segunda equipación, la del ridículo ante el Recre en la semifinal del Colombino. Entre una camiseta, aquélla de tan antaño que sólo queda en el sepia de las fotografías de los tiempos de Tercera División, o del racial Adolfito o Tenorio, y la actual, uno conoció camisolines de botones, las rayas estrechas verdes y blancas y hasta recuerda cómo a Luis Del Sol, que jugó con ellas, muchos defensas no le dejaban ni un botón en su sitio cuando no había otra forma de parar el regate sensacional de don Luis.
Uno conoció las primeras camisetas ajustadas, que delataban más de una pasada en el peso en los jugadores, las otras que llegaron luego que parecían de tallas superiores a las de sus dueños y ya comenzaron los pinitos de los diseños que, a la vista está, ya sabemos adónde pueden llegar, no sólo en el Betis, que bien que se está viendo, y sufriendo ya, sino en cualquier equipo. La verdad del cuento está en lo que está: los dineros que estos cambios de equipaciones proporcionan. Ahí tenemos el ejemplo del último mundial y la guerra de las marcas, las campañas publicitarias, alguna de ellas sencillamente geniales, de las marcas y un mercado que ya es rancio, cutre, pasado de moda o caducado cualquier chándal que no sea el de la marca que lleva el equipo ni cualquier bota que no sea la que calza su ídolo.
Y uno, admitiendo ese mercado, esa competencia y ese negocio, sí rogaría a los diseñadores que tuvieran un poquito de respeto con la historia de cada club. Un Betis de negro, que sólo antes era en las calzonas cuando coincidía con otro, es un Betis extraño y triste.